Las muchas formas del pecado (I)

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#ElEncuentro

Baal tiene claro que no le gusta que le llamen "niña" o "señorita", ni siquiera en el peor y más extremo de los casos. Las definiciones un poco abruptas sobre su apariencia son, en su mayoría, una cosa que le incomoda y que pocas veces le agradan, pues no puede sacar provecho de ello. Aún así, lo peor de todo es cuando sus padres deciden que su actitud rebelde, así como su vestimenta oscura, son signos inequívocos de la venenosa mano de satán.

Y aquí está, sentado en del otro lado de un oratorio, esperando a que el sacerdote aparezca para decirle que el diablo lo va a llevar al infierno. Ya ha estado aquí dos veces; una a los ocho, cuando sus padres tuvieron su crisis matrimonial y pretendieron dejarlo todo en manos del señor; la segunda a los doce, cuando descubrieron que estaba escuchando música profana a escondidas de sus padres. Ah, cómo había disfrutado de las exageradas reacciones de su madre a la lírica de una canción noruega llena de guturales.

El viejo padre Michael le diría lo de siempre: "El diablo está siempre dispuesto a tentarte, lo que parece un inocente pasatiempo puede ser algo más". Luego la invitaría a confesarse y luego a hablar sobre sus colonias de abejas en la parte trasera de la iglesia. El hombre había sido entomólogo antes de ser sacerdote, antes de que la guerra y los nazis cambiaran su visión del mundo.

Beelz no está tan mal. Los adultos alrededor suyo cargan con muchas tonterías que él no pretende heredar.

Solo que no llegó el padre Michael, sino un hombre más joven. Alto, de hombros anchos y una mandíbula bien definida y afeitada. La habitación se llena de un dulce olor a lavanda cuando le saluda.

―Tú debes ser Baal, ¿no?.

Asiente. De pronto sus piernas han decidido sentirse lánguidas y su corazón correr de manera abrupta. No puede responder a nada más que con un movimiento de cabeza.

―Tus padres me han llamado porque creen que estás practicando brujería. ―La cadencia de la oración es viril e hipnótica, sus ojos azules, casi lilas, ayudan mucho en su efecto.

Beelz sube sus pies sobre la banca, como un reflejo de protección inconsciente. No sabe quién es este hombre, pero le hace sentir inseguro. No puede mirarle a los ojos, aunque sigue hablando, hablando de algo que sabe ya: que el mundo es un lugar oscuro, que el pecado espera detrás de cada sombra, que su deber es honrar a padre y madre. Su boca está seca, su corazón continúa haciendo cosas extrañas.

Se queda allí, con la luz del sol inundando la estancia desde las ventanas altas y el blanco de las paredes cegando sus ojos. Es demasiado.

―¡No sé si me interesa escucharlo! ―interrumpe.

―Oh. ―Él se ve sorprendido. Casi tiene culpa.

―No práctico brujería, ni siquiera creo que el diablo o Dios existan.

―Oh. Bueno... Eso es nuevo. ―Le mira con confusión―. ¿Cómo alguien puede vivir sin creer en nada?

Se encoge de hombros. Tampoco tiene una respuesta, siempre ha estado vivo y le ha resultado difícil el expresar que no cree, más que el no creer en sí.

―No se tiene que preocupar. Mis padres hacen eso con todos los sacerdotes que conocen. Ellos creen que me pueden "arreglar".

Él le mira, durante un largo rato. Sabe lo que piensa, está mirando sus facciones y pensando en corregir alguna de sus peculiaridades, como hacen todos los demás.

―Has dicho que eres un chico, ¿verdad?

―Sí. ―Su columna se endereza y asienta los pies en el suelo. Está acostumbrado a los golpes a quemarropa.

―Bien. ―Él no dice nada más. Solo guarda silencio. La habitación con sus banquillos es insoportable. ¿Qué coño significa eso? Están allí por unos minutos eternos, en los que alcanza a contar doce moscas volando cerca de las ventanas―. No estoy muy versado en estos temas y nunca me he interesado en realidad por las comunidades, yo solo iba a quedarme en clausura, recitando salmos. Trataré de pensar algo para la próxima vez.

Así, su primer encuentro resulta ser más una confesión del sacerdote que suya.

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Notas de autor:

Con este escrito me mame, porque consta de cinco capítulos y creo que divague sobre muchos temas en ello. Así que los invito a leer lo que sigue, porque es... Como mínimo, un diálogo interno con mis preocupaciones recientes frente a la educación y la toma de decisiones respecto a la aceptación.

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