La primera herida

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Antes del tiempo, de la caída, de los humanos, del espacio, Gabriel había sido un arcángel creado con una sola misión: Llevar los mensajes de Dios a todas partes. No es como Metatron, que puede hablar con el Todopoderoso y conversar, pero sí es a quien Ella llama cuando necesita que alguna otra criatura sepa sus decisiones. Es el intermediario, solo la muerte puede detener su trabajo.

Haber sido llamado a la guerra cambió por completo su propia sensación de seguridad. Miguel había sido creado para empuñar armas, para ser agresivo, representar a los demás ante cualquier peligro... solo que, Lucifer se rebeló y Miguel no fue suficiente. Todos pasaron de ser buenas abejas laborando para hacer el universo de Dios, a guerreros destinados a defenderlo del mal que se creó ante el deseo repentino de la mitad de ellos por tener poder.

Gabriel tomó su espada y no dudó. Dios le dijo que debía defender el Cielo y llevar a los traidores hacia abajo, al pozo de azufre donde comenzaría su castigo. Nunca entendió porque no podía solo deshacerse de ellos, convertirlos en polvo, en estrellas distantes, en materia orgánica para nutrir el mundo que estaban creando. Pero su papel nunca ha sido cuestionar, sino obedecer.

Se abalanzó sobre las legiones de ángeles que antes eran sus hermanos, batiéndose en guerra. Esa fue la primera vez que un hermano levantó la mano contra otro, que derramó la vida en la justificación de la verdad. Y él estaba allí, evitando que los más devotos seguidores de su antiguo compañero, se acercaran a Miguel, que peleaba de manera descarnada contra él. Dios había dado un mensaje claro: De todas sus criaturas, sólo el arcángel al que había entregado la lanza de luz, tenía permitido asesinar o acabar con el mal. No fue una batalla sencilla, las alas y los milagros revoloteaban de una lado a otro mientras las fuerzas en colisión trataban de sobresalir; los que iban cayendo, lo hacían entre maldiciones feroces que escandalizaban a los más sensibles.

Los ojos de Beelzebub lo alcanzaron en medio del remolino de cuerpos y material, de eternidades dispersas por el choque y la furia. Lo buscó como habría buscado antes el vuelo de las mariposas o el sonido del agua sobre los lechos de los ríos todavía vírgenes; el ángel que era y el demonio en que se convertiría comulgaron en aquel momento para abalanzarse sobre su flanco derecho y clavar entre una de sus alas un cuchillo. Aunque el dolor cegó un momento su entendimiento del mundo... era la primera vez que sufría, que se desgarraba, que tenía miedo; tuvo la suficiente presencia de ánimo para hacer que su espada fuese a dar contra la espalda del traidor.

No gritó. Baal, que había sido un serafín, esquivó su ataque con una sonrisa engreída. No salió ileso, el icor brillaba en las puntas de sus alas, que comenzaban a hacerse negras, pero no le dio la satisfacción de saberlo vencedor.

―La próxima vez te arrancaré un ala. ―La oración, planteada de esa manera, proponía un futuro que Gabriel no pensaba fuese a ser real. No habría próxima vez, no iban a perder.

Lanzó otro ataque con su espada, tratando de ocultar el dolor por la herida, pero su contrincante había escapado, yendo hacia donde la batalla se movía: Miguel estaba a punto de atravesar el corazón de Lucifer.

No se atrevió. Había piedad en la mirada de Miguel, así como llanto. Todos cayeron, y la promesa de una segunda batalla se hizo realidad.

Ahora, cuando el Fin del Mundo no llegó y la posibilidad de vivir fuera del cielo es una realidad, se sorprende pensando en la herida de Beelzebub, en el icor dorado sobre las plumas negras; en su propia herida, sanada hace tanto, que inmovilizó uno de sus pares de alas por mucho tiempo. No se atreve a preguntar sobre el asunto, no cuando el demonio se halla estupefacto mirando una seguidilla de objetos brillantes en la mesa de un vendedor. En cambio, Gabriel extiende sus innumerables ojos en la dimensión donde guarda sus alas, para ver las cosas como deberían ser vistas.

La forma etérea de Beelzebub, que se mueve con emoción dentro de su pequeño cuerpo mortal y emana energía demoníaca hacia todos lados. Busca cualquier fractura entre las diferentes configuraciones que hacen su ser. Pero él no es el único con múltiples capacidades, y la mirada de Beelz se clava en él sin misericordia.

―Vamos, angelito ―le pide Beelzebub, tomando su mano para guiarlo de nuevo solo a la tierra―. No hay nada aquí que se vea bien con ese bonito traje nuevo.

―Perdón ―dice, de inmediato, tratando de llevar sus pasos de manera moderada―. Estaba buscando una herida.

―¿Heridas? ―Parece ofendido por esa idea―. Las heridas ya no son relevantes, amor mío.

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Notas de autor:

¡Amigos, amigas, amigues! En contra de todo pronostico, aquí estamos con una colección de historias para mi pareja crack que ya no lo es :v ¿Quién diría que le ganaríamos a los esposos? ¿Y quién diría que estos dos serían tan amorosos juntos?

Tengo intención de publicar cuatro de los siete días, aunque voy a estar de viaje, pero como ya está todo terminado (excepto el último capítulo), espero que no haya mucho problema y que sea solo cuestión de encontrar el tiempo entre las actividades.

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