Capítulo 12

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Vanessa se quedó lívida. Cerraba los ojos, se los frotaba y los volvía a abrir, confiando en que todo fuera tan solo un mal sueño. Pero todo esfuerzo por su parte resultó inútil, pues Oliver seguía frente a ella, con un par de espléndidas alas tras la espalda y el rostro teñido de vergüenza e incertidumbre.

—¿No dirás nada? —murmuró él, abatido, cuando el silencio entre ambos se prolongó hasta tornarse insoportable.

Vanessa parpadeó, saliendo de sus cavilaciones.

—Lo siento, es que tengo tantas preguntas en la cabeza, que no sé por cuál decidirme... ¿Por qué no comienzas diciéndome qué se supone que eres en realidad?

—Creo que la mejor manera de contestar a tu pregunta, es contándote una breve historia. La historia de mi origen. Ven, acércate.

El joven extendió su mano para tomar la de ella y la invitó a sentarse en la hierba, convencido de que estarían allí un buen rato. Vanessa, por su parte, observaba fascinada el espectáculo visual que ofrecía el fuego con el que ardían sus alas al iluminar el tronco de los árboles más próximos a ellos.

Una vez en el suelo, Oliver la envolvió entre sus brazos para protegerla del frío, y tan pronto como estuvieron a salvo de las inclemencias del tiempo, dio comienzo a su historia.

—Hace mucho tiempo, cuando todavía no existían los humanos, el mundo estaba habitado solo por cinco deidades...

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Oliver finalizó el relato con semblante circunspecto.

Vanessa lo había escuchado sin decir una sola palabra y ahora se encontraba rumiando la información con el entrecejo fruncido. Las deidades, las Sombras, los Cazadores, los Iztac, la batalla entre dioses, la proximidad del Isitistli, la alianza secreta entre Oliver y un Iztac, la importancia de Romina y Audrey en el asunto, el Tratado de Paz que habían llevado a cabo ambos ejércitos gracias a su amiga poco antes de aquella noche... No tenía conocimiento acerca de nada de eso y aún así, un inexplicable cosquilleo de familiaridad había recorrido su cuerpo mientras el joven le contaba la historia.

—Así que por siglos enteros has sido un... —Cazador, quiso decir, pero la palabra permaneció atorada en su garganta.

—Así es. Sé que te resultará difícil procesar todo de golpe. Al principio es complicado, pero...

—En realidad me suena bastante lógico. Siempre tuve la sensación de que Abril y tú escondían un gran secreto; sin mencionar que por fin puedo darle una explicación a todas aquellas cosas extrañas que llegó a hacer mi hermana en más de una ocasión. Lo que no comprendo, es... ¿porqué poseería las cualidades fantásticas que le adjudicas, si se supone que es nada más que una niña común y corriente?

—Yo tampoco lo sé —admitió Oliver, sorprendido por la rapidez con la que Vanessa había aceptado la existencia de los Cazadores—. Pero estoy trabajando en averiguarlo, y cuando conozca la respuesta, tú serás la primera en saberlo.

Vanessa lanzó una tímida risa y Oliver quedó fascinado ante aquella inesperada reacción suya. Había creído que le resultaría más difícil convencerla de que Romina sería un elemento clave en la guerra contra Tsitsimitl, pero para su sorpresa, la chica lo tomó como lo más normal del mundo, como si ya hubiera sabido que la niña estaba predestinada a formar parte de tan magnánimo acontecimiento.

Sin embargo, la poca alegría que inundaba el rostro de Oliver, desapareció de súbito tan pronto como apareció. Y es que estaba ante el momento decisivo de la noche, aquél que había intentado retrasar porque su relación con Vanessa pendía de un hilo y no deseaba perder la poca esperanza que le quedaba de recuperarla. Cuando volvió a hablar, su voz estaba teñida por la desolación de quien persigue un imposible.

Reencarnación II: El MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora