Capítulo 4

61 12 15
                                    

Audrey cerró los ojos y respiró profundo, relajándose, en un intento de poner su mente en blanco. Trató de ignorar la presencia de Darren en aquella diminuta habitación de motel e hizo un esfuerzo por sentir el leve calor recorriendo su brazo derecho, pero transcurrieron diez largos e interminables segundos llenos de incertidumbre y el maldito calor no aparecía. Ni la electricidad o siquiera un levísimo temblor.

—¡Demonios! —maldijo, sacudiendo su brazo con desdén—. ¡No ocurre nada!

Estaba enojada consigo misma porque llevaba ya una hora tratando de que de su mano surgiera una esfera de luz como la que había producido la tarde del incendio en la preparatoria, cuando había tenido que luchar contra el Canum y salvar a Rolland de morir intoxicado. Pero a pesar de sus muchos esfuerzos, no había conseguido absolutamente nada, incluso estaba comenzando a pensar que eso no había ocurrido realmente, que nunca había creado tal esfera y eso la alteraba mucho más.

—Tranquila, ya lo conseguirás —le dijo Darren en voz muy bajita.

—¡Es que yo ya lo había hecho! —gritó la chica, fuera de sí—. Apuesto a que ni siquiera me crees, pero yo sé que es cierto. Sé que hice que de mis manos saliera una de esas cosas que tú puedes hacer, por eso luché contra el Canum, pero no logro comprender porqué ahora no puedo.

El fantasma, que en ese momento había decidido no utilizar el dije para materializarse, se acercó a ella y le sonrió, en un acto que pretendía resultar tranquilizador, porque él sabía muy bien lo que se sentía querer utilizar sus poderes sin ser capaz de hacerlo, pues a pesar del tiempo que había pasado, todavía recordaba la impotencia que lo había recorrido el día en que había despertado por primera vez en la mansión como un fantasma y de su mano había salido despedida una esfera de luz tan repentina que no había podido evitar que impactara contra la pared sin ningún control por su parte, pero después de tratarlo durante mucho tiempo no había vuelto a ocurrir, por lo que la desesperación se hizo con él hasta el momento de que lo mismo volvió a suceder sin siquiera pretenderlo.

Audrey se sentó en la cama y la cobija de tigre color borgoña se arrugó al sentir el peso de su cuerpo hundiéndose en el colchón. No se sentía bien. Independientemente del dolor de su cuerpo, un sinfín de emociones se entremezclaban en ella haciéndola sentirse extraña.

Por un lado, hacía pocas horas acababa de descubrir que iba a ser hermana después de dieciséis, casi diecisiete años. Por supuesto que la venida de un nuevo bebé no le resultaba ni la cuarta parte de impactante que a Leonard y Marie  —porque ni la misma señora Williams lo sabía, aún con tres meses gestándose en su vientre—, pero todo estaba plenamente justificado si se ponían a pensar de que ya tenían más de la edad adecuada para procrear una criatura y todo se tornaba más impresionante aún con el hecho de que ambos utilizaban los métodos anticonceptivos establecidos por especialistas para no tener el problema que justamente ahora los atacaba.

El nuevo hijo —o hija— de los Williams no representaba una molestia de todos modos. Tanto Leonard como Marie habían decidido que se sentían emocionados por la llegada de un nuevo miembro a la familia y aunque querían disimularlo, cuando Alex, Roberto y Audrey entraron al cuarto de hospital a escondidas con ayuda del médico, los tres pudieron notar el brillo de entusiasmo en los iris de los dos, ese brillo que solo los padres son capaces de poseer cuando un nuevo niño está a punto de llegar a sus vidas.

Por otro lado, no obstante, Audrey no podía dejar de lado la culpa por la muerte de Rolland, pues aún creía que de no haberlo dejado marcharse aquella noche en mitad del bosque, las cosas hubieran sido diferentes. Ni siquiera escuchaba a Darren cuando él trataba de convencerla de que nada de eso era culpa suya.

—Rolland sabía perfectamente cómo terminarían las cosas si buscaba a Víctor para vengarse —le dijo el fantasma en un momento dado—.  Lo sabía y aún así fue a enfrentarlo, pero murió con valor, murió por ti y eso vale más que si él ahora estuviera vivo, sintiéndose mal por la muerte de Fany.

Reencarnación II: El MitoWhere stories live. Discover now