El despertar

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Charlie le dio un golpe a la mesa con el puño.

—¡Ya es suficiente, Beau! Estoy harto. Te enviaré a casa.

Parpadeé con la vista fija en mi tazón de cereal, que ya se había suavizado con la leche. No me lo iba a comer, y por la expresión de Charlie, me había vuelto a abstraer mientras me hablaba. Probablemente me había preguntado algo y ni siquiera me había dado cuenta.

—Estoy en casa —contesté confundido.

—Me refiero a enviarte con Renée, a Jacksonville. Ya no lo soporto —me miró exasperado.

—¿Qué cosa? —pregunté después de un momento. Andaba lento, las palabras solían tardar más de lo normal en atravesar mis oídos y llegar al cerebro.

—¡Esto, Beau! No soporto más esto. Y ese es justo el problema. Que no haces nada. Vives como un robot. Te alimentas, vas al colegio, haces tu tarea, pero no estás aquí. Tu cabeza está en otra parte. Pareciera que te arrastras por la vida. Duele verlo.

No dije nada y revolví el cereal con la cuchara. Me sentí mal porque sabía que tenía razón. Mis notas eran casi perfectas porque pasaba horas estudiando. Después de aquella primera semana, que ninguno de los dos mencionaba jamás, no había faltado ni un sólo día ni a clases, ni a mi empleo de medio tiempo. La casa se mantenía siempre impecable. Incluso había mejorado mis habilidades culinarias porque cuando no estaba estudiando, estaba haciendo nuevas recetas.

—No me arrastro.

—Tienes razón, arrastrarse sería mejor porque al menos estarías haciendo algo.

—¿Preferirías que me metiera en problemas? El hijo del jefe Swan pintando grafittis por ahí, metiéndose en casas a robar joyas, no sé, tú dirás... —me miró con decepción negando con la cabeza y cruzando los brazos sobre el pecho.

Traté de poner atención y seguir la conversación en vez de volver a abstraerme. Parecía importante.

—Mis notas están bien y hago todo lo de la casa, incluyendo cocinar. No entiendo cuál es el problema.

Suspiró resignado y bajó los brazos.

—El problema es precisamente ese. No estás bien, y lo sabes. Jamás había visto a alguien intentarlo tanto. Estás deprimido, hijo, y puede ser peligroso.

Eso me dolió, porque de nuevo, tenía razón. Lo estaba intentando mucho, muchísimo. Trataba de aparentar que todo estaba bien, que era fuerte y que la vida seguía, pero no era así. No estaba logrando engañar a nadie, si acaso, sólo a mí mismo.

—Lo siento. ¿Qué quieres que haga?

—No quiero que te disculpes. No eres el único que ha pasado por esto. Cuando Renée se fue... en fin, fue bastante horrible, y además te había arrancado de mi lado. Pero hay que sobreponerse, la vida tiene que continuar. Beau, creo que ha llegado la hora de que converses con un profesional. La depresión es una enfermedad y debe ser tratada como tal.

Solté un bufido. No me imaginaba a Charlie hablando con un psicólogo. Y a mí tampoco. Tal vez habría funcionado, si estuviera viviendo una depresión derivada de una ruptura normal, pero ¿qué le iba a decir al profesional de la salud mental? ¿Que mi novia vampira me dejó porque su hermana trató de matarme después de cortarme con un papel? Era absurdo.

—Si no quieres hablar conmigo, ni con un profesional en depresión, lo mejor sería que te fueras con tu madre. El sol de Jacksonville te ayudaría...

—No me voy a ir a ningún lado. Vivo aquí —repliqué subiendo la voz un tono.

Charlie levantó las cejas sorprendido, decidí que lo mejor era tratar de aplacarlo.

Luna Nueva (Versión Vida y Muerte)Where stories live. Discover now