𝐖𝐞 𝐦𝐞𝐞𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧 𝐨𝐟 𝐞𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐥 𝐛𝐚𝐝 𝐛𝐫𝐞𝐚𝐭𝐡

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ENCONTRAMOS AL DRAGÓN DEL MAL ALIENTO PERPETUO

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Sia POV's

— NUNCA LLEGAREMOS —protestó Zoë—. Vamos demasiado despacio. Pero tampoco podemos dejar al taurofidio.

Miraba muy a menudo para atrás, donde Sia y su... abuela caminaban unos metros alejadas. Anastasia no había permitido detener un momento nuestra búsqueda, así que la única forma que encontraron de privacidad y sin detenerse fue esta. No tenía ni idea de lo que hablaban, pero la chica tenía un gesto demasiado serio y asentía. Además, que su mano seguía temblando, lo cual era entendible. La señora (que me daba miedo) caminaba recta con las manos en la espalda. Su lanza se convirtió en un cinturón plateado y sofisticado.

Me recordaba a Zereth, la cazadora, y me hice una nota mental para preguntarle sobre ella a Anastasia. Por otro lado, Sia me contó sobre su madre adoptiva siendo dulce, amable y risueña... La madre de su madre es lo contrario; seria, mandona y estricta.

— Muuuuu —dijo Bessie, que iba nadando a nuestro lado mientras caminábamos junto a la orilla. Habíamos dejado muy atrás el centro comercial y nos dirigíamos al Golden Gate, pero estaba mucho más lejos de lo que parecía. El sol descendía ya hacia el oeste.

— No lo entiendo —dije—. ¿Por qué tenemos que llegar a la puesta de sol? ¿Y por qué salió de repente esa Umberta?

— Umbelina.

Rodé los ojos.

— Las hespérides son las ninfas del crepúsculo —repuso Zoë llamando mi atención, ya que por mirarlas casi me tropiezo—. Sólo podemos entrar en su jardín cuando el día da paso a la noche.

— ¿Y si no llegamos?

— Mañana es el solsticio de invierno. Si no llegamos hoy a la puesta de sol, habremos de esperar hasta mañana por la tarde. Y entonces la Asamblea de los Dioses habrá concluido. Tenemos que liberar a Artemisa esta noche.

«O Annabeth morirá», pensé. Tuve un revoltijo en mi interior, pero no fue como cuando Sia me miraba fijamente en el tren, fue más como de ansiedad.

— Necesitamos un coche —dijo Thalia.

— ¿Y Bessie? —pregunté.

Grover se detuvo en seco.

— ¡Tengo una idea! El taurofidio puede nadar en aguas de todo tipo, ¿no?

— Bueno, sí —dije—. Estaba en Long Island Sound. Y de repente apareció en el lago de la presa Hoover. Y ahora aquí.

ANATEMA ⋆ PJOOù les histoires vivent. Découvrez maintenant