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Todo el día pasé en varios consultorios haciendo las pruebas que yo llamo "de rutina" para confirmar que todo siguiera normal después de el último episodio que tuve. Y bueno si, todo esta bien, o sea no bien quiero decir que no hay novedad y todo esta igual, sin avanzar.

Después de la última cita con el médico que me ayuda a tratar el tema de todas mis pesadilla, y de ver a la doctora Ormon para que revisará los moretones de mis tobillos regresé con ella a la habitación de observación, donde dijo que pasaré dos días ya que me estoy recuperando más rápido que la última vez.

En todo esto la noche cayó, y decidí que ir a ver a Margarita sería una estupenda idea. Ni siquiera se la hora pero estoy segura que ella aún esta aquí, aunque su horario es normal suele trabajar más en las noches.

Salí caminando en puntillas y pareciendo un espía, que no es bueno que ande deambulando en la noche por el hospital, eh, y menos cuando me mandaron a descansar. Llegué a la cafetería y enseguida la busque con la mirada pero no la vi así que me senté en una de las sillas, no puedo entrar a la cocina así por así, entonces esperaré a que ella salga.

—¿No es algo tarde para que estés aquí? —esa voz. Debo estar maldita con él o algo así porque desde la primera vez que lo vi no hace más que aparecer siempre donde yo estoy.

—Lo mismo te preguntaría yo pero si me permites ser algo sincera no me interesa —no puedo estar diciendo eso, es que no se porqué estoy a la defensiva con él. Tengo que calmarme pero no puedo, es como me pone de mal humor con tan solo aparecer.

A él le dio lo mismo mi respuesta porque seguía con la misma sonrisa de ayer, esa pequeña sonrisa en la que levanta solo la comisura izquierda de sus labios. Sus labios.

—Puedo adivinar que te interesa —aseguró, seguí el movimiento de sus labios mientras hablaba. —Pollet —me llamó despacio, tanto que pensé que todo pasaba en cámara lenta, que decía mi nombre en cámara lenta.

Aparte mis ojos de ahí avergonzada.

—¿No deberías estar durmiendo en estos momentos? —preguntó nuevamente.

—No tengo cinco años y no me falta más descanso. Gracias —le di una sonrisa forzada.

—¿Acaso no te agrado? —hoy despertó preguntón o a lo mejor se comió un loro antes de salir de la habitación. —¿Puedo sentarme?

Literalmente ya lo estaba haciendo. Me pregunta cuando ya se esta sentado.

—Claro, adelante —le ofrecí el asiento con mi mano, no sirvió de mucho ya que él ya se acomodaba en la silla. Genial.

¿Será un castigo o parte del destino tener que aguantarlo a él?

¿Crees que el destino te pondría a alguien como él en tu camino?

¿Como él? No te sigo.

Sé que piensas mucho en su tacto cálido, sus manos firmes, su olor y al parecer en sus labios ahora también.

Aspiré el aire con fuerza guardándolo por unos segundos en mis pulmones y cerrando mis párpados. El mayor enemigo de un humano es su mente, poderosa y traicionera mente, pensamientos dañinos y destructivos. Callar esa voz interior me hará sentir mejor.

—¿Café? —la pregunta del intruso, como lo he nombrado en mi mente, me sacó de mi cabeza de un tirón como parece hacerse costumbre.

—La cafeína no es buena para mi sistema, pero gracias —él asintió y se levantó.

Unos minutos después volvió con una taza con café entre sus manos y se sentó justo donde estaba anteriormente

—El mundo ha cambiado, eh —no entiendo que quiere decir con eso.

Destinados a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora