Delicate

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Seis menos cinco de la tarde. Había salido tarde de su casa y la biblioteca le quedaba casi a quince minutos andando.

Decidió ir con su patinete viejo. Uno que llevaba años sin usar. Probablemente habría perdido la práctica. Daba igual, no quería llegar tarde. No quería hacerlo porque no tenía confianza con Samuel. Si fuera alguno de sus amigos solo pondría una excusa tonta mientras se reía.

Por otro lado, Samuel llegaba a la puerta principal de la biblioteca, tranquilo y con tiempo. Era un chico puntual, aunque tuviera que quedar con alguien a quien no quería ver. Le parecía una gran falta de respeto que alguien llegase tarde sin un motivo aparente, aunque por cinco o diez minutos no iba a formar un alboroto.

Rubén llegó justo a la hora. El gran reloj que había en la fachada marcó las seis en punto cuando Rubén intentaba para el patinete. Lo logró. Algo le costó, pero lo logró.

Samuel seguía en la entrada. Estaba entretenido con su teléfono hasta que escuchó el entrechocar de unas ruedas contra el suelo. Levantó la mirada y allí estaba. Rubén acababa de llegar, pidiendo perdón por llegar con la hora pisándole los talones. A Samuel no le importó. Ni siquiera saludó.

Entró a la biblioteca, dejándole pasar al más alto también. No pronunció una sola palabra. Buscó con la mirada una mesa para ambos y se sentó después. Rubén fue detrás suya y tomó asiento enfrente suya.

Como no habían hablado demasiado y su trabajo debía ser en digital, ambos habían llevado su portátil. Decidieron al final usar el de Samuel. Rubén, sinceramente, agradecía que al final no utilizaran el suyo.

No tenía nada raro ahí, enserio.

Simplemente era algo vergonzoso que el otro viese su fondo de pantalla, algunas carpetas y varios juegos tontos.

Sí, le daba vergüenza que lo viera.

Más aún cuando Samuel ya veía de por sí con malos ojos a Rubén.

Volviendo al tema principal. El trabajo. No tenían una idea definida de qué o cómo hacerlo, pero tenían la opción de hacerlo desde unas diapositivas simples sobre la gravedad de los planetas o algo más complejo como la Ley de la Inercia.

















Habían tardado en hacer el trabajo poco más de una hora y media. Lo agradecía.

En verdad, no.

Debía admitir que, aunque iba con las expectativas casi subterráneas, al final, no lo habían pasado mal. Samuel se había soltado un poco con Rubén para que no hubiese una tensión que se sintiera a kilómetros y el rubio al final, aprovechando eso, había hecho algún que otro chiste malo.

Mangel estaría orgulloso.

Soltó una risa por aquello. Estaba replanteándose que, a lo mejor, Samuel no era tan malo como a él le parecía. Era cierto que aunque era literalmente el estereotipo de adolescente popular y perfecto, luego no parecía tan malo e imponente como se presentaba. Además, tenía una voz algo graciosa. Nunca la había escuchado bien, puesto que las únicas veces que lo había hecho era en exposiciones orales de clases en las que estaban juntos.

No había prestado atención de todas formas.

Salió de su burbuja cuando sintió su teléfono vibrar. Lo agarró cuanto antes pudo. Se imaginaba perfectamente de quién podía recibir una llamada.

Estaba en lo correcto: sus amigos lo habían llamado, probablemente para reírse de él.

Descolgó la llamada cuando confirmó aquello y al momento vio los rostros de sus tres mejores amigos. Aunque a Mangel no llevaba a vérsele del todo bien, su internet no era el mejor.

"I want to be with you." | 𝙍𝙪𝙗𝙚𝙜𝙚𝙩𝙩𝙖 𝘼𝙐.Where stories live. Discover now