You're my shine

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Día 24: Exótico y mágico

Corrían entre los blancos y lujosos pasillos de la mansión soltando risitas y susurros. Buscaban un lugar en donde esconderse antes de que la cuenta regresiva que estaba haciendo Gustabo llegara a cero, y no les estaba yendo muy bien que digamos. Quedaban solamente diez segundos y seguían sin encontrar un lugar que les convenciera. Ambos ya no eran unos niños pequeños que se podían ocultar fácilmente detrás de una puerta o bajo una cama, y sí, el juego era algo infantil pero era lo que al grupo de amigos se les había antojado jugar y era justamente lo que estaban haciendo; escogiendo a Gustabo para que contara ya que sentían que de no ser así sería injusto gracias a su don de camuflaje.

Debido al apuro y la adrenalina Horacio abrió la primera puerta que se encontró y la cerró de un portazo una vez el ruso se adentró, riéndose hasta que ambos finalmente escucharon el grito del rubio avisando de que iría por la búsqueda de los demás. Respiraba agitadamente debido al ejercicio hecho segundos antes, y fue el momento en el que volteó para mirar a Viktor cuando se fijó en la situación en la que estaban, en una habitación completamente oscura, no conseguía ver nada, no sabía si el lugar era pequeño o grande, si había alguien o no, no sabía ni veía nada. La diversión se le acabó al instante, empezando a buscar el interruptor entre la oscuridad mientras intentaba no entrar en pánico, esto no podía estar pasándole ahora, no, no podía, no debía permitir que esos recuerdos vinieran y le arruinaran un buen momento. Ya con desesperación buscaba el interruptor, se empezaba a sentir ahogado en ese lugar y que en cualquier momento algo malo le iba a suceder.

— Horacio — le llamó Volkov intentando distraerlo o calmarlo, sin conseguirlo. — Horacio. — Intentó nuevamente.

— V-vik…no, no- no lo encuentro, no encuentro la luz, no está. — El ruso sentía la voz temblorosa y la manera en la que su respiración empezaba a alterarse.

— Солнце, — tomó sus manos firmemente, deteniendo el inquieto movimiento y abrazándolo con cuidado — así nunca la vas a encontrar, respira conmigo ¿Sí? — Simplemente asintió, enfocándose en la marcada y pausada respiración de su pareja, empezando a imitarlo de a poco. Lamentablemente no era la primera vez que le pasaba, y a Horacio le daba miedo admitir que la oscuridad le aterraba, que le generaba pánico; pero la tranquilidad que sintió al contárselo a Volkov y que éste no se riera o pensara que fuera raro no la olvidaría nunca.

Pero Viktor únicamente pensaba ¿Cómo no entenderlo? Conocía su pasado y el por qué de esa fobia, y le sorprendería mucho más si es que no la tuviera. Horacio no tenía don, no tuvo y nunca lo tendrá, y eso en un mundo donde la mayoría lo tiene no es algo muy bien visto en la sociedad. El padre del moreno nunca lo aceptó, decía que con el tiempo se iba a presentar, pero ya tenía seis años y aún no había indicio alguno, por lo que en arranque de estrés debido a eso lo encerró en un armario completamente oscuro, según él con una gran presión o sentimiento de peligro iba a dejar salir su don, pero nunca pasó. Lo encerró en ese lugar diariamente por horas, no importaba cuanto gritara o llorara, simplemente no lo sacaba de ahí hasta que lo considerara suficiente, que generalmente era cuando el niño caía desmayado debido al cansancio. Fue así hasta que finalmente se rindió, su hijo no tenía don. Pero ese castigo le pasó factura al pequeño Horacio, quien ya no era capaz de pasar ni un segundo en un lugar a oscuras o cerrado con llave. Cosa que sigue hasta el día de hoy.

Cuando Volkov sintió que ya se había tranquilizado aflojó levemente el agarre, tenía un pequeño plan que sabía iba a conseguir la bella sonrisa que tenía el menor. — Te voy a soltar ¿Vale?

— No — y tal como lo pensó Horacio se negaba a soltarlo, y lo comprendía, por lo que se quedó así durante unos segundos más, pero sabía que de ser por el castaño se quedarían así durante horas si equivalía a no sentirse solo en la oscuridad. — Confía en mí, solamente cierra los ojos y los abres cuando yo te diga, no me iré de aquí. — El francés lo pensó durante unos segundos, finalmente aceptando y dejando de presionar los brazos del más pálido contra su cuerpo, cerró los ojos con fuerza al momento de dejar de sentir el calor, pero un pequeño beso en el cabello lo consiguió calmar levemente.

Volkov al ya tener libremente sus manos empezó a hacer uso de su don, acunando ambas manos se concentró en visualizar únicamente una cosa en su cerebro, no tardando en materializarse como holograma entre ambas extremidades. Esbozo una sonrisa al ver el brillo que emitía, alzando levemente las manos y abriendolas mientras dejaba que aquella galaxia aumentara su tamaño y los rodeara, acaparando toda la habitación mientras la iluminaba de una manera única. — Puedes abrirlos — comentó con voz suave.

— ¿Estás seguro? — Si bien se había dado cuenta del cambio de luz que había a través de sus párpados su miedo no le permitía confiar plenamente, o fue así hasta que sintió las manos del soviético sobre sus hombros, girándolo levemente hacia lo que él suponía era donde estaba el resto de habitación y no solamente la puerta.

— Sólo abrelos — fue un pequeño susurro, pero fue lo suficiente para que su cerebro confiara plenamente, abriendo los ojos y encontrándose con tal maravilla. Viktor se había posicionado a su lado, siendo testigo de como su mirada se iluminaba de mil puntitos y la amplia sonrisa que tanto amaba volvía a aparecer en su rostro.

— Nunca me dijiste que podías hacer esto, perro. — Empezó a caminar por el lugar, tratando de ver por todos los ángulos las brillantes constelaciones. Él únicamente conocía los modelos pequeños que podía hacer, no sabía que básicamente podía llenar una habitación de un holograma.

— No es lo único, creo que éste es mejor. — Horacio volteó a mirarlo, encontrándose esta vez como aparecía una mariposa con sus alas azules brillando, aleteaba quieta en su lugar, pero al momento en el que Volkov hizo un gesto con una de sus manos, rodeándola, empezó a volar por el alrededor del lugar, y tal como ella el soviético generó unas cuantas más, iluminando el lugar con las brillantes alas de las mariposas morpho y las titilantes estrellas. Horacio no salía de su encanto, fascinado con aquellos insectos que volaban a su alrededor y las estrellas fugaces que aparecían de repente, era simplemente maravilloso.

— Esto es hermoso Vik…

— Sí que lo es — pero al contrario de lo que creía Horacio a lo que se refería, él se encontraba embobado observando la alegría del moreno con los pequeños seres mientras le nombraba el nombre de las constelaciones, o solamente el par que se sabía. Pero esa imagen que tenía frente a él era más que suficiente para alegrarle la semana entera.

— Gracias por ser mi luz — consiguió escuchar decir a Horacio, sonriendo dio unos pasos hacia él, abrazándolo por la cintura y sin romper el contacto visual.

— Gracias por ser tú la mía — y en ese lugar iluminado con el amor de ambos, unieron sus labios en un delicado roce. Sabiendo que aunque estén en el lugar más oscuro del mundo, si estaban juntos podrían iluminar sus caminos, porque Volkov había descubierto que únicamente podía hacer brillar sus hologramas si pensaba en Horacio, y con eso él estaba más que satisfecho.

Volkacio Loving MonthWhere stories live. Discover now