A secret you want

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Día 1: Chocolate

Copiaba en su cuaderno tranquilamente lo que el profesor ponía en la pizarra, tranquilidad que se desmoronaba con cada bolita de papel que le llegaba a la espalda. Hartandose al sentir algo más duro, suponiendo que era una goma de borrar.

- ¡Qué! - Gritó en un susurro mientras volteaba a ver al rubio tras de él, notando que estaba a punto de lanzarle un pegamento en barra.

- ¿Tío ya descubriste quién te los manda? - preguntó igualmente en voz baja, acercando su pecho a la mesa para que el de cresta lo escuchara mejor.

- Hombre no sé, ¿Tú crees que ya lo encontré? - Respondió sarcásticamente.

- Y yo qué voy a saber, no soy quién llegó a la escuela al mismo horario que el conserje.

- Pues no, nadie se acercó a mi casillero desde que abrieron el colegio hasta la primera clase ¡Y adivina qué! Ahí estaba el chocolate de nuevo, tío que esa cosa se teletransporta te lo juro.

- ¡García, Pérez! ¿Algo que quieran compartir con la clase? - Les llamó la atención el profesor, no tardando ambos chicos en disculparse y continuar con la clase.

Desde hace un semestre Horacio se encontraba con un bombón de chocolate en su casillero, a veces dentro del estuche o en una cajita dentro de su mochila. Intentó por todos los medios adivinar quién se los daba, pero ningún intento dió fruto. Se quedó hasta tarde en clases, aún más tarde luego de su entrenamiento de volleyball, en los recesos, el almuerzo e incluso tuvo que sentarse fuera del colegio para esperar a que lo abrieran y ser el primero en llegar. Pero simplemente no veía nada, no importaba lo que hacía siempre aparecía a primera hora al buscar sus libros, luego del almuerzo al sacar su lápiz o al ordenar sus cosas en su mochila, la curiosidad lo estaba matando y ya no sabía qué hacer.

- Tu lo que estás es celoso, ¡Son Ferrero Rocher! ¿Tienes idea del dineral que se debe estar gastando esa persona en mí? Ya quisieras tú. - Ambos chicos caminaban por los pasillos del lugar, dirigiéndose a sus respectivos casilleros para buscar los libros de la siguiente clase.

- Y a mi eso qué me interesa, y a ti también, solo estás ilusionado porque te armaste el sueño de que es Volkov. Ay Volkov~ estoy muy cansado para volver a mi casa ¿Me acercas tú? - Empezó una imitación forzosa con voz aguda - Volkov~ ¿Me ayudas con la tarea de matemáticas? Volkov~ Volk- ¡Oye! - Se detuvo al recibir un zape en la cabeza.

- Yo no sueno así, aparte es mi amigo...que me gusta - dijo lo último en voz baja - pero igual, no lo trato como si yo fuera un arrastrado que mendiga por atención.

- A mi no me pides ayuda con la tarea, lo que tú quieres es que esté cerquita tuyo o vaya a tu casa, cerdo.

- No te la pido porque sé que si lo hago acabaré en la calle, ¡Tonto!

- Ay ajá. - Ya habían llegado a su destino, continuando con la conversación mientras abrían los casilleros. - ¿Por lo menos tienes algún indicio de que también le gustas?

- Bueno...es algo que uno siente ¿sabes? En algunos silencios o miradas, también cuando lo volteo a ver lo encuentro ya mirándome y..... - la oración quedó en el aire, extrañando al rubio por lo que no tardó en cerrar la puerta y ponerse de pié a un lado de su amigo. Notando que estaba leyendo una notita que estaba pegada a un bombón.

- ¿Otro? - Volteó a mirar al moreno, fijándose que no apartaba la vista del papel con el ceño levemente fruncido.

- Eh....b-bueno pues...parece que ya sabremos quién es.... - Respondió suavizando la expresión y alzando la vista hacia el rubio. Primeramente se había sorprendido por ver el dulce ahí, ya que cuando eran dos al día por lo menos no aparecían ambos de manera seguida. Pero ahora únicamente había aparecido con dos horas de diferencia. Lo segundo que notó fue que había un pequeño papel doblado pegado a la envoltura. Por lo que agarró el chocolate y desdobló el papelito. Al ver la letra se le hizo conocida, más su memoria no le ayudaba a recordar dónde la había visto, lo que hizo aún más interesante el contexto en el que estaba y lo que decía. "En el gimnasio a las 16:00, antes de la práctica."

- Hostia - Alargó Gustabo la última vocal al leer el mensaje. - Conocerás a tu Don Juan, ya me dirás cómo te fue al comerle el morro. - Horacio le dedicó una mala mirada mientras sacaba sus libros y cerraba el casillero, sería un largo día.

Y tal como lo pensó así fue, los segundos parecían minutos y los minutos horas. No prestó atención a las clases y sus cuadernos se llenaron de garabatos por los bordes. No sabía qué esperar, ¿Qué debería decir al encontrarse a la persona? Por lo de la letra supo que ya lo conocía, ¿Pero quién era? La idea de Volkov volvió a cruzar por su mente, quería creer que las actitudes que veía en él cuando estaba a su lado no eran pura ilusión suya, incluso a veces le preguntaba por los chocolates que le llegaban. También muchas veces le encontró con un sonrojo mirándole, o tal vez justo tenía calor cuando cruzaron miradas por casualidad. La incertidumbre le estaba matando y las teorías aumentando con cada minuto.

La última campana sonó, Volkov guardó rápidamente todas sus cosas y echó a correr hacia el gimnasio, encontrándose con Abdul en el camino. Deteniéndose para agradecerle su ayuda durante estos meses, quién dice que hacerte amigo del conserje no trae cosas positivas. Al despedirse siguió con el camino, llegando en un par de segundos al lugar. Sonrió al notar que no había nadie, aún tenía unos minutos para prepararse mentalmente por lo que estaba a punto de hacer. No sabía si esto arruinaría la amistad que tenía con el moreno, o si afectaría en el equipo de alguna manera, pero únicamente esperaba que si lo hacía por lo menos que fuera de manera positiva. Sacó la caja entera de chocolates de su mochila, quedándose mirándola mientras recapitulaba todos estos meses al lado del menor. Esbozó una pequeña sonrisa al recordar simplemente su mirada, lo tenía a sus pies con prácticamente nada y tenía miedo por eso. Pero el que no arriesga no gana, y él no perdía.

Escuchó una de las puertas abrirse, volteando con cierto temor vió al moreno acercarse a paso temeroso. Al ya tenerlo frente suyo sintió sus latidos latir desbocados, seguramente estaba rojísimo y evitaba mirarlo a los ojos. Ahora mismo estaba considerando que perder una vez no sería tan malo, pero definitivamente no había vuelta atrás ahora mismo. Luego de varios segundos en silencio se dignó a mirarlo, extendiéndole la caja de chocolates.

- Y-yo....me-, me gustas - Habló con un leve tartamudeo y temor. Temor que desapareció al ver la sonrisa en el rostro contrario, sonriendo igualmente. Al parecer su secreto le había gustado.

Volkacio Loving MonthWhere stories live. Discover now