Capítulo 35: La promesa

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Como todos los fines de semana, Butters acompañó a su madre a dejar los postres, que hizo ella, al establecimiento de los Tweak. Cuando entró al lugar se percató que una niña de once años estaba en una mesa cercana a la entrada de la cocina. Sin duda, sabía de quién se trataba.

    Cuando pasó al lado de Karen, ésta le sonrió con entusiasmo, a lo que Butters no pudo rechazar, así que hizo lo mismo. Le hizo unas señas de que iba a dejar todos los postres y que en un rato iría a verla. Karen dijo que sí con la cabeza y siguió dibujando en su libreta.

    En el camino, Butters se encontró con Kenny, así que fue a saludarlo, y a preguntar por qué Karen estaba, otra vez, en la cafetería. Lo último que sabía era que su hermanita estaba al cuidado de la Sra. Adams, pero ahora desconocía si ésta podía cuidar de la niña.

    —Hoy llegaste temprano —confesó Butters.

   —Sí, la Sra. Adams me avisó ayer que ya no podrá cuidar de Karen. Dice que ahora tiene que cuidar de su nieto, por lo que tendré que buscar a alguien más que se encargue de Karen —confesó Kenny, un tanto cansado.

   Ambos amigos se miraron fijamente, los dos sabían que iba a decir el otro y no estaban de acuerdo con la respuesta de cada uno. El primero en hablar fue Butters.

    —Yo podría... —pero fue interrumpido por Kenny.

   —Ni siquiera lo pienses, Buttercup. Ya muchos problemas te he dado como pedirte que cuides de mi hermana —dijo Kenny con un tono de voz serio.

    —Kenny, no me has metido en ningún problema y el que cuide de Karen jamás será un inconveniente. Sabes que puedes confiar en mí —suplicó Butters.

   A pesar de las suplicas de su amigo, Kenny dijo que no. Que buscaría a alguien más para cuidar de Karen. Butters no insistió más, aunque eso sí, se sintió un poco mal por el que Kenny no aceptara su ayuda. A él le gustaba ayudar, y saber que Kenny no lo necesitaba le dolía un poco; pero tenía que entender la decisión de su amigo.

   En cuanto pasaron veinte minutos, Butters logró terminar su labor. De modo que le dijo a su madre que se quedaría en la cafetería. Linda no estaba muy convencida, pero al final aceptó, ya que sabía muy bien las razones de su hijo para quedarse. Así que cuando Linda se marchó, Butters, sin pensar, se dirigió hasta donde estaba la pequeña Karen.

    Lo primero que notó Butters, al llegar con Karen, era que ésta seguía muy entretenida dibujando. Por lo tanto, prefirió tomar asiento enfrente de la niña y no hacer ruido. Cuando Karen se percató de la presencia de Butters, se sonrojó, así como escondió su dibujo detrás de sus manos. No es que no quisiera que Butters viera su dibujo, lo que le apenaba era que él también pensara que lo que hacía era estúpido y sin sentido.

   —¿Qué pasa? —preguntó Butters extrañado.

    —E-Es que... —y ahí quedó Karen. ¿Qué le podía decir a Butters? ¿La verdad?

   —¿Ocurrió algo? —volvió a preguntar Butters, pero esta vez algo triste— ¿No quieres que vea tu dibujo?

    —¡No! —gritó Karen en respuesta, como resultado, varios clientes voltearon a verla. Temían que la pobre niña estuviera teniendo problemas con ese joven, que se veía mucho más grande que ella. Karen, al captar las miradas curiosidad de los demás, se ruborizó—. L-Lo que qui-quiero decir es que... —y volvió a callar, seguido bajó la cabeza—, no sé si me vayas a juzgar por lo que dibujé.

   Dichas palabras hicieron sentir un pesar en Butters. De verdad, Karen ¿creía que se iba a burlar de sus dibujos? ¡Eso jamás! Nunca podría reírse de un dibujo de ella. Butters sabía que la pequeña amaba dibujar, por lo que un futuro artístico la esperaba, no había duda, así que para él, ver el proceso creativo de Karen, era un honor.

Empecemos desde cero (South Park)Where stories live. Discover now