Capítulo 41.
Niñez.
La manera en la que se sentía no había cambiado tras el paso de los años.
Su corazón aún se agitaba en júbilo cuando lo percibía. Era como una taquicardia, por supuesto, no de esas desagradables que harían sollozar a cualquiera, sino, algo más dulce, como un beso cálido bajo el atardecer de invierno, o una tierna caricia a la mejilla húmeda de algún sollozante.
Era algo genuino. Un sentimiento devoto e inexplicable que YoonGi jamás pudo descifrar, porque lo que la presencia de JiMin representaba para él no era algo que pudiera ser explicado por medio de palabras o burdos ejemplos, tediosas conversaciones o una visita al psicólogo.
Lo que sentía por él, era extraño.
Era un "así y ya".
- Los cerezos están comenzando a florecer - Musitó una tierna vocecita infantil. - Al final de las clases, regresemos, quiero verlos de cerca.
Entonces el adolescente se detuvo a su lado, con las manos en los bolsillos mientras alzaba vagamente la mirada para observar aquello que tanta emoción le producía al azabache.
En efecto, los cerezos florecían hermosamente tras la llegada del invierno, cubriéndose de nieve sutilmente como un acto juguetón por parte de la madre naturaleza, que si bien, para el pálido no resultaba en absoluto interesante, disfrutaba por la sonrisa que producía en el infante a su derecha.
Asintió, murmullando un pequeño sonido en correspondencia a la petición del menor, para de esta manera continuar su camino en completo silencio, disfrutando de su recorrido, pero sobre todo, de su compañía.
YoonGi había conocido a JiMin el año pasado en el internado donde estudiaban. Este se había acercado sigilosamente hacía su mesa para tomar asiento, y de un momento a otro iniciar una conversación interminable que duró, sin exagerar, más haya de la puesta de sol aún cuando el descanso para desayunar había terminado poco menos de las nueve en punto de la mañana.
Así fue como se conocieron, y a partir de allí, se volvieron inseparables. Claro, sus horarios de clases eran distintos, YoonGi cursaba dos grados superiores a JiMin, vivían en diferentes lugares, con direcciones opuestas e intereses y personalidades completamente distintos, pero de alguna u otra manera, congeniaban muy bien, eso sin mencionar que un extraño sentimiento los unía aún sino comprendían al cien por ciento de que se trataba.
Pero en fin, eran niños. Seguramente era algún lazo amistoso que con el tiempo se desgastaria y terminaría por separarlos.
¿O no?
Tal como habían acordado, se encontraban dentro de aquel parque admirando el espectáculo rosado que los cerezos habían planeado incluso antes de la llegada de los últimos meses del año.
JiMin retrataba con emotividad dichos árboles. Plasmando su devoción en el cuaderno de apuntes del adolescente tras cada pincelada, sintiéndose dichoso de estar ahí, en ese momento, con YoonGi, quien le miraba desde cerca sin decir nada, como siempre.
Porque si algo caracterizaba su extraña relación, era el silencio.
Podían pasar horas y horas sin pronunciar sonido alguno, y aún así, estar en el mismo canal, disfrutando la comodidad que uno le producía al otro.
- ¿Debería sentirme culpable por transformar la aritmética en pétalos rosados? - Preguntó JiMin tras varias horas en silencio, siendo burlon con su persona misma, pues en su cuerpo no había ni el más remoto sentimiento de culpa. - ¿Debería, hyung?
- Sería un desperdicio si fueran un asco - Respondió crudamente el pálido. - Pero tú los hiciste, así que no es un desperdicio... incluso considero que es bonito...
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Gente Como Tú • TAEKOOK • +18
Любовные романы°•○●Sus manos entrelazadas al igual que su amor colándose por cada poro del otro en un calor hermoso. Sus miradas hechas una sola y conectadas. - Acepto, acepto intentarlo contigo una y mil veces más - Musito el pelogris con una sonrisa cuadrada en...
