10

78 10 0
                                    

Miré fijamente cómo Mina cortaba con las tijeras aquel trozo de cinta americana y me la ofrecía. La atrapé con cuidado en mis dedos, exáminandola con detenimiento, luego la miré a los ojos y me sonrió.

- Vamos... Hazlo. Quiero saber qué se siente, puede que te logre entender un poco más y así... hacer algo. No sé el qué, pero algo se nos ocurrirá, ¿no? -asentí, algo tímida, terminando por colocarle con cuidado la cinta sobre sus labios.

Mina se la acabó de pegar con sus manos y, entonces, cuando estuvo bien enganchada, me miró con una media sonrisa en su rostro. No podía ver su boca, pero sí sus ojos medio cerrados. Hizo señas como que tenía un pincel en sus manos y señaló mi estudio. Al ver que yo no la entendia (en realidad sí lo hacía, pero era divertido verla así), comenzó a berrear cosas que me provocaron una pequeña sonrisa.

- Mh, mmmmmmh, mh. Mh, MMH. -señaló con más insistencia mi estudio y yo con una sonrisa puse el dedo índice donde suponía que debían estar sus labios. Me llevé una sorpresa al tener ese contacto tan inmediato con ella casi inconscientemente.
Me levanté tan rápido como me di cuenta de aquello, volviendo a buscar las distancias entre nosotras. Disimulé mi pequeño susto haciendo que me dirigía en realidad al estudio y lo abrí, dejando que Mina entrara detrás mío. Agarré una de las muchas batas llenas de pintura que tenía colgadas en el perchero y... Me di cuenta de que Mina estaba dirigiendo una mirada por todo mi cuerpo, y cuando reparó en que yo la había descubierto sus mejillas se tornaron de un color rojizo, ¿Qué miraba? Uh, seguro que se trataba de la bata... ¡No era mi culpa de que la pintura se esparciera con tanta facilidad sobre aquella tela!

Mina también se colocó una de las batas y, cuando cogí un pincel, quise hacer lo mismo, pero tan solo le aparté la mano con el ceño fruncido. Abrí un cajón del escritorio que tenía para cuando Hoon quería dibujar conmigo, no quería que estropeara mis mejores pinceles si no sabía ni cómo utilizarlos.

Cuando me encontraba preparando los colores primarios en mi paleta de colores, me di cuenta de que Mina estaba colocando un nuevo lienzo blanco sobre el caballete, ajustándolo. Una de mis cejas se alzó, puesto que no sabía realmente qué pretendía conseguir con todo esto. Intenté recordar las palabras que Marta siempre repetía, "déjate llevar".
Mina se acercó a mí, atrapando con sus manos la paleta de colores primarios que había preparado. Miré la cinta que seguía llevando en sus labios y no pude evitar reír suavemente, era gracioso, pero en realidad que estuviéramos en ese cómodo silencio me transmitía felicidad de algun modo.
Al salir de mis pensamientos, encontré a la tailandesa escribiendo con el color azul algo en la parte superior del lienzo, "Miedos". Después me miró y me ofreció la paleta para que la sostuviera. Así lo hize y ella volvió a tomar el pincel, esta vez con color verde: "A perder", escribió. En ese momento entendí lo que quería hacer, así que solo saqué mi pincel del bolsillo de la bata y lo pasé sobre el amarillo, comencé a escribir bajo su miedo con mi horrible letra de niña pequeña: "A las personas".
Cuando Mina leyó que le tenia miedo a las personas, me miró frunciendo el ceño, seguramente no comprendía cómo podía temer a las personas y sin embargo estar con ella pintando.
Puso su propia mano sobre su pecho y yo asentí, sí, le tenía miedo. Tanto miedo como al otro 100% de las personas que me rodeaban, porque al fin y al cabo todo el mundo acababa alejándose de mi. Tenía miedo a ese sentimiento, el sentimiento de rechazo que provocaba en todos.

Con un suspiro, volví a mojar mi pincel en el tono amarillo y volví a escribir: "A cualquier tipo de dolor".

Sin querer, me di con el pincel en la mejilla. Iba a limpiármelo, pero Mina frenó mi mano, negó con la cabeza para coger un poco más de azul con su pincel y dibujar algo más en mi mejilla. Yo estaba casi temblando por nuestra cercanía, intentando contenerme para que la ansiedad no me comiera el sentido común por completo. Comencé a respirar de manera pausada, quería tranquilizarme y poco a poco lo logré. Cuando Mina terminó, yo ladeé la cabeza, sin entender. Me puso las manos sobre los hombros, consiguiendo que así me diera la vuelta para quedar cara a cara con el espejo que había colgado en la pared, ahí vi que había aprovechado aquel punto amarillo para empezar a dibujar una pequeña flor de pétalos azules. Escuché a mis espaldas que se quitaba el trozo de cinta
americana de un tirón, seguido de un quejido. La miré, comprobando que la parte superior de sus labios estaba rojiza e hinchada. Era idiota.

CAOS/michaengWhere stories live. Discover now