V

59 4 0
                                    

Klaus no había dormido tan bien en toda su vida hasta esa noche. Pero, nada más despertar, sintió inmediatamente la ausencia de su compañero en la cama. Con los ojos cerrados, buscó a tientas el cuerpo de Cinco. Luego bostezó largamente y la preocupación cayó sobre él como una cubetada de agua helada al notar que Cinco no sólo no estaba en la cama, sino tampoco en la habitación.

-¿Cinco?- golpeó la puerta del baño con la esperanza de que su adorado hermano estuviera allí, pero el silencio se prolongó hasta que, falto de aliento, corrió a vestirse sus ropas.

Como un exhalido, cruzó la sala del bar hasta la recepción y entregó la llave con manos trémulas.

-¿Vio a un jovencito pasar por aquí?- a continuación dio señas que, seguramente, le resultarían particularmente ofensivas a Cinco. Como que era de baja estatura y tenía cara de pocos amigos.

La recepcionista asintió a la descripción.

-Salió hace unos cuarenta minutos aproximadamente.

-Diablos, diablos, diablos- farfulló Klaus por lo bajo.

Faltó de ánimos, entregó su tarjeta para que le hicieran los cargos correspondientes y decidió salir a tomar un taxi que lo llevara de regreso al aeropuerto.

Debió haberlo esperado. Había sido demasiado bueno para ser verdad.

Pero ¿En qué se había equivocado?

A su parecer esa había sido una de las mejores noches de su vida.

Pero aparentemente no para Cinco.
**

Tuvo que preguntar en casi todas las terminales del aeropuerto para enterarse de los vuelos más próximos. Había solo cuatro, pero iba a ser más complicado averiguar en cual viajaría número Cinco. Si es que lo hacía.

Entonces se le ocurrió ponerse en contacto una vez más con uno de sus seguidores para obtener algunos datos.

Solo una llamada y Klaus anotó toda la información en una servilleta. Después corrió, maleta en mano, hasta la terminal número ocho. Ojalá no fuera demasiado tarde.
**

No lo fue. Tras el registro de sus maletas y la verificación de su pasaporte e identificación, Klaus pudo hacerse de un boleto de ida a Hawaii. La idea en sí no le emocionaba tanto, pero decidió verlo como un "retiro espiritual" necesario. Había que deshacerse de las malas vibras y esas cosas.

Su vuelo partía dentro de media hora, hasta entonces Klaus se aseguró de tomar su medicamento cuando creyó ver a su difunto hermano sentado a su lado.

No es que quisiera bloquear su presencia del todo. Pero necesitaba estar centrado para hablar con Cinco. Tampoco quería que lo tomara por un loco. Que, viéndolo bien, no estaba muy lejos de la verdad.

Al abordar el avión y tomar asiento, empezó a sentirse extremadamente relajado. Entonces vinieron visiones. Klaus no estuvo seguro de si fue un sueño o un recuerdo, pero a su mente acudió Cinco sentado a la orilla de la cama, sosteniendo la sábana contra su cuerpo desnudo. Con las hebras oscuras de su flequillo cayendo con suavidad sobre sus ojos.

Y Klaus quería alcanzarlo. Había intentado tocarlo antes de que Cinco se levantara y le dirigiera una mirada incriminatoria y desdeñosa.

"Tu me dejaste ahí"

Le oyó decir antes de que Cinco procediera a tomar sus prendas del piso.

Mareado, Klaus parpadeó y tuvo que sostener la bolsa de estraza de su asiento cerca de su rostro. No vomitó, pero las náuseas lo hicieron rebullirse en su lugar.

¿A qué se refería Cinco?

¿Eran reales esas imágenes o lo había soñado?

Preocupado, se quedó mirando en dirección a la cabina de vuelo.

No vería a Cinco hasta llegar a su destino, pero la duda lo estaba matando.

Si no te hubiera conocido Where stories live. Discover now