Solamente buscaba mi libertad. Quería ser libre. Pero gracias a ese estupida prueba que me obligaron a presentar, los encontre.
Volví a ser encarcelada.
Y ahora, con el triple de dolor.
Era como... una flor marchita.
.-.-.-
Espero y que la disfrut...
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Samay Meyer
—¡Voy a gritar si no me sueltas! —no me respondió, inhale, dispuesta a gritar, pero antes me dio una fuerte nalgada, desinflandome en el proceso.
¡Qué desvergonzado! Lo acababa de conocer y ya me había nalgeado.
—Suéltame. —grite, volviendo a patalear.
—Ya, ya, Sam. Eron, bájala. —el mencionado me bajo, al ver que estaba muy enojada. Me mareé un poco y Baris me sostuvo antes de caer. —Sam, ¿podemos entrar al restaurante y disfrutar de una linda cena? —preguntó tranquilamente, tomándome de los hombros. Iba a refutar, pero vio mis intenciones y me interrumpió. —Nadie te dirá algo por la forma en la que vas vestida y si alguien te dice algo, déjanoslo a nosotros. —me regalo una preciosa sonrisa, que ni cómo negarme.
Suspire y rede los ojos.
—Buen, bien. Solo porque me estoy muriendo de hambre
Ayuda, ¿en qué momento deje de ser tan terca y ceder tan rápido?
Sonrieron.
—Muy bien, entremos entonces. —expresó Khaled, poniéndose a mi lado.
—Vas a ver que te va a encantar la comida. —dijo esta vez Lucian, parándose a mi otro lado.
—¿Qué tipo de comida venden? —pregunto Domani, posicionándose adelante nuestro.
Lentamente, comenzaban a hacer una muralla a mi alrededor, que gracias a sus grandes alturas, me dejaban sin verme.
Milos y Brais se posicionó tras de mí en silencio y Eron no se movió. Lo mire, detrás de todas esas expresiones frías, pude ver a un niño regañado, que me dio ternura.
—Ven acá, Eron. Te perdono por ser un idiota. —le sonreí y extendí mi mano hacia su dirección. Se sorprendió un poco, para proceder a tomar mi mano, quedándose atrás.
—¿Entramos? —pregunto un muy sonriente Brais.
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—¡DC es mejor! —chille en dirección de Brais, el cual, resultó una excelente persona para conversar, pero con muy malos gustos para las películas.
