Capitulo 6

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Samay Meyer

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Samay Meyer

¿Cuánta seguridad puede haber en un solo hotel?

Muy a duras penas me dejaron pasar a los terrenos del hotel, más no me dejaron entrar al edificio.

Que ridículo.

Me indicaron que me sentara en una banca y esperara a que llamaran a quien yo estaba buscando. Le hubiera avisado a mi cita que ya había llegado, si no me hubieran quitado todo en la entrada.

Repito, que ridiculos.

Tome asiento en una banca algo escondida. Me abruma ver a la gente andar de un lado a otro.

Mire a mi alrededor buscando algo entretenido que hacer.

—Estas sentada en mi banca, niña. —dijo una voz masculina. Mire a quien me dijo eso.

Era un señor, tal vez de unos 40 años. Sus ojos eran de un azul muy profundo y sus cabellos rubios caían por su cara, haciéndolo ver muy sexi. Llevaba su ceño fruncido, viéndose más masculino e intimidante, más no me inmute.

—No veo su nombre en la banca. —le respondí indiferente.

—¿Tus padres no te enseñaron modales? —pregunto algo irritado.

—Mis padres me han enseñado lo suficiente como para saber cuando me equivoco y cuando no. En estos momentos, no me he equivocado. Usted no estaba sentado en esta banca, ni su nombre está grabado aquí.

—Eres irritante. —un aura dominante lo cubrió, más no daría mi brazo a torcer.

—Señor, ¿por qué no se sienta en otra banca?,  ¿no mira que todas las bancas de esta área están solas o necesita lentes? Creo que por aquí traigo los míos. —solo arrugo más su nariz.

—No me gustan las demás. Solo está me gusta. —respondió, duramente. —Ahora, muévete, te he dado una orden.

Lo mire enojada.

—Mire, señor. Estaba considerando mostrarle mis modales y dejarlo sentarse conmigo, pero, usted ha sido un grosero y no es merecedor de compartir banca conmigo. —le dije.

—Esta pelea es infantil. Mira niña, no sabes con quién te metes, así que cierra tu hermosa boquita y quítate. —me pare furiosa de la banca.

—¡Es usted un maleducado! —le grite, acercándome a él.

—Y tu muy ruidosa. ¿No puedes callarte? —pregunto enfadado.

Mire a otro lado. Si lo seguía mirando, juro que lo iba a golpear.

—Usted es un idiota.

Le dije y eso lo sorprendió. Aproveche esa sorpresa para salir enfadada de ese escondite.

¿Quién se cree ese cabrón para decirme que hacer y que no?

¡Qué le den al muy hijo de puta!

De tan enojada que estaba, choque con alguien.

5 están bien, pero, ¿15?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora