XII.

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Rojo se asustó cuando el rufián cayó repentinamente, pero no hizo nada por él.

Como pudo con su hombro dislocado, se quitó el cinturón que apresaba sus manos. Se giró y se sentó, soltando pequeños gemidos de dolor de vez en cuando. Cogió el cinturón y lo pasó por su muslo herido. Lo ató fuertemente por encima de la navaja, para disminuir el dolor y el flujo de sangre.

Cuando comenzó a sentir un hormigueo en su pierna derecha, fue cuando decidió levantarse.

Escaló la valla a pesar de su dolor. Tardó bastante en llegar a su casa, con el Demonio Mayor tras suya, pero lo hizo.

Lo primero a los que se dedicó nada más entrar fue a encender el agua fría de la bañera, desnudarse y meterse por completo. No le importó que su piel se hubiese erizado o que hubiese comenzado a tiritar. Tan solo se quería liberar de todo rastro que aquel deshonrado hubiese osado dejar en ella.

El agua se había comenzado a colorear de rojo, como ella.

Miró a su derecha y alcanzó a ver unas tijeras, las mismas que usó su madre para cortarle el pelo un mes atrás, una semana antes de que su pesadilla comenzase. Estiró el brazo, temblorosa, y las sujetó con fuerza. Teniendo el instrumento entre sus manos, la dirigió a su entrepierna. Quería deshacerse de toda impureza. Sólo tenía que eliminarlo. Eliminar las marcas, las señales. Todo lo que le recordase a aquel infierno.

Pero no fue capaz. Dejó caer las tijeras en el agua congelada. Y lloró. Lloró tanto que sus lágrimas ya no querían salir. Lloró tanto que se durmió.

Más tarde llegaron sus padres a casa. Sandra se encontró con la puerta del baño abierta, y gritó fuertemente cuando se encontró a su hija desnuda en una bañera con sangre, los labios morados por el frío y un hombro hinchado. Por el agua roja semi transparente se veía la navaja clavada en su muslo, que la adolescente no se vio capaz de quitar. La mujer soltó otro chillido al verlo.

Se había desmayado por la enorme pérdida de sangre. Menos mal que ellos no llegaron demasiado tarde.

Rápidamente la sacó de allí, la secó y la vistió.

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Rojo despertó en la cama de un hospital. Estaba resfriada, lo notaba por la de veces que moqueaba y sus estornudos constantes. Su madre se encontraba dormida en una silla a su izquierda, y a su derecha se encontraba Zalgo.

El arma blanca ya no estaba donde su pierna. Tenía varios puntos ahí, cerrando la profunda herida. Intentó moverla, pero le dolía todavía.

Su brazo estaba sujeto por un pañuelo y atado a su cuello, para proteger a su hombro, que ya habia sido colocado en si correcto lugar, y que no se hiciese daño.

Lo primero que hizo su madre al abrir los ojos fue abrazarla, teniendo cuidado con su brazo, y preguntarle sin parar si se encontraba bien, con las lágrimas cayendo.

[Mierdi-dibujo de Rojo en multimedia]

Ya llegamos a los 2k de leídos y 400 votos y estoy muy feliiiis *-*

Y la historia ya casi ha alcanzado su final. Me dan ganas de spoilearos, pero mejor no lo hago (?). Me da para un par de capítulos más, y seguramente la semana que viene será el último.

¡Pero no os preocupéis! Porque en cuanto lo acabe, comenzaré a publicar los capítulos de "Sin Luz" de Offendy-chan, y será menos trágico que LC (눈▽눈) y además yaoi *lanza pañuelos*

Bueno, espero que os guste :3

Nos vemos

La Canción ||Zalgo|| [#Creepyawards2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora