2. TRAIDOR

992 84 2
                                    

Me siento tan extraña...

Estoy en mi casa, observando mi habitación justo como la dejé hace cuatro años, escuchando la plática de mi hermana pequeña mientras mi madre se mantiene callada encima de mi cama y aún así... nada en este lugar lo siento como mío. He echado tanto de menos a todo y a todos, incluso al cepillo de dientes y ahora... no siento nada en absoluto. Tengo la sensación de estar en la casa y en la habitación de alguien más...

<<La Caeli que se fue no es la misma que regresa.>>

—¿Por qué no podemos ir al velatorio de Paulo? —mi pregunta le corta la voz a mi hermana e incluso la respiración. Sin embargo, yo me enfoco en la mirada triste y temerosa de mi madre. Siempre ha sido inhibida, pero hoy lo esta más que nunca—. ¿Qué está pasando, mamá?

Ella se pone en pie para acercarse a mí y besarme la mejilla, confundiéndome todavía más.

—Pregúntale a tu padre.

—Él no está aquí —replico con voz firme—. Por eso te lo pregunto a ti.

—Yo no puedo responderte esa pregunta y ni te molestes en usar tus métodos persuasivos con Emilia —señala a mi hermanita, ahora cohibida—. Nadie en esta casa te dirá nada hasta que tu padre lo decida. Es bueno tenerte de regreso —me vuelve a besar mientras me abraza—, pero estabas más segura viajando por Europa.

Lo último me lo susurra al oído antes de marcharse, dejándome descolocada por completo.

—¿Me vas a contar qué demonios sucede? —tanteo el terreno con mi hermanita.

—Ya oíste a mamá. No puedo contarte, pero... —me detiene cuando avanzo hacia ella con mi mirada más imponente— puedo mostrártelo.

—¿Mostrarme qué?

—Deja de hacer preguntas que no puedo responder y cámbiate de ropa —su tono imperativo me hace alzar las cejas con algo de incredulidad y me detengo por unos segundos a observarla con detenimiento. No sé por qué me parece estarme viendo a mí misma hace cuatro años. Solo nos llevamos un año de diferencia—. Viste de negro, vamos a salir.

El auto se detiene a unos pocos metros del montón de gente y el pánico me paraliza de forma repentina

—Me has traído al funeral de Paulo —aunque parece una recriminación, mi tono comedido y ronco deja la frase en una simple expresión.

—¿Quieres respuestas o no?

Sí, pero... los Parisi y los Bellini estarán ahí. Vince y Drake estarán ahí... Los veré a la cara después de años y no me siento preparada en absoluto.

—La prensa no puede ni sospechar que estoy aquí —es lo que termino respondiendo.

—Tranquila, conozco una entrada trasera.

En efecto, rodeamos el lugar con el auto y entramos por una puerta custodiada por hombres que parecen conocer a Emilia y nos dejan pasar.

Camino decidida detrás suyo, pero a medida que me acerco al salón mis pies pesan más y más hasta que me obligan a detenerme. Sin embargo, es demasiado tarde. Estoy en la entrada de la capilla en donde velan al Capo di tutti Capi y me he convertido en el centro de atención. Aunque... todas las miradas quedan opacadas por la azulada que siempre me ha hecho perder la razón.

<<Drake>>, lo llamo con el pensamiento y él reacciona como si hubiera podido escucharme.

Pero no me observa con la adoración que acostumbraba a hacer, ni con la picardía que le solía caracterizar. Por el contrario, es sus esferas celestes no hay más que hielo y odio. Demasiado rencor.

<<Ven conmigo. Es ahora o nunca>>, sus palabras hacen eco en mi cabeza.

Siento la lágrima descender por mi rostro al mismo tiempo que él se da la media vuelta para desaparecer. Me dispongo a seguirle, pero entonces me tropiezo con la familia Bellini en su totalidad (incluyendo a los hermanos Parisi), quienes construyen un muro a mi alrededor.

—¿Qué hacéis vosotras aquí? —Adolfo toma la palabra como cabeza de familia.

Quiero hablar, pero tengo un nudo en la garganta que me está reventando las cuerdas vocales y me ahoga...

—Queríamos despedirnos de Paulo —mi hermana intercede—. No queremos problemas, Adolfo.

—Entonces no debieron haber venido —apenas consigo reconocer al menor de los hermanos Bellini, quien interviene con una expresión furiosa y bastante extraña hacia mi hermana.

La discreta discusión continúa, pero yo no escucho, enfocada en mi mejor amiga y mi ex novio tomados de la mano.

—¡Eliza! —la abrazo con nostalgia. La he echado tanto de menos... y encima, hace semanas que no hablamos por teléfono—. Lamento mucho tu pérdida.

En respuesta ella me separa de un empujón, dejándome totalmente confundida.

—¿Lo lamentas? —no sé por qué su pregunta parece una ofensa—. ¿Es en serio?

—¡Por supuesto! Adoraba a tu tío...

—Será mejor que te marches, Caeli —Vince habla por primera vez, helándome la piel.

Me clavo las uñas en las palmas de las manos para combatir el remolino de sensaciones. Mi temor era justificado. Ver a todos y lidiar con los sentimientos que me provocan al mismo tiempo es más de lo que puedo soportar.

<<Me estoy ahogando.>>

—No lo entiendo —suelto sin más, pensando en voz alta—. ¿Por qué no podemos pasar? ¿Desde cuándo nuestras familias son enemigas?

—¿No lo sabes? —bufa mi amiga con una sonrisa cargada de amargura—. Por supuesto que no. La princesa Rinaldi nunca sabe nada, porque todos la protegen.

—¿Y según tú qué es lo que debo saber, Eliza? —inquiero, dejando de lado el hecho de que me esté hablando con tanto desprecio, cuando hasta hace dos semanas éramos uña y carne.

—¡Abre los ojos, maldita sea! A mi tío no lo mató ningún ruso —la vista se me queda perpleja, sin saber cómo reaccionar. No conozco la razón, pero por algún motivo mi cerebro intuye sus próximas palabras—. ¡Fue tu papito! Ugo Rinaldi es un traidor de la Mafia Siciliana.

Peligrosa TentaciónTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang