Tenía mucho talento. Me había dado cuenta, pero nunca se lo había dicho aunque debería haberlo hecho. Tendría que haber compartido con él muchos pensamientos.

Dejé la carpeta en la mesita auxiliar. Cuando lo recuperase, hablaríamos de todos los cambios que quisiera hacer en nuestro dormitorio. Podría hacer lo que quisiera con todo el apartamento; mientras él estuviera allí, bienvenidos fueran los cambios.

Pero lo primero era encontrar a mi marido.

Fui a su dormitorio y saqué una caja del estante que había en el armario. Sabía que contenía documentación legal de Penny y de él. Me senté en el diván y abrí la carpeta, desterrando el sentimiento de culpa. Eran sus objetos personales y tenía la sensación de que no debería revisarlos sin su permiso.

Sin embargo, no me quedaba alternativa.

Una hora más tarde, lo devolví todo a la caja mientras la cabeza me daba vueltas. Harry era realmente bueno con la contabilidad. Acababa de comprobar lo cerca del umbral de la pobreza en que había vivido. Que cada centavo que había ganado lo destinaba a Penny y a su cuidado.

Había comprobado cómo los gastos aumentaban muchísimo mientras que sus ingresos apenas lo hacían. Había reducido sus gastos personales al mínimo, se había mudado a un sitio más barato y había gastado lo imprescindible en el día a día.

Al recordar cómo lo había tratado en la oficina, lo que había tenido que aguantar a diario, cómo me había burlado de sus escasos almuerzos… me sentí fatal.

La vergüenza, punzante y abismal, me abrumó al pensar en todo lo que había hecho, en cómo le había hablado. El hecho de que lo superase, de que me perdonase, era un milagro.

Cerré la caja. Aunque ya sabía más cosas de su vida y del amor incondicional que había sentido por Penny, la caja no contenía pistas acerca de su paradero.

Saqué las dos cajas sin abrir de la parte inferior del armario y las revisé en busca de pistas. Sin embargo, horas más tarde, me aparté, derrotado. Contenían varios objetos personales: proyectos escolares, boletines de notas, algunos objetos coleccionables, unas cuantas fotos familiares y recuerdos de su época de adolescente.

Eran recuerdos que significarían mucho para él, pero que para mí no significaban nada y que no contenían nada que pudiera llevarme hasta él.

Lo devolví todo a las cajas y me levanté, cansado pero decidido. Eché un vistazo por la habitación antes de empezar a revisar los cajones, las estanterías y el cuarto de baño. Repasé las fotografías que había en los estantes, examiné los objetos decorativos y acaricié los lomos de los libros. Dudaba mucho de que su lectura preferida me diera pistas.

Apagué la luz y bajé las escaleras. Me serví un whisky y me sorprendí al darme cuenta de lo tarde que era.

Me fui a la cocina, pero no tenía hambre. Tomé una manzana y la mordisqueé mientras me sentaba frente a la barra. Mi mente lo recordó en la cocina, preparando una comida impresionante. Recordé su risa y cómo se burlaba de mí cuando protestaba porque la cena estaba tardando mucho.

«Paciencia, Draco. Los que esperan con paciencia reciben su recompensa», dijo él mientras se reía entre dientes.

Cerré los ojos. No podía ser paciente a la hora de buscar a Harry.

Solté la manzana a medio comer. Me fui al despacho, encendí el ordenador y busqué una dirección de correo electrónico a su nombre; claro que no me sorprendió no encontrarlo. Empecé a beber el whisky con la vista perdida.

Me encantaba que fuera al despacho y se sentara delante de mí. Yo le enseñaba el proyecto en el que estaba trabajando, y sus comentarios siempre eran positivos y útiles.

Contrato de MatrimonioWhere stories live. Discover now