Capítulo 14

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Se había quedado mudo. Sus labios se movían, pero no articuló palabra alguna. Después, hizo una cosa rarísima.

Se echó a reír. A mandíbula batiente. Se cubrió la boca con la mano, pero no pudo silenciar las carcajadas que seguían brotando de su garganta. Hasta tal punto que acabó llorando de risa. Era un sonido que no le había oído antes, y si bien debía reconocer que su risa era muy contagiosa, no me hacía ni pizca de gracia el motivo de su hilaridad.

Me eché hacia atrás y crucé los brazos por delante del pecho.

—El asunto no tiene gracia, señor Potter.

Supuse que oír cómo me refería a él con tanta formalidad conseguiría cortar de raíz la histeria, porque eso era lo que debía de ser. Sin embargo, el único efecto que pareció tener sobre él fue redoblar sus carcajadas.

Golpeé la encimera de granito con la mano.

—¡Potter!

Se dejó caer sobre la encimera mientras se secaba los ojos. Me miró y empezó de nuevo. Más carcajadas. Me puse en pie y eché a andar hacia él, sin saber muy bien qué iba a hacer cuando llegara. ¿Lo zarandearía? ¿Le daría una bofetada?

Lo tomé de los brazos y, sin pensar en lo que hacía, pegué mi boca a la suya, silenciando el ataque de locura. Una extraña calidez me subió por la columna cuando lo pegué a mi cuerpo y lo besé. Empleé toda la frustración que me provocaba para castigarlo y obligarlo a callarse. El problema era que no parecía un castigo. Más bien parecía un placer. Un placer ardiente y arrollador.

Me aparté con un gemido, con la respiración acelerada.

—¿Has terminado ya? —mascullé.

Él me miró fijamente, por fin en silencio, antes de asentir con la cabeza.

—A riesgo de que empieces a reírte de nuevo, Potter, ¿te casarás conmigo?

—No.

Lo zarandeé un poco.

—Dijiste que lo harías si era necesario.

Suspiró y volvió a sorprenderme. Me tomó la cara entre las manos y me acarició la piel con los dedos.

—¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres muy impetuoso, imbécil?

—La espontaneidad siempre me ha venido bien.

—Yo lo llamaría impulsividad, pero tú llámalo como quieras, si eso te permite dormir bien por la noche.

—¿Por qué no quieres casarte?

—Draco, piénsalo. Piénsalo bien. Si tu instinto no falla y Remus tiene sus sospechas y nos casamos ahora mismo, lo único que conseguirás es que sospeche todavía más, no menos.

Clavé la mirada en sus ojos verdes mientras mi cerebro asimilaba esas palabras. Retrocedí un paso, y sus manos me soltaron la cara, cuando comprendí que tenía razón.

—En fin… mierda.

—Tengo razón y lo sabes.

Detestaba admitirlo, pero desde luego que tenía su punto de razón.

Contrato de MatrimonioWhere stories live. Discover now