Capítulo 25

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En la tranquilidad de mi templo, Cibeles, Fortuna y yo estábamos viendo y estudiando los últimos informes redactados de las sesiones del Senado, llegando a la conclusión de que la creciente ansia de expandirnos más allá de las fronteras de la península llevaría a una guerra contra el monopolio mercantil púnico.

En la misma habitación que nos encontrábamos, Cunina y Carmenta estaban al cargo de los gemelos, los cuales estaban jugando en el suelo con sus juguetes.

—Si entramos en guerra, los costes de producción tienen que aumentar—Comentó Cibeles.

—Si hacemos que aumenten los precios, muchos de los bienes primarios se verán gravemente afectados y esto lo sufrirá el bolsillo de los romanos—Añadió Fortuna—Debe haber una forma de preparar todos los recursos para que sea viable la guerra.

—De los recursos humanos no os preocupéis—Dijo Marte entrando en la sala—Las legiones están bien instruidas y preparadas para el enfrentamiento. Los astilleros están en marcha, se están construyendo trirremes y galeras a gran velocidad—Marte tomó un asiento y se sentó junto a nosotras—El Senado esta deseando ya dar la orden para iniciar la guerra.

—No va haber guerra hasta que de a luz. Eso lo tienen que entender y me da igual como se pongan—Dije mientras me acomodaba en el asiento, aunque ya con dificultades.

—Estas a nada de parir, Roma—Dejó caer Marte su mano sobre mi tripa.

—No tientes a Fortuna, que puede que rompa aguas.

—¿Has sentido alguna contracción?—Preguntó Carmenta.

—Alguna he sentido y de como ya la criatura se estaba colocando. Temí que esta mañana ya me pusiera en labor, porque sentí una muy fuerte.

—Te queda muy poco, Roma—Comentó Cibeles—En esta semana das a luz.

—Entonces habrá que ponernos en marcha y acondicionar la habitación del parto—Dijo Cunina—Cuando diste a luz a los gemelos, no pudimos hacer bien la preparación.

—Cunina, recuerda que en ese instante la ciudad estaba sucumbida en el caos. Roma hizo lo que pudo por su ciudad, pero estos pequeños—Carmenta miró con una sonrisa a los gemelos, recordando cuando los ayudó a salir al mundo—Nacieron en el momento que todos romanos debían llenarse de valentía y honor. Vinieron en el momento indicado.

Virtus y Honos nos miraron con sus pequeños ojos y con una gran sonrisa en su rostro, donde pudimos ver claramente sus dientes de leche.

Honos gateó hacia su padre, lo cual Marte se inclinó con los brazos abiertos para recibirlo. Pero, es su camino tan cerca de las manos grandes su padre, el pequeño empezó a erigirse sobre sus pequeñas piernas, lo que hizo que  captara toda la atención de los presentes.

—Venga mi Honos, ven con papá—Dijo Marte con una amplia sonrisa y con los ojos brillantes de la emoción que estaba sintiendo—Vamos mi soldado.

—Papa—Honos se puso completamente de pie y dio sus primeros pasos hacia las manos de su padre y cayó a salvo en ellas.

—Mama—Virtus también se ánimo a levantarse y caminar hacia nosotros. Pero sus pasitos fueron torpes y cayó de golpe contra el suelo.

—¡Sus primeros pasos!—Dijo Cibeles mientras recogía del suelo a Virtus, el cual no había llorado por el golpe que se había dado contra el suelo—¡Que campeones sois los dos! ¡En nada os vemos corriendo por el templo!—Le dio un beso en la mejilla. La sonrisa de la antigua reina se borró cuando sus ojos se posaron en mi—Roma ¿Estas bien?

Mi cuerpo estaba preparado para dar a luz, mi vientre se contraía con cada contracción. Marte se giró y vio el estado en el que me encontraba.

—Carmenta, Cunina—Dije mientras me daba una fuerte contratación—Ya viene.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora