Capítulo 17

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Castillo Kinloch
Con su joven doncella escoltándola, Serena llegó a la escalera de la torre. Subieron un piso y  luego se dirigieron a otro largo pasillo iluminado con antorchas.
—¿Vamos bien por aquí? ―preguntó Serena después de haber recorrido una gran distancia  por los pasillos del castillo—. Creía que íbamos a cenar en la Torre Este. —
—Sí, milady, pero me han ordenado que primero la traiga aquí. —
Llegaron a otra escalera y subieron hasta el final. La doncella hizo un gesto con la mano.
—Él la espera aquí para acompañarla al comedor, milady. —
Esperando que su doncella se refiriera a Seiya, Serena recorrió la azotea y miró al cielo  nocturno. Las estrellas brillaban y no hacía aire. Algunos jirones de nubes flotaban ante la Luna.
Miró desde el este al oeste preguntándose cuánto tiempo tendría que esperar.
—Lady Serena. —
Esa voz ronca y familiar llegaba desde el otro lado de las escaleras.
Entonces, la oscura apostura de Seiya se hizo visible a la luz de la luna. Sintió que sus rodillas  casi no la sostenían. Estaba mareada de excitación
—¿Por qué me has convocado aquí? ―preguntó intentando esconder sus sentimientos.
—Quería darte esto ―dijo buscando en su sporran—. Y no me atrevía a ir a tu cama otra vez. —
Sacó su pesado collar de perlas y esmeraldas y se lo ofreció. Las piedras brillaban bajo la luna.
—Creo que tengo aquí unos pendientes también ―añadió palmeando su escarcela.
Serena intentó coger el collar, pero él, rápidamente, lo retiró.
—¿Qué me darás a cambio? —
En su mirada había un brillo juguetón de lo más encantador, que la sorprendió. Nunca antes se  había mostrado así con ella.
—Eres un bromista. ―Intentó quitarle las joyas, pero él las escondió tras su espalda—. Debería  besarte como lo hice en Drumloch ―dijo ella—, sólo para castigarte. —
La diversión en sus ojos se desvaneció y se puso serio.
—Esas son palabras muy peligrosas. Por favor, permíteme. —Se colocó tras ella para colocarle  el collar alrededor del cuello y cerrarlo—. Nadie me había llamado bromista antes ―dijo mientras  ella temblaba bajo su cálido contacto—. A las mujeres solía importarles más otros aspectos de mi carácter.
—Pero nuestra situación es diferente, y yo no soy como las otras mujeres ―dijo ella,  refiriéndose sobre todo al hecho de no tener recuerdos, claro.
Se puso de nuevo frente a ella.
Se movió para quedar frente a ella.
—No, no lo eres. Eres más bella y mil veces más intrigante. —
Que Dios la ayudara, porque sentía como si flotara en un mar de dicha.
—¿Me das mis pendientes, por favor? ―preguntó extendiendo la mano.
La miró a los ojos mientras buscaba de nuevo en su escarcela y sacando un aro cada vez. Se los dio y la miró mientras se los ponía.
—Ahora ya tienes el aspecto apropiado de una heredera ―dijo él.
Ella levantó una ceja.
—A duras penas soy apropiada. Deberías saberlo mejor que nadie ya que has dormido conmigo  bajo las estrellas sin chaperona a la vista. —
—Ahora, ¿quién es la bromista por recordármelo? ―Sus ojos sonreían de una manera que  hacía que el pulso se le disparara.
—Donde las dan las toman, señor. —
—Sí, y si no llevara tres años medio muerto a la fuerza, te enseñaría lo peligroso que es  bromear con un hombre como yo. Ya ves, me atraen las cosas brillantes y tú, milady, eres  deslumbrante. —
—Gracias por el cumplido ―dijo Serena inclinando su cabeza agradecida.
Pero había mucho más que eso. Le encantaba que él flirteara con ella y le enseñara su famoso encanto que le había ocultado hasta ese momento.
—¿Puedo escoltarte hasta el comedor? ―preguntó tendiéndole la mano.
—Eso sería maravilloso ―replicó ella—. Estoy absolutamente hambrienta. —
Durante más de diez años, Seiya se las había arreglado para evitar relaciones “permanentes” con las damas. Podía detectar una mujer traviesa a veinte pasos y, a la vez, este tipo de mujeres  buscaban en él una relación sin complicaciones. Ellas sabían que él ni buscaba ni quería amor. Eso ya lo había tenido una vez, con Kakkiu, y cuando ella murió no le quedaron ganas de buscar a otra  para reemplazarla.
Con los años, ninguna mujer le había hecho sentir lo que sintió por su primer amor: el dramático deseo adolescente, la capacidad de sacrificar todo por esa persona que parecía destinada a ser su pareja para siempre. El poder y la intensidad de su breve relación y matrimonio no lo había vuelto a vivir después de Kakkiu.
Siempre le había sido fiel, si no con su cuerpo, sí con su corazón. Había buscado la intimidad a través de encuentros sexuales con mujeres que no querían otra cosa de él más que placer físico.
Hasta la maldición, claro, que le había exiliado a una vida de celibato y completa abstinencia de intimidad de cualquier tipo.
Esa noche, sin embargo, mientras escoltaba a Serena hasta el comedor privado de Kunzite,  sentía todo tipo de emociones no deseadas. Emociones que le molestaban y excitaban, ya que por ellas, estaba tentado a querer más que una simple satisfacción física.
Mientras caminaban juntos por los corredores del castillo, le llegaba el intoxicante aroma de su perfume floral. Todo en ella era un desafío para su capacidad de contención, su brillante cabello rubio y sus suaves labios de cereza; su redondeado pecho casi derramándose por encima del escote del corpiño en una lujuriosa explosión tentadora. Quería devorarla a la primera oportunidad y eso le preocupaba, porque no se trataba de una prostituta de taberna sin moral. Ella era algo completamente diferente.
Al fin, llegaron al comedor privado, donde un fuego ardía en la enorme chimenea. La mesa de caoba lucía bien pulida y adornada con candelabros de plata y coloridos cuencos de fruta. Los muros estaban panelados con madera de cerezo y las ventanas cubiertas con pesados cortinajes de terciopelo.
Kunzite y Lita se giraron para saludarles a la luz de las velas. Un sirviente con una bandeja de plata les ofreció vino en copas doradas con joyas incrustadas.
—Lady Serena, el vestido brilla cuando usted lo lleva ―dijo Lita—. Espero que sus aposentos fueran de su agrado. —
La conversación continuó trivial, no todos los días una noble dama de las Tierras Bajas cenaba  en las habitaciones privadas de Kinloch, y, ciertamente, no bajo las extrañas circunstancias en las que se encontraban que, dependiendo del punto de vista, podría tratarse tanto de un mal entendido como de un posible secuestro.
Cenaron caldo de ternera con especias seguido de ganso asado con una espesa salsa de crema y verduras hervidas.
Cuando los sirvientes retiraban sus platos, Kunzite se giró en su pesada silla y pidió más vino.
—¿Ha decidido como desea proceder a partir de ahora, milady? ―preguntó él con su profundo acento escocés—. Puedo proporcionarle una escolta para que vuelva a Drumloch al amanecer si ese es su deseo.
—Se lo agradezco, señor ―replicó ella—. Por supuesto, desearía reunirme con mi familia, pero lo que deseo por encima de todo, aparte de conocer a mi hermana, es recuperar mi memoria y saber lo qué me pasó cinco años atrás. Ustedes me han ayudado inmensamente confirmando mi identidad y la existencia de mi gemela. No lo sabía, y ahora debo saber la verdad. Si estuviera en posesión de mis poderes, podría convocar a mi abuela a esta mesa, así le preguntaría directamente las circunstancias de mi nacimiento, pero, como no es posible, debo ser paciente y esperar el momento cuando regrese a Drumloch. —
Angus se inclinó hacia delante.
—¿Qué quiere hacer, Lady Serena? Puedo enviar a un mensajero esta noche si quiere. O, como ya he dicho, puedo hacer lo necesario para llevarla de vuelta con su familia. —
Serena se reclinó en su silla y consideró las opciones, luego miró a Seiya.
Él asintió, indicándole que también estaba a su servicio. Lo que necesitara lo tendría.
—Puede que enviar un mensaje sea la mejor opción ―decidió ella—. Quiero que mi abuela sepa que estoy bien y a salvo con gente buena. Además, le diré que fue mi elección dejar Drumloch y viajar hasta aquí para aclarar mi pasado. ―Ella miró a Kunzite de nuevo—. Luego, si usted puede arreglarlo, señor, me gustaría viajar a Edimburgo para conocer a mi hermana. —
Él inspiró profundamente.
—Me ocuparé de todo. —
—Gracias. Pero tengo que pedirle una cosa más y es que Seiya sea mi escolta. Me ha traído hasta aquí y confío en él para llevarme segura a mi destino. —
Kunzite se giró para mirar a su mujer, quien estaba tomando un sorbo de vino, mirándolo sobre el borde del vaso.
Lita se dirigió a Serena
—Entiendo su deseo de encontrar a su hermana ―dijo—, pero debo advertirla de que posiblemente le disguste. Ella no es como usted, Lady Serena. Ha vivido una vida apartada del mundo e intentó perjudicarnos a mi marido y a mí. También a Seiya. No pondremos obstáculos a su deseo de viajar a Edimburgo, por supuesto, pero, por favor, actúe con precaución. No tenga demasiadas esperanzas. Su hermana no es una persona de fiar. —
Serena sonrió con tristeza.
—Le agradezco su franqueza. Tendré en cuenta su consejo y espero poder devolverles algún día el favor. Son muy amables. —
Los platos de los postres llegaron con pasteles de azúcar y crema de mantequilla y la conversación volvió de nuevo a ser trivial.
Cuando la cena acabó, fueron todos juntos al Gran Hall, donde empezaba el baile. Lita llevó a Serena a conocer a un grupo de mujeres, mientras que Seiya estaba con Kunzite.
Seiya tomó una jarra de cerveza de un sirviente que pasaba.
—¿Sabe alguien que ella no es Minako? ―preguntó él—. Porque si alguien se equivoca, debemos corregirlo.
—Todo el mundo está informado ―replicó Kunzite—. Sospecho que despierta cierta fascinación―añadió—, especialmente de los que conocieron a Minako en persona. —
—Gemelas idénticas ―dijo Seiya tomando un trago de su cerveza—, pero totalmente diferentes. Lita ha estado acertada al advertirla de que no encontrará a una hermana amorosa en Minako. No la dejaré sola con ella, eso seguro. —
Kunzite lo miró con firmeza.
—Es verdad que Minako es volátil, pero no olvides que fue mi amante durante un año. No diría esto ante mi esposa, Seiya, y si repites algo de lo que te voy a decir te arrancaré la cabeza. Pero no estoy seguro de lo que me habría pasado si Minako no me hubiera llevado a su cama la primera noche que pasé en las Islas Occidentales, después de ser desterrado por mi padre. Seguramente me habría tirado de cabeza al Atlántico. —
Seiya miró a su primo incrédulo.
—Pero te traicionó. Le dio a tu enemigo información para atentar contra tu vida. Fuiste envenenado y atado a las almenas y trató de culpar a Lita de ello. —
—Lo hizo porque se sintió abandonada. —
Seiya lo miró consternado.
—¿Cómo puedes defenderla? Fue maliciosa y vengativa. Yo mismo me convertí en víctima de sus malas artes, y ni siquiera fui el que la plantó. —
—Tú fuiste el que fue a su casa y me sacaste de allí. —
Seiya giró y miró a Serena conversar con las otras mujeres. Era idéntica a Minako, pero cuando la miraba, la veía muy diferente de la bruja.
—¿Qué estás tratando de decirme, Kunzite? —
Su primo terminó la cerveza y dejó la jarra en la mesa.
—Sé cuánto te disgusta Minako, pero tu bonita heredera puede apartarse de ti si le haces la guerra a su hermana. Prepárate, Seiya. Y prepárate también para el hecho de que su familia podría no aprobarte. Posiblemente te prefieran colgando de una cuerda antes de que te conviertas en su nieto político.
—¿Quién está hablando de matrimonio? ―preguntó Seiya.
Kunzite lo miró a los ojos.
—He visto, durante la cena, cómo la mirabas. ―Kunzite hizo una pausa—. Ten cuidado, Seiya. La maldición… tiene más poder sobre ti del que supones. —
—No tienes que preocuparte por mí ―replicó—. He sobrevivido hasta ahora, ¿no es así? —
—No eres tú el que me preocupa. Es ella. Y ya que me he comprometido a asegurar su protección, pretendo enviar una escolta armada contigo hasta Edimburgo. Unos cuantos de mis mejores hombres, caballos extra, provisiones y un cocinero. —
—Todo eso no es necesario ―le dijo Seiya.
—Yo decidiré lo que es o no necesario, porque, ya que como la has traído hasta aquí, me has implicado en su desaparición. No repararé en gastos para devolvérsela sana y salva a su familia. —
Comenzó a sonar un animado reel y los miembros del clan se levantaron para bailar.
—Cuando llegues a Kilin ―continuó Kunzite—. Contrata un cochero fiable. Para tan a menudo como desee y, después de visitar a su hermana en Edimburgo, llévala hasta su casa en carruaje. Compra un vehículo si debes hacerlo, pero procura que llegue con todas las comodidades. Y si Minako anula la maldición, por el amor de Dios, libera tu lujuria con alguna otra, Seiya, no con Lady Serena. Ella no es para ti. —
Kunzite se fue dejándolo a solas, incómodo con el pensamiento de que no poseía la disciplina suficiente para obedecer a todas las órdenes de su jefe.
La música del Hall parecía ser cada vez más rápida y lo bailarines se movían muy rápido con los talones golpeando el suelo.
Se pellizcó el puente de la nariz haciendo una mueca por el ruido y el caos y su mirada buscando solamente a Serena.

***En un ratin subo el siguiente capítulo!!!

Seducida por el Highlander TERMINADAWhere stories live. Discover now