Capítulo 01

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Capítulo uno: ¿Cuánto tiempo es una vida?

Si el tiempo es cuantificable, medible y observable, ¿cuánto tiempo es una vida? Me lo pregunté de pequeña.

Descubrí que las vidas no se pueden medir. Nadie puede saber cuánto tiempo vivirá, solo esperas a tu destino decidir el rumbo de tu vida en este universo. El tiempo de tu vida no lo sabes tú, se descubre una vez que mueres. Es ahí donde sabes cuánto tiempo es una vida.

Dos, quince, veinte, cuarenta, ochenta años, todo depende tu suerte. De que tan generosos son contigo los Dioses. O qué tan afortunado fuiste al no encontrarte con depravados que te asesinen y te arrebaten de este mundo.

Qué importa si cuidas tu alimentación o haces ejercicio todos los días, si te encuentras en el lugar incorrecto a la hora incorrecta, puedes dar por hecho que el tiempo de tu vida fue corta.

Todo aquel, mujer u hombre que arrebate un alma, debe pagar el mismo precio.

Todo el mundo tiene derecho de una muerte digna, por vejez o de enfermedad. Pero jamás por asesinato, abuso o extorsión. Aquellos que asesinen, violen o roben manchan la sociedad y ocasionan la muerte de personas inocentes.

Das lo que recibes, decía mi abuela.

Así que, todo aquel que mate, morirá; el hombre que viole, abusado será; si robas deberás pasar por lo mismo.

Y de eso me encargo yo.

Esas palabras resonaron en la mente de Miguel.

—Estás loco —le dijo cuando ambos se miraban fijamente, separados por el vacío debajo de ellos.

—No me importa, Spiderman —respondió la silueta —. Mientras la gente podrida muera, este mundo podrá vivir en tranquilidad.

—Ya veo... —soltó un suspiro. —Tu y yo, después de todo, tenemos algo en común; el bienestar social. Pero la gente mala no debe morir, debe enfrentar a la justicia.

—Eso es tonto, hombre —bufó —. La justicia está tan distorsionada y la moral es relativa, ¿qué te hace pensar que un criminal deja de serlo? Las personas no cambian, siguen muriendo.

—Te leíste demasiada filosofía en tu escuela.

—Lo suficiente para no retractarme de mis palabras, Spiderman.

—Entonces, tendré que atraparte al igual que un criminal que tanto odias —vocífero, listo para lanzar una de sus telarañas y romper con la distancia que los separaba.

—Quiero verte intentándolo —la sombra, extendió sus brazos como si intentará recibir el próximo golpe que Miguel estaba apunto de ocasionarle, pero antes de que se tocaran, se tiró de espaldas al precipicio del edificio más alto de Nueva York.

—¡Oye! —apenas alcanzó a gritar. Se aferró al concreto de las esquinas de la azotea para asomar la cabeza y devisar que es lo que pasaba con su némesis. Pudo ver, que entre los edificios de una noche negra en la ciudad, la sombra no era sombra y se convirtió en una persona con capucha que intenta ocultar su rostro y que parecía caminar sobre el aire ya que no caía precipitadamente.

ANTIHÉROE ⋮ MIGUEL O'HARAOn viuen les histories. Descobreix ara