3. Lo que jamás esperé

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Me levanté muy temprano y como de costumbre fui directo a prepararme un poco de café, bueno, más bien, una buena taza de café que normalmente es lo único que tomo de desayuno, repasé mi armario para escoger mi atuendo del día y me decidí por mi un...

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Me levanté muy temprano y como de costumbre fui directo a prepararme un poco de café, bueno, más bien, una buena taza de café que normalmente es lo único que tomo de desayuno, repasé mi armario para escoger mi atuendo del día y me decidí por mi uniforme de bata y mono en color morado, uno que me obsequió mi madre en mi último cumpleaños. Observé bien mi atuendo y sonreí al recordar la cara de mamá el día que me lo entregó, se veía, incluso, más feliz que yo de recibirlo, recordé también que no había hablado con mis padres y aproveché el momento para marcarles a móvil.

—Hola, cariño. ¿Qué tal estas? —Escuché la voz de mi padre.

—Hola, papá, estoy muy bien, ¿cómo van sus vacaciones?

—Excelentes, hija, los gemelos sin salir del agua. Regresaremos el viernes.

—Envíame la hora de aterrizaje para ir por ustedes —dije emocionada, soy muy unida a ellos y ya los echo mucho de menos.

—Está bien, hija, pero si tienes algo que hacer nos vemos en casa.

—Nada de eso, desde ahora queda cancelado cualquier plan que tuviese. —Reí.

—Como tú digas, cariño, hasta el viernes.

—Te amo, papá.

—Yo te amo más, mi princesa.

Colgué con los ojos vidriosos y con lágrimas a punto de salir como cascadas, escuchar eso de "princesa" que tan hermoso sonaba en los labios de ese hombre que tanto adoro era maravillo-so. Tengo a los mejores padres del mundo y me siento muy feliz por ello. Me dejé de sentimentalismos porque se me hacía tarde para llegar a mi consultorio. Al finalizar, me di un vistazo en el espejo.

«¡Bien! Ya volví a ser la Dra. Coleman»

En ocasiones, me entraba la incertidumbre de saber qué pensarían mis pacientes al verme con una ropa casual y en un sitio cualquiera, bailando lo que sea o peor aun tomando licor, ¡por dios!, sería un escándalo debo cuidarme de eso.

Saludé al conserje del edificio con cariño, encendí mi auto y comencé mi recorrido hasta mi consultorio, pero estando ya cerca me fijé en que la puerta del edificio se encontraba llena de personas y policías. Me asombró ver tanto revuelo allí, pero mi asombro se transformó en preocupación al ver que tenían la puerta sellada con cintas amarillas y daba la impresión de que no estaban dejando ingresar a nadie. Seguí conduciendo un poco más lento para ubicar un puesto de estacionamiento, mas era tanta la algarabía formada que no me fue posible estacionar. Me tocó dar vuelta y estacionar una cuadra antes, apagué el motor, tomé mi bolso y me acerqué caminando. Me abrí paso con cuidado entre la multitud y vi a Andrea, quien me reconoció de inmediato y comenzó a caminar hacia mi encuentro.

—Buen día, Dra. Coleman, temo que hoy no podemos pasar —informó con pesar señalan-do a los policías que estaban en la puerta.

—¿Sabes qué es lo que ha sucedido?, pronto llegaran los pacientes, debemos a me-nos informarles.

A prueba de balasWhere stories live. Discover now