Nathan me agradece con una sonrisa cansada y toma la taza entre sus manos.

Bebe despacio, disfrutando del cálido líquido que le reconforta. Mientras tanto, yo me siento en una silla cercana y observo.

En sus manos, delicadamente esculpidas, sostenía una taza de té humeante. El vapor ascendía con gracia, creando un halo de misterio a su alrededor. Cada sorbo que tomaba era un ritual, una comunión entre su ser y el elixir que le otorgaba una calma efímera. Sus labios, sensuales y perfectamente formados, rozaban la porcelana con una elegancia casi poética, desatando un deseo irrefrenable de ser la taza que tocaba con tanta delicadeza.

Su presencia era una oda a la masculinidad en su forma más sublime.

Una toalla blanca envolvía su cintura, creando un contraste entre la pureza del tejido y la fuerza imponente de su físico. La toalla parecía apenas contener la potencia que yacía debajo, como si cualquier movimiento suyo pudiera hacerla desaparecer en un instante.

—Buenos días—me dice, como si aún estuviera agotado.

—Buenos días.

—¿No vas a quedarte bebiendo un té conmigo? —me pregunta.

—No, debo volver con Dan. Seguro se estará preguntando dónde me he metido.

—¿Están saliendo?

—No—me echo a reír—. Sólo estamos viviendo en la misma habitación. Amaya y Adiele se quedaron con la mía.

Pone los ojos en blanco con sus manos sosteniendo la taza de té.

—Adiele es insoportable cuando se lo propone. No debiste irte. Debiste quedarte peleando por ese sitio que era tuyo—me dice con tanta indignación que parece como si se lo hubieran hecho a él.

—Me ofrecieron dinero, mis padres recortaron mis gastos así que no me quedó otra que aceptar.

—Pídeme dinero a mí.

Frunzo el ceño y sonrío.

—Estás loco.

—Es en serio. Pídeme dinero a mí, Evangeline.

—No haría eso nunca y ni siquiera nos conocemos—me rio débilmente.

Nathan suspira, comprendiendo mi postura, y apoya la taza de té en la barra que separa la cocina de la habitación. Sus ojos oscuros se encuentran con los míos, y por un instante, siento como si el tiempo se detuviera.

—Entiendo tu deseo de independencia, Evangeline pero honestamente no te creo una mierda. Todos necesitamos a alguien.

—No necesito tu dinero, Telesco—le digo en seco.

Nathan me observa como si estuviera desafiándolo. Vuelve a tomar su taza de té y bebe otro sorbo.

—En este palacio lo necesitas. Seguro el vuelto que Adiele te dio te cubrirá hoy y mañana los gastos que hagas.

—Ya me las arreglaré—me encojo de hombros.

—No seas orgullosa. Pídeme dinero.

—No, no voy a hacer eso—me vuelvo a reir, bajándome de la butaca—. Ahora que no te veo con fiebre, me iré a mi habitación y regresaré a la cama.

—¿A la cama con mi hermano? —se burla.

—Dan y yo somos amigos ¿es que es tan raro eso?

—Honestamente sí. Dan no suele tener amigas

Nathan ríe entre dientes, y puedo ver una chispa traviesa en sus ojos.

—Bueno, supongo que eres una excepción entonces. Pero ten cuidado, las amigas de mi hermano no suelen durar mucho tiempo.

Arqueo una ceja, curiosa por su comentario.

—¿Y eso por qué? ¿Son tan difíciles de tratar?

Nathan se encoge de hombros y se acerca hacia mí, dejando la taza de té a un lado.

—No es que sean difíciles, es solo que mi hermano tienden a ser muy protector. Cualquier chico que se acerque a una de sus amigas tiene que pasar por un interrogatorio exhaustivo.

Sonrío ante la imagen mental de Dan haciendo un interrogatorio a algún desafortunado pretendiente.

—Bueno, eso es comprensible. Quiere asegurarse de que estén con alguien decente y que no les haga daño.

Nathan asiente, pero parece perdido en sus pensamientos por un momento. Luego, sacude la cabeza y vuelve a enfocarse en mí.

—De todos modos, si necesitas algo, no dudes en decírmelo. No quiero que te sientas incómoda aquí por falta de dinero.

Aprecio su preocupación, pero no quiero abusar de su generosidad.

—Gracias, Nathan, pero realmente puedo manejarlo. No te preocupes por mí.

Él sonríe, pero hay algo en su expresión que me hace pensar que hay más detrás de su oferta de ayuda.

—Está bien, si cambias de opinión, solo dímelo. Estoy aquí para ayudar.

Nos quedamos mirándonos por un momento, y siento una extraña conexión entre nosotros. Aunque solo nos conocemos desde hace poco tiempo, parece que hemos pasado por mucho juntos.

Nathan rompe el contacto visual y se dirige de nuevo hacia la cama.

—Bueno, supongo que debería volver a dormir un poco más. Gracias por el té y por estar aquí, Evangeline.

—De nada, Nathan. Descansa y espero que te mejores pronto.

Salgo de la habitación y regreso a mi cuarto, pensando en la conversación que acabo de tener. Nathan es un chico intrigante y misterioso, y tiene un encanto que me deja las bragas en el suelo.

Pero también me pregunto qué es lo que realmente quiere de mí.

¿Por qué está tan interesado en ayudarme? ¿Y por qué insiste en que no necesito mi independencia? Realmente lo vi desesperado para que acepte su oferta.

Mientras me acurruco en la cama junto a Dan, el cual sigue durmiendo porque son las siete de la mañana. Me arropo, mirándolo con la cabeza apoyada en la almohada y de golpe abre sus ojos. Las pupilas se le dilatan al verme.

Me asusto.

—No has dormido aquí—me dice, acusativo.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now