Capítulo 17

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CAPÍTULO 17.

EVANGELINE BROWN

Con cautela, mis dedos se aferran al picaporte de la puerta, una sensación de inquietud se apodera de mí mientras giro la manija. La madera cruje ligeramente al abrirse, revelando el interior del despacho envuelto en una penumbra impregnada de misterio.

Mi corazón, previamente agitado, parece detenerse por un instante al contemplar la figura que yace de espaldas ante mí. Reconozco al instante esa nuca, tan familiar y a la vez tan lejana. ¿Cómo podría olvidarla, incluso a esta distancia? Él, ajeno a mi presencia, parece sumergido en sus propios pensamientos mientras la brisa juguetea con las cortinas, añadiendo un toque de movimiento al estático ambiente.

El silencio se cuela entre nosotros, palpable y denso, como si todo el universo se hubiera detenido para observar este momento único. Mis ojos se humedecen ante la avalancha de emociones que me embarga, convirtiendo mi cuerpo en un campo de batalla donde los nervios y la nostalgia luchan por el control.

"¿Por qué estás aquí, mi amor?", susurro apenas, aunque sé que él no puede escucharme. Las preguntas se agolpan en mi mente, demandando respuestas que quizás nunca llegarán.

¿Por qué mi madre ha decidido traerlo de nuevo a mi vida, desatando una tormenta de emociones que creí haber enterrado? Esto es muy egoísta. Él no debería estar aquí.

El remolino de recuerdos amenaza con arrastrarme, devolviéndome a momentos que creí olvidados. Nuestros encuentros furtivos, los mensajes clandestinos, la pasión prohibida que compartíamos a escondidas. Todo ello resurge con una intensidad abrumadora, recordándome lo frágil que es el corazón humano y lo impredecible que puede ser el destino.

Y allí está él, con una maleta a su lado, ajeno a mi presencia pero a la vez tan cercano. Observo sus brazos, la forma en que sus dedos danzan nerviosamente sobre el asa de la maleta, y me pregunto qué estará pensando en este preciso instante.

—Luke—murmuro, lo suficientemente alto como para que él pueda oírme.

Entonces, con un movimiento repentino, se levanta de la silla, sobresaltado. No recordaba lo alto y lo grandote que era físicamente. Me observa con esos ojos café que nunca sintieron nada por mí, pero que a la vez representaban una amistad dolorosa.

—¿Evangeline? —frunce el ceño, mirándome de arriba abajo, desorientado.

Entonces, su semblante serio y triste cambia por una sonrisa, y viene hacia mí a toda prisa para abrazarme con fuerza y darme un beso en la coronilla de la cabeza. Ahora soy yo la que se ha quedado congelada, con los brazos flojos y sin poder corresponderle el abrazo por lo absorta que estoy.

Respiro un momento, oliendo su colonia tan suave...

—Salvaste a mi familia de que durmiéramos en la calle —entonces me suelta de repente—. Este pueblo es el paraíso, es muy pero muy hermoso —se detiene, como si buscara las palabras adecuadas para expresar lo que siente—. ¿Es verdad que viviremos en una mansión y papá tendrá un trabajo digno con el tuyo? ¿Por qué de repente tienes tanto dinero? Ni yo ni nadie de la escuela sabíamos que eras millonaria.

Me echo hacia atrás, sonriendo nerviosa. Mis mejillas una vez más se ruborizan.

—Son muchas preguntas juntas —le digo, con la voz temblante. Carajo, cálmate Evangeline.

—Sólo quiero saber por qué decidiste honrar a mi familia con tal fortuna —entonces me dice, agradecido—, mis hermanitas podrán ir a las mejores escuelas, aprender muchísimas cosas para mejorar su futuro. Mi madre tendrá una vida mejor junto a papá. Estás haciendo demasiado por nosotros, Evangeline —entonces vuelve a abrazarme.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora