AZALEA

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Casita Madrigal, Colombia

POV Isabela Madrigal

La extraña flor flotó con una singular delicadeza por encima mío, con un vaivén digno de una danza que únicamente puede encontrarse en la naturaleza. La sigue la carta con un movimiento un tanto brusco y sordo, terminando así ambos objetos a mis pies.

La brisa suave que las acompañaba parecía querer comunicarse en un idioma desconocido, haciendo movimientos ondulantes en mi cabello y revoloteando alrededor mío. En el fondo del murmullo del viento logro escuchar el nombre que parecía entrometerse en los espacios de mi mente y tomaban parte de lo que parecía convertirse en una agonía para mi.

- Gracias - Apenas logro articular, y la extraña brisa se aleja de manera estridente levantando una mata de hojas de algunos arboles a su paso.

Con cierta desconfianza tomo ambos objetos y me detengo unos segundos a admirar la pequeña flor que se encomiaba por si misma. Era suave y un tanto traslucida, un color blanquecino níveo la adornaban, y brillaba en la oscura noche que emergía desde el fondo de la ciudad tan conocida para mi.

Acerqué la flor hacía mi y el aroma era exquisito ¿Cómo es que esta mujer tiene tan buen gusto? Pensé

Una sonrisa inconsciente bailaba en mi rostro y no pude evitar cerrar los ojos para disfrutar de la dulce sensación que parecía gobernarme.

Mire a mi alrededor nerviosa y sin pensar mucho en mis emociones tomo la carta y me dirijo a mi cama. El rosa de mi habitación tenía un tono sombrío, generalmente las flores responden a mis emociones y todo a mi alrededor parecía recordármelo.

Las ansias por abrir aquella carta parecían ser un monstruo insaciable, que dudaba entre perder la poca cordura que quedaba y tirar ese pedazo de papel, o leerlo y así disminuir la curiosidad que enternecían una parte desconocida de mi ser.

La carta se retorcía entre mis manos pasando de un lado a otro como si dudara, y realmente era yo la que dudaba si valía la pena leerse o podía sin más huir nuevamente de aquellos sentimientos que jugaban a desconocerme.

Sin pensarlo mucho comencé a abrir el sobre que contenía las palabras de aquella mujer que hace mucho había dejado de parecerme una desconocida.


...

¿Escribirle yo? Era algo que no esperaba por su parte, tomando en cuenta la manera tan dura con la que terminé comportándome la última vez que le envié una carta.

¿Es acaso esta mujer masoquista o realmente está sintiendo la misma curiosidad que me carcome de saber sobre ella?

No quería esperar demasiado, realmente tenía muchas preguntas hacía ella ya que no tenía sentido alguno que nuestros destinos se encuentren entrelazados sin nada aparte de la magia como atadura. Cabe incluso creer en que quizás somos un mal chiste o algún hechizo de alguna bruja que intentaba probar si dos mujeres podrían estar juntas, algo así como una burla a la naturaleza y a la normalidad de esta.

Realmente tenía demasiadas preguntas, pero no sabía si responderlas con ella eran la decisión correcta.

Colombia, Casita Madrigal

Una muy turbada joven daba vueltas alrededor de su habitación mientras en sus manos se balanceaba aquel extraño papel que deseaba ser respondido.

Los oscuros ojos se distraían con cualquier objeto presente en la habitación. Los colores verduscos y rosas allanaban la imagen trémula que parecía agobiar a la joven, la cama levemente desordenada y la escultura de ella misma que parecía burlarse de la joven al verse tan patética. Era Isabela Madrigal ¿Cómo es posible que se sintiera tan insegura? Si su abuela estuviera ahí seguramente estaría decepcionada, no la había criado para ser una mujer débil e indecisa.

JACARANDA |Elsa x Isabela|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora