Distancia en el armario (1/2)

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

Stefan frotó sus párpados y suspiró, sintiendo el calor de su tibio aliento mentolado chocar contra su palma.

Cada vez que discutía con Calem, su casa se volvía más grande. Más vacía.

Ahora cada lugar que miraba le recordaba a ese hombre, incluso sus víveres estaban un estante más abajo para que Calem pudiera alcanzarlos cómodamente la próxima vez que viniera... sin saber que quizá nunca habría una próxima vez.

Dormir en su habitación era una tortura. Su cama se volvió un lugar importante y aunque se mordería la lengua antes que admitirlo en voz alta: estaba profundamente herido.

Su ausencia le dolía más que cualquier pelea, porque Stefan amaba más profundamente que cualquier otra persona, por eso el dolor era más grande de lo que lograba exteriorizar.

Fingiendo que todo estaba bien. Huyendo del problema. Escondiéndose de lo que estallaba en su pecho.

Quería verlo y hablar con él, pero no contaba con el coraje para hacerlo. Siempre fue el más inmaduro y cobarde de los dos, evadiendo todo como si eso lo solucionara.

Pero también era quien más sufría las consecuencias, porque su inexperto corazón sabía amar honestamente, pero no cómo hablar al respecto.

Se quedó en la sala, ya que subir a su habitación solo haría que quisiera llorar, cosa que se negaba rotundamente a hacer. No quería sentirse tan débil, roto y desanimado.

Su abatimiento fue interrumpido cuando la figura de París apareció detrás de una de las columnas después de cruzar la puerta.

«Y pensar que puso mi huella en el portero con tal de no bajar a abrirme cuando esta durmiendo» se jactaba para sus adentros el rubio, quitándose las gafas y atando su larga melena en un peinado recogido alto.

—¡Oye! ¡Stefan, ven! —gritaba a medida que sus zapatos resonaban en cada paso, creyendo que estaba en su habitación y por eso no le abrió a pesar de haber tocado y llamado a su móvil—. ¿Es cierto lo que se dice que hizo Chris? Tienes que contarme qué carajo hablaron en la reunión y confirmarme si realmente él...

Recién ahí el rubio notó que su primo estaba en el gran salón, sin emitir sonidos o rastros de vida.

Stefan ni siquiera quitó la mano de su propio rostro, no quería verlo, no quería verse ni él mismo al espejo.

—Mierda, las perras —maldijo Paris, que no estaba familiarizando a animales de un tamaño mayor a  treinta centímetros, haciéndolo tomar aire antes de hablar fuerte—: ¡Vamos, fuera! —las echó con voz grave y contundente, señalando la puerta de cristal que daba al patio trasero, viéndolas salir muy emocionadas.

EN EL ARMARIO (+18↔GAY)Where stories live. Discover now