Eran las 17:30 y Mikasa aún no había decidido qué ponerse. Estaba muy nerviosa y no conseguía ordenar sus pensamientos: ¿debería ir arreglada? ¿Debería ir más informal? ¿Qué impresión quería causarle? La azabache se estaba empezando a agobiar, así que se sentó en el suelo de su habitación para tomar aire. No comprendía por qué estaba tan nerviosa que rozaba los límites de la ansiedad. Si Eren siempre había sido su amigo, ¿por qué se preocupaba tanto de cómo la viera?
Tras pasar diez minutos replanteándose su existencia, Mikasa se levantó del suelo y escogió un vestido de tirantes negro con un cinturón. Ya comenzaba a hacer calor, así que no cogería ninguna chaqueta. Se peinó su brillante pelo negro y se hizo un pequeño eyeliner. Durante el último curso estuvo practicando mucho su maquillaje y dicha práctica comenzaba a dar sus frutos. Cogió un bolso para guardar su teléfono y su monedero y se dedicó una última mirada en el espejo. Se colocó el flequillo con los dedos, se veía bastante guapa.
Mientras Mikasa salía de su casa le llegó un mensaje.
— "Estoy ya aquí" —. Aún no eran las 18:00 en punto, Eren había sido muy puntual.
— "Yo ya estoy llegando jaja" —. Respondió la azabache mientras aceleraba sus pasos, pues no quería demorarse sabiendo que el castaño ya la estaba esperando.
Giró la calle y ya le vio. Allí estaba Eren, apoyado sobre la pared del escaparate de la tienda donde habían quedado. Estaba tan distinto y tan igual como siempre...
Su estilo había cambiado un poco, ahora su ropa era de colores más oscuros de lo que solía ser. Su pelo había crecido un poco, al igual que su altura. A pesar de haberle visto por el instituto, Mikasa no se fijó en aquellos detalles que ahora observaba a simple vista. Sin embargo, a pesar de estos cambios, Eren seguía siendo el mismo. Seguía poseyendo aquella "esencia" invisible que atraía a Mikasa como si fuera un imán. Ni siquiera había hablado todavía con él, pero, con su mera presencia, provocaba que el corazón de la azabache alcanzase velocidades altísimas.
— ¡Hola! Cuánto tiempo —. Dijo Eren al verla llegar. Se separó de la pared y le dio un breve abrazo a Mikasa. La azabache se quedó bloqueada por unos instantes, era la primera vez que se abrazaban y el castaño había realizado aquella acción como si no le costase nada. Como si no supusiera nada especial.
— Hola. ¿Qué tal? — Inquirió Mikasa cuando se recuperó del abrazo.
— Bien, bien. La verdad que tenía muchas ganas de verte fuera del instituto —. Eren sonrió —. ¿Tú qué tal?
— Igual, yo también tenía ganas de quedar contigo —. Respondió apartando lentamente un mechón de su pelo tras su oreja. Con este movimiento cubrió el leve color que habían adquirido sus mejillas al escuchar las primeras palabras del castaño.
Eren y Mikasa comenzaron a pasear por los alrededores de la tienda mientras rompían el hielo con pequeñas conversaciones superficiales sobre cómo se encontraban sus familiares o cómo habían terminado el curso. Finalmente, Mikasa se atrevió a preguntarle acerca de lo que Eren le escribió la tarde anterior:
— Me dijiste que habías repetido curso, ¿no? — Se arrepintió al segundo de realizar aquella cuestión. Quizás había sonado como una cotilla al ser tan directa.
— Sí, repetí. A finales de curso mis padres comenzaron a separarse y tanto yo como mi hermano lo pasamos bastante mal. Mis notas bajaron mucho el último trimestre y en lugar de que me bajase también la media del curso decidí repetirlo para mejorar las calificaciones —. La respuesta de Eren causó mucha comodidad en Mikasa, pues sintió que le respondía con total sinceridad, como si la confianza que un día existió entre ellos aún siguiera ahí.
— No lo sabía, debe de haber sido muy duro para ti pasar por aquella situación solo... —. Dijo la azabache mientras clavaba sus ojos en Eren —. Bueno, solo no estabas, estabas con Mina —. Las palabras se escaparon de la boca de Mikasa. Ya la estoy cagando, pensó para sí. En esos instantes, quería enterrar la cabeza en el suelo como una avestruz y renegar de su última frase.
Eren rió.
— Sí, es cierto que estaba con Mina, y la verdad que sí me ayudó bastante en ese aspecto. Pero eso ya forma parte del pasado.
— ¿A qué te refieres? — Mikasa no estaba segura de lo que significaba aquello.
— Mina y yo ya no somos pareja. Lo hemos dejado hace unas semanas.
No cabía en sí de la alegría que esa respuesta le causó. ¿Eren ya no tenía novia? Era un sueño hecho realidad. Reprimió la sonrisa que se implantó entre sus labios mirando al suelo. No obstante, al segundo se sintió bastante mal de estar feliz por aquello, seguro que, fuera cual fuese el motivo de la ruptura, debería haber sido doloroso tanto para Eren como para su antigua amiga.
— Lo siento, hacíais muy buena pareja —. Mentirosa descarada, pensó.
— Bueno, supongo que esa era la imagen que dábamos —. Respondió el castaño con cara de circunstancias.
— ¿Qué quieres decir? — La necesidad de descubrir todo lo que había pasado entre ellos dos se apoderaba ahora de Mikasa.
— Me refiero a que Mina era un poco... — Eren alzó la vista, como si la palabra que estuviera buscando fuera a caerle del cielo — pesada. Quería estar conmigo todo el día, me escribía a todas horas, se presentaba en mi casa sin avisar... No sé, son cosas que me agobian bastante.
Mikasa se sorprendió por la respuesta del castaño. Ella también solía pasar todo el día con él y se intercambiaban mensajes con mucha frecuencia, ¿acaso Eren pensaba que Mikasa también era muy pesada? ¿Acaso era aquella la razón por la que él tampoco habló con ella durante el último curso? La azabache descartó dichas cuestiones tras enfriarlas en su mente, si pensase aquello, no me hubiera vuelto a escribir.
— Vaya, pues lo siento mucho. Quédate con las cosas positivas de la relación y ya encontrarás a alguien más —. Las ganas de añadir un "como yo" al final de la oración casi se escurren por el tobogán de su lengua.
— No tienes que sentir nada, la verdad que era una ruptura que en el fondo los dos sabíamos que se iba a producir. Pero bueno, ya hemos hablado mucho de mí, ¿tú tienes pareja?
Eren miró directamente a Mikasa. Qué directo.
— No, no he tenido aún ninguna pareja —. La azabache se puso un poco nerviosa ante la pregunta del castaño y los ojos verdes que ahora se clavaban en ella. Como resultado, aceleró un poco su paso inconscientemente.
— Ah, guay. Bueno, seguro que tendrás algún pretendiente —. Mikasa no sabía qué era lo que Eren pretendía. ¿Estaba tratando de sonsacarle esa información o tenía segundas intenciones tras aquellas preguntas? La azabache frenó sus pensamientos: puede que pregunte por mera curiosidad, no tiene por qué haber una pretensión detrás de sus palabras.
Mikasa rió para aminorar la incomodidad que se había formado en un instante entre los dos, y Eren siguió su risa.
— ¿Y por qué me dejaste de hablar? — El castaño volvía a la carga dirigiendo su verde mirada hacia la azabache.
— Yo no te dejé de hablar, simplemente nos distanciamos —. Respondió haciendo énfasis en el nos. Él tampoco había puesto de su parte para retomar el contacto hasta la tarde anterior —. Pero no creo que eso importe ahora, lo relevante es que hemos vuelto a quedar —. Añadió Mikasa rápidamente. Quería zanjar ese tema, pues temía que, si Eren seguía indagando en él, acabase diciendo cosas de las que luego se arrepentiría, tal y como la había sucedido antes.
Eren se quedó pensativo por unos momentos, causando unos segundos de silencio que para Mikasa duraron horas.
— Llevas razón. Lo importante es que ahora volvemos a estar juntos.
¿En qué sentido decía ese "juntos"? ¿Quería decir juntos juntos o juntos a medias? La cabeza de Mikasa iba a explotar con tanto sobre pensar.
Pasaron el resto de la tarde poniéndose al día de la vida del uno y del otro hasta que llegó la hora de despedirse. Tras recorrerse casi toda la ciudad a pie mientras charlaban, volvieron a su punto personal de encuentro, la tienda.
— Bueno, ya me vas escribiendo para volver a quedar —. Eren apoyó su mano sobre el hombro de Mikasa y la abrazó de nuevo.
— Sí, claro... te voy diciendo —. A la azabache le había vuelto a pillar de sorpresa el abrazo.
Eren la sonrió y se despidió con la mano, dándose la media vuelta y encaminándose de vuelta a su casa.
Mikasa se quedó de pie, como si el abrazo la hubiese convertido en una estatua, observando como Eren se alejaba más y más hasta que lo perdió de vista.
No podía seguir ocultándolo.
No podía seguir acallando el latir de su corazón.

Estaba perdidamente enamorada de él.

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