Libro 2: Capítulo 32. Monstruo

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84: Monstruo

84: Monstruo

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Kayla

Escuché los gritos y su desesperación se transformó en la mía, pero no sentí nada. No me moví ni siquiera cuando sentí las manos de mi tío en mi cintura, intentando arrojarme al piso, protegerme con su propio cuerpo. Observé las balas cayendo a mi alrededor, aplastadas como colillas de cigarros.

Más allá, mucho más allá, pude oír a Aleksi gritar mi nombre, creyendo, como todos, como yo misma, que eso me mataría. Pero ahí me quedé, impávida, hasta que la balacera se detuvo cuando los Edevane se dieran cuenta de que no me afectaba en lo absoluto. Mi tío me soltó, al darse cuenta de que tampoco tenía la fuerza para tumbarme.

—Demonios —murmuró, a mi espalda. Sus manos subieron por mis brazos, palpándome, buscándome cualquier tipo de herida. Le temblaban, al igual que su respiración, aterradas—. E-estas bien... ¿Kayla? Por todos los demonios.

Intentó girarme, para evaluarme, pero no pudo moverme ni un centímetro. Fuera de toda la furia que yo todavía sentía, por debajo de ella, reptando despacito en mi corazón, sentí conmoción por la manera en la que él, después de todo lo que habíamos discutido, después de que lo ataqué y él a mí, se preocupaba por mi bienestar.

Y aún así, era tanta la vorágine en mi pecho, ahora alimentada por la ira de su ataque tan bajo y cobarde, que no era capaz de voltearme y calmarlo. Mis ojos siguieron clavados en los Edevane. El mundo entero, mi mundo, mi mente, estaba enfocado en ellos. No podía detenerme a nada más.

—Llévate al abuelo —le dije. Los Edevane se estaban replegando. Podía sentir el miedo flotar en el aire ahora que veían mi inmunidad para el acero—. Huyan, todos. Los cubriré. Mataré a cada uno de ellos.

Allen no me contestó. Titubeó a mis espaldas. Sus manos dejaron mis brazos, cayeron lánguidas.

—Kayla —musitó. Había una nota de súplica, aunque no la misma que mi abuelo. Sus pensamientos me envolvieron y entendí, antes de que corriera hacia él y lo levantara con mi papá, a toda velocidad, que él me estaba suplicando que volviera sana y salva.

¡NO! —gritó mi abuelo. Incluso aunque no podía moverse, seguía intentando detenerme. Él sí quería impedir que hiciera lo que iba a hacer. Cuando di pasos hacia los Edevane, hacia donde estaba Aleksi, que me veía, pero yo no a él, se puso a llorar—. ¡Ha bebido sangre de vampiro! ¡NO LA DEJEN ASÍ!

—¡Y no hay nada que puedas hacer para detenerla! —respondió mi tío Allen, y yo avancé más y más, alejándome de ellos y estirando mis manos invisibles a todo Edevane que estuviera a mi alcance, huyeran o me enfrentaran como los imbéciles que eran—. ¡Ella va a estar bien! Tenemos que salir de aquí.

Mi abuelo protestó. No podía moverse con la columna rota, pero aún así, intentó luchar, soltarse de los brazos de sus hijos, porque su instinto le decía que debía protegerme, mientras que el mío me decía que yo tenía que protegerlos a ellos.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Where stories live. Discover now