Capítulo 01: Me gustaría volverlo a ver.

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¡No por favor! ¡Detente! mi voz interna grita al bus que se va alejando de la parada y no se detiene al ver a una pobre chica tratando de alcanzarlo.

Realmente soy la persona con la peor suerte en el mundo o mi celular me odia. Algo me dice que ambas. Voy llegando media hora tarde a la universidad, y para mi mala suerte, tenía un examen a primera hora y acabo de perder el autobús.

Me quiero morir.

Lo único que me queda por hacer, es esperar el siguiente autobús, mientras los minutos siguen pasando, y cada vez llego más tarde a clases.

Miro en la dirección en la que los buses vienen, y me encuentro con el milagro de que viene otro. Suspiro aliviada. Quizás Dios, o cualquier ser divino del universo, se apiadó de mí hoy.

Estiro mi mano para hacerlo parar, y ruego porque se detenga aquí y no me deje varada como una estúpida. Una oleada de alivio me golpea cuando si se detiene.

Como mi mala suerte jamás termina, el bus va repleto de gente. Creo que no cabe ni un alma más dentro del pequeño espacio, pero no puedo darme el gusto de esperar el siguiente, así que me sujeto de la puerta y me doy un impulso hacia delante, para poder entrar.

El bus comienza su trayecto, y yo necesito que alguien abra una ventana con urgencia. ¡El aire es tan pesado que apenas se puede respirar aquí!

La multitud de gente me aplasta, tanto así, que ni siquiera tengo que sujetarme de algo para quedar estable, ya que la montonera de gente me da el soporte para mantenerme en pie.

A medida que el bus avanza, en cada parada se van bajando más y más personas, dándome un poco más de  espacio para poder moverme. Ahora que no estoy  siendo sujetada por la gente, me doy la comodidad de apoyar mi cuerpo sobre uno de los barandales del bus. Suspiro. La profesora Linch va a matarme, pero confío en que se apiade de mí, sepa lo muy lejos que vivo de la universidad, que si llego tarde es producto de mi mala suerte -ya que nunca lo hago- y que en esta ocasión es mera culpa de mi celular, que sonó una hora después ya que de la nada misma se desconfiguró.

Poniéndolo así suena como una excusa bastante estúpida, pero no se me da mentir para nada, aunque lo intente. Acomodo mi mochila entre mis piernas y miro por la ventana para distraerme un poco del mundo, como siempre lo hago; sacando mi iPod, mis audífonos, la música en aleatorio mientras miro las calles y pasajes por la ventana, creando mi propio vídeo musical en mi mente. Entonces, en el reflejo del vidrio veo a un hombre. Giro mi cabeza para poder buscarlo, y resulta que esta frente a mí, sentado con un libro en su regazo, leyéndolo.

No sé exactamente por qué me llama tanto la atención, pero lo hace. Quizás porque es un hombre realmente atractivo; tiene el cabello corto y alborotado. Unas pequeñas y rizadas ondas color caramelo se posan sobre su frente. Su nariz es recta y en mi opinión, le va perfecta con sus facciones fuertes. Su ceño esta fruncido mientras presta toda su atención al libro que lee. Esta inclinado así que no puedo ver su portada, y realmente me gustaría saber qué lo tiene tan concentrado.

Es casi hipnotizante verlo leer. Como sus pestañas hacen sombra en sus mejillas y su entrecejo se frunce gracias a la concentración que le está dando a su lectura. Me he detenido a estudiarlo lo más que he podido en este tiempo que trascurre. Pude ver que tiene un tatuaje en forma de cruz en la curva que une su dedo pulgar y el dedo índice de su mano izquierda, y creo que me he enamorado de sus manos; la forma en la que sujetan el libro, cambian las páginas y mi favorita; cuando el cabello le obstruye la vista y enreda sus dedos en este para peinarlo hacía atrás.

El bus de detiene de pronto, y él alza la mirada para mirar por la ventana, a la vez que yo quito mi vista para que no sepa que lo estoy mirando y crea que soy una acosadora, que es exactamente lo que creo parecer en estos momentos. Miro distraídamente por la ventana, carcomiéndome la mente por el sólo pensamiento de que quizás me esté mirando. No he visto sus ojos porque ha tenido la mirada baja todo el trayecto, pero estoy segura de que debe de ser una mirada muy intensa.

Al ver las calles pasando, me doy cuenta de una cosa. No tengo la menor idea de en donde estoy. Me he pasado la parada en la que debía bajarme.

—Genial. —me digo a mi misma con sarcasmo.

Recojo mi mochila y la cuelgo sobre mi hombro mientras toco el timbre para poder bajarme del bus, pero no sin antes darle una última mirada al chico del libro. Su vista ha vuelto al libro que con tanto esmero lee, ésta vez sus manos han subido un poco más, por lo que puedo ver la portada del libro que trae en sus manos. Está leyendo "La máquina de follar" de Charles Bukowski y por alguna razón, siento el calor en mis mejillas.

"Algo muy apropiado para leer en un bus que se atesta de gente." mi subconsciente repone y otra parte me dice que no hay que juzgar a un libro por su portada, o en este caso, el título. 

Al bajarme del bus, y verlo partir lo primero que pienso es en porqué no estoy enojada o preocupada, siendo que deje pasar quizás unas nueve o quizá más paradas en la realmente tenía que bajarme, y sumando el hecho de que encima me acabo de perder una prueba de Economía muy importante.

Pero por alguna razón, no me arrepiento. De hecho, me siento, ¿feliz? No sé cómo debo describirlo, pero siento que he apreciado la belleza de ese hombre en silencio, y apreciado su lectura con admiración. Y realmente -realmente- me gustaría volverlo a ver.

Evan

Evan

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𝐁𝐎𝐎𝐊𝐒: Como si me leyeras ☕︎︎ 𝐡.𝐬Where stories live. Discover now