Capítulo tres.

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Me siento en la típica silla de habitación de hospital, a su lado. Me quedo mirándole, observando cada milímetro de su rostro. Tiene heridas, heridas horribles, aunque pensándolo bien, no es que haya heridas bonitas. Pero éstas tienen mala pinta, me da miedo pensar en cómo ha sido el accidente. Ya sabes, si le ha dolido, que ha pensado en el minuto de antes y ese tipo de cosas. Le tomo de la mano izquierda. Miro la vía y le acaricio alrededor, todavía sin asimilar lo que está pasando. Ha sido la noche más extraña de mi vida, y ha sido horrorosa. En realidad, tengo ganas de decirle tantísimas cosas. ¿Será verdad eso que me dijo Rafa, o voy a quedar como una tonta hablando a alguien que no me escucha?

Ya han pasado dos horas simplemente callada, mirándole. Tocan la puerta.

- ¿Cómo estás?

- Pues aquí... pensando. ¿Crees que se va a despertar pronto?

- Eso nunca se sabe, pero es fuerte, seguro que sí. Nos lo ha demostrado desde el momento del accidente, te lo han dicho, podría no haber salido vivo de esa. Deberías bajar a la cafetería a comer algo, ayer ni siquiera cenaste.

- Sí, pero no quiero dejarle solo...

- Es solo un momento, tienes que comer algo, recuerda que ya no eres solo tú desde hace siete meses.

- Lo sé...

- ¿Has hablado con él?

- No, ¿qué le digo? Tal vez no me escucha.

- Has dicho que no quieres dejarle solo, eso es porque no estás del todo segura de que no te escuche. Te espero fuera.

Vuelvo a mirar a David. Esta vez acariciándole el rostro, con cuidado, apenas rozándole.

- ¿Te duele, amor? Voy a bajar con tu primo a comer algo, ¿vale? Te amo.

Y tomándole de la mano izquierda de nuevo, beso su mano.

Salgo y bajo con Rafa a la cafetería. Tengo que comer algo, en apenas dos meses salgo de cuentas. Estábamos deseando que llegara el momento, pero ahora siento como si todos los planes se nos hubieran roto en mil pedazos.

- ¿Qué vas a tomar?

- Un zumo de naranja y una manzana.

- Vale, siéntate que ahora vengo.

Me senté en una mesa próxima a la puerta de la cafetería, y seguí pensando, seguí dándole vueltas a la cabeza en lo que Rafa llegaba.

- Aquí tienes tu desayuno.

- ¿Todo eso te vas a comer tú?

- No es tanto, mujer, siempre desayuno un café y dos bollos.

Bebo un trago de mi zumo y muerdo la manzana.

- ¿Se lo has contado ya a su madre?

- Sí, acababa de decírselo cuando he ido a decirte de venir a desayunar, venía ya, osea que tiene que estar al caer.

- ¿Va a venir a la cafetería?

- No, le he dicho el número de habitación.

Decían unas voces en mi cabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora