Capitulo 3

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Habían quedado a desayunar en el restaurante de la pergola que había junto a los jardines. Henry se arrepentía de haber salido de su cabaña y solo deseaba volver para meterse de nuevo bajo las sábanas. Hasta el alegre canto de los pájaros martilleaba cada parte de su cerebro. Las copas, todos los tequilas de la noche anterior y el chapuzón improvisado lograron que despertara con un dolor de cabeza insoportable. Lanzó las gafas de sol sobre la mesa y sacó de su bolsillo un sobre de medicina, lo abrió y vació el contenido en su boca bebiendo después un gran vaso de agua de un trago.

Shin Woo que venía sonriendo y con un plato en cada mano se sentó junto a él.

-Te he traído estas tortitas tan esponjosas. Empaparan todo el alcohol que tienes aún en el cuerpo - se comenzó a reir y Henry se apretó las sienes en un gesto de dolor.

- ¡Hyung! -susurro molesto.

El matrimonio de pelo blanco que estaban sentados en la mesa próxima se volvieron sobresaltados, dando por sentado que había dicho un taco en su idioma

- ¿No eres consciente de lo sensible que estoy hoy a tus sonoras e irritantes carcajadas?

- ¿Te apuestas unos tequilas a que puedo dejar de reírme? -se puso serio para en un instante volver a soltar una risotada golpeando la mesa con la palma de la mano.

Henry amenazó con golpearle y Shin Woo se apartó riéndose sonoramente de nuevo. En cuanto se despistara iba

Shin Woo era, junto con Sang Jae, su mejor amigo. Realmente ambos eran sus únicos amigos. Kim Sang Jae y él se conocían desde pequeños. Vivían en casas contiguas y eran amigos desde que podía recordar. Acudieron juntos a una de las mejores escuelas de todo Seul. Un lugar donde estudiaban los hijos de la gente importante. Henry compartió aula con el hijo de un político, la hija de un famoso presentador, los mellizos de un director de orquesta... Siempre había estado rodeado de gente de su mismo estatus, pero nunca habían ampliado el grupo de amigos. Sobre todo, porque según fueron creciendo, aprendieron que nadie se reía de verdad de sus chistes, que solo jugaban con ellos por su apellido y que no iba a sus fiestas de cumpleaños por el placer de su compañía. Por eso prefirieron apartarse de aquella falsedad y acabaron siendo los marginados más envidiados y admirados de la escuela.

Pero con Shin Woo fue diferente. Coincidieron en clase durante el primer año de secundaria. El iba un curso atrasado por que había estado fuera del país. A Henry le llamaba la atención por que recorría los pasillos con su eterna sonrisa y rodeado de chicas. Además no parecía prestarles especial atención por ser quienes eran como hacían los otros, incluso paso el primer trimestre y ni si quiera cruzaron más que un par de saludos con él. Un día, cuando tenían quince años, en una fiesta se metieron en una pelea con unos tios. Shin Woo, que también estaba por allí, los ayudo. Acabaron los tres en casa de Henry, magullados y muertos de risa. A partir de ahí fue uno más, a Sang Jae lo hacía reír, a Henry enfadar y siempre estaba cuando lo necesitaban.

-Me divertí mucho ayer con vuestra apuesta.

- ¡Ja! esa camarera se pensaba que podia ganarme - bailo la lengua por sus dientes con altanería.

-¡Iba a ganarte!

-Ni de coña.

Shin Woo asintió lentamente.

-Por eso paraste la ronda. Además de que no soportabas la idea de tener que dejarla en paz.

-¡Que gilipoyeces dices! - lo miró de reojo.

-Venga reconócelo -dijo en tono cómplice dándole un codazo -. ¡Te gusta!

Henry recordó la cara de Abbi bajo la luz de la luna. Recorrió mentalmente sus brillantes y profundos ojos y las gotas de agua que morían en sus labios. Su estomago se encogió, pero inmediatamente lo achaco a todo lo que bebió el día anterior. Era imposible que esa chica lo hiciera sentir así.

Olvidé quien era.Kde žijí příběhy. Začni objevovat