2. La Imperfección de un Dios Perfecto

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¿Dónde se halla la perfección? Desde un punto de vista gnoseológico, la idea de la perfección resulta paradoxal al tratarse de un evento aparentemente inexistente en el universo conocido. Esto se contrapone directamente con su concepción, la cual establece que la noción de perfección en su estado ideal implica su existencia, pues cualquier entidad perfecta debe necesariamente estar presente. Sobre este axioma decidió apoyarse el filósofo Santo Tomás de Aquino, quien defendía que Dios, en su calidad de ser perfecto, debía ser efectivamente real ya que su ausencia implicaría una carencia y por ende resultaría incoherente. No obstante, esta premisa jamás podría ser del todo verídica dado que, si el humano existe en un plano imperfecto, la perfección como concepto nos resultaría completamente incognoscible, ergo siendo irreconocible e incatalogable.

Quisiera ahondar un poco más en la idea de una perfección imperfecta, pues aunque esta pudiese ser procesada por la mente del hombre, jamás alcanzaría la plenitud que tan vanidosamente exhibe. Esto se debe al concepto de infinitud, una realidad visible en toda dimensión y ser, ya sea este material o animado. La infinitud es diametralmente opuesta a la noción de perfección, siendo que para que un ente sea virtualmente perfecto requiere, a su vez, ser absoluto, pleno en todo lo que le concierne. Si consideramos al infinito como a un elemento presente en la realidad conocida, entonces dicha absolutidad jamás podría ser alcanzada al existir siempre una entidad externa al dominio. Para el hombre, el infinito no es más que una medio, una dimensión por la que existe y se desplaza. No podemos comprenderlo ni interactuar con él, pues somos una ínfima parte de su sempiterna magnitud.

El hombre, en su condición de creador, ejerce su labor a partir de alterar aquello que ya fue concebido, que ya fue creado. Se trata de una trasmutación, de la alquimia de la vida, más no de un diseño que parte de la nada más absoluta y vacía. Para Dios, sin embargo, el infinito actuaría como una herramienta, el imperativo elemento por el cual se desarrolla la fábrica de la realidad. ¿Cómo podría Dios siquiera crear el infinito si este se escapa y contrapone a su condición de ser perfecto? ¿Cómo dotas de sentido a aquello que carece del mismo? ¿Cómo ideas lo inagotable? La única solución posible radica en considerar que Dios encarna a la misma infinitud, siendo no un ente externo sino un elemento intrínseco de la realidad, hallándose oculto en la verdad efectiva como a un ser verdaderamente omnipresente.

Considerando el presente razonamiento en el que solo la infinitud provee de sentido efectivo a la omnipotencia de un Dios perfecto, surge una cuestión más compleja: ¿Cómo es posible crear la susodicha infinitud a partir del vacío? La problemática subyace en la premisa de que la nada carece de sentido, pues no pertenece al plano ontológico; no obstante, tal condición se ve afectada cuando es dotada de forma y, consecuentemente, de sentido. La cuestión es que tal transformación no se produce de manera espontánea, pues las construcciones complejas únicamente emergen de la trasmutación de elementos reales preexistentes. Por ello, resulta imposible crear algo a partir de la nada absoluta, dado que toda entidad formada proviene de la realidad, y por tanto es irrazonable pensar que algo carente de significado podría adquirirlo y formar creaciones efectivas. Si se considera que Dios antecede al mismo sentido, entonces resulta plausible afirmar que, aun siendo un ente infinito, no tendría la capacidad de crear elementos reales.

Idea de la meditación: La noción de la divinidad como un ser perfecto se ve confrontada por una serie de contradicciones que impiden su viabilidad efectiva. Los más prominentes argumentos en contra se fundamentan, principalmente, en la naturaleza de la perfección, la cual por definición, debe ser absoluta y, más importante aún, real. Sin embargo, tal eventualidad resulta imposible de considerar, dado que no se ha encontrado evidencia alguna de ella en el cosmos observable.

Aunado a ello se plantea el dilema de la creación de la infinitud a partir del vacío, pues no solo resulta incongruente que una entidad perfecta tenga la capacidad de generar lo infinito ­–considerando que dicho concepto se contrapone con la esencia misma de la perfección, lo que implica que solo una deidad infinita podría crearlo– sino que, además, esto jamás podría darse, ya que solo la realidad se transmuta en creación, más no surge a partir de la inexistencia absoluta, que carece de sentido y no puede alcanzar el plano existencial. En consecuencia, incluso si se considera un Dios verdaderamente omnipresente, éste carecería de la habilidad de crear construcciones complejas a partir de la nada, ya que no existe una relación de ganancia y pérdida de sentido y forma entre los planos existencial y no existencial.

Meditaciones de un Mundo ModernoWhere stories live. Discover now