"Amistad En La Montaña" (7x14)

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Bulent Aga.

Muévete Bekir.

–Quita tu pie Volkan.

La noche ha avanzado bastante, Volka y Bekir continúan discutiendo por el espacio. El frío que hace es lejos lo más helado que ha sentido mi cuerpo en toda mi vida. Una fuerte corriente de viento entraba a la cabaña a través de unos agujeros en la madera, en la parte baja de la pared, nos llegana en la cabeza, Volkan logró cubrirlo con un montón de rocas.

Encendimos una pequeña fogata en el interior, cuidando de no incendiar la cabaña entera.
Bekir escogió la cabaña sin puerta, ya que las demás no tienen todas sus ventanas, son cuatro, y cubrir todas las ventanas faltantes con tela nos dejarían en total oscuridad del exterior. La fogata nos ilumina adentro pero no sabríamos si es de día o de noche.

Cubrimos el espacio de la ausente puerta con una tela larga y pusimos rocas en la parte baja para evitar que flamee con la brisa de afuera.
A pesar de tener el fuego junto a nosotros el calor no es suficiente. Obligué a los chicos a juntarnos y apegarnos entre sí, y ese es el motivo de la constante pelea.

   –Basta, ambos. —Les digo serio. Ambos voltean a verme inexpresivos, pasan unos segundos, y sueltan las carcajadas. –¿Cuál es su problema? Debemos dormir.

   –Basta, ambos. —Bekir me imita con voz ronca. Volkan se ríe.

   –No vuelvas a imitarme, no hablo ronco.

   –Si lo haces. —Dice Volkan.

Los tres temblamos incesantemente. Nos cubrimos con nuestras chaquetas de cuero y apegamos nuestros torsos a quien tengamos más cerca.
Durante todo el día nos quejamos de lo sudorosos que estábamos y de cuánto anhelábamos descansar para dejar de transpirar. Y estamos aquí.

   –Desearía un par de chicas para que estuviesen aquí y nos ayudasen a entrar en calor. —Habla Volkan con cierto temblor en su voz por el frío. –Una para cada uno, o tal vez dos, para cada uno.

   –Dos para cada uno suena bien. —Añade Bekir emanando mucho vapor de su boca al hablar. –Que las mías sean altas, por favor.

   –Ni que tú fueras muy alto. —Le golpeo la cabeza y río. –Me preocupa que estén al borde de la alucinación, chicos, yo también tengo frío pero no pienso en chicas, de hecho, no siento mi cuerpo de mi ombligo hacia abajo. —Ambos rien fuertemente.

   –¡Ya cállense y dejen dormir! —Se escucha un grito desde afuera.

Los tres intercambiamos miradas y nos acomodamos para dormir. Abro y cierro mis manos para sentirlas, hace un momento había dejado de sentir el tacto y no lograba cerrar el puño, sentía las manos dormidas. Me apego otro poco a Bekir y apoyo mi cabeza su hombro, sin preguntárselo. Él se apoya en Volkan quien está contra la esquina de la pared.


   –¡Oh por Alá! —Escucho reclamar a Volkan.
¡Enciendan esa maldita fogata ahora ya!

Abro los ojos, y el poco Sol que entra por las ventanas me permite ver a mis dos amigos temblando sin control intentando encender el fuego.
Por el color azulado del exterior asumo que aún es bastante temprano, debe quedarnos algo de tiempo para descansar antes de comenzar la jornada de trabajos. Los chicos entran en desesperación al no lograr hacer el fuego. Intento levantarme pero mis piernas se sienten congeladas, intento mover los dedos de mis pies y no lo logro. Siento cierta angustia y con mis manos comienzo a golpear mis piernas.

   –¡Usa la piedra Bekir!

   –¡No siento las manos Volkan!

   –¡Basta los dos, no siento mis piernas!

La cortina de la puerta se abre de golpe e ingresar seis chicos temblando de frío.

   –No soportamos el frío, necesitamos calor y escuchamos que intentan encender una fogata, la nuestra se consumió entera. —Dice un sujeto de mejillas rojas y notable sobrepeso.

Estiro apenas mi mano en el aire y les hago un gesto para que entren. Intento hablar pero solo libero palabras mal moduladas. Los nueve nos sentamos todos apegados, juntos a más no poder, mientras logran encender el fuego.

Escuchar nuestros gritos desde afuera debió ser todo un espectáculo. De todas maneras, me alegra saber que no somos los únicos sufriendo por el frío, creí que solo nosotros éramos así de débiles.

   –Nosotros salíamos a ver si alguien tenia encendida su fogata, y vimos que ustedes tres también salían, y en eso, escuchamos los gritos histéricos de ustedes y las chispas que iluminaban de color naranjo el interior de su cabaña.

Todos ríen de forma amena estirando sus manos hacia el fuego que comenzaba a agrandarse en la hoguera.

   –¿Cuándo debemos regresar a la obra? —Les pregunto.

   –Se supone que apenas salga el Sol, pero aún no ha venido el encargado a llamarnos.

   –Tengo mucho frío. —Escucho decir a alguien.

   –Todos. —Le responde otro.

De todo el grupo que acababa de invadir nuestro espacio dentro de la pequeña cabaña, solo dos de ellos son destacables, el chico de las mejillas gordas y coloradas, y un chico de piel oscura, muy oscura, no como si se hubiese quemado con el Sol, si no que más parecido al color negro.

Mi mirada se centra en él y al parecer lo nota. Me sonríe de vuelta y hace un gesto con su mano. Le respondo cordial. Se encuentra sentado frente a mí.

   –¿Cuál es tu nombre, invasor de cabañas? —Escucho a Bekir preguntarle al chico gordo.

   –Que liderara al grupo, no significa que sea el invasor, fue una idea en conjunto. —Ríe. –Mi nombre es Cihan, ¿Y el tuyo, chico curioso?

   –Me llamo Bekir, hola chicos. —Dice saludando.

Al parecer el gesto de presentación de Bekir había dado paso a que todos quisieran darse a conocer y comenzaran a dar sus nombres y a presentarse, excepto el chico de piel oscura. El frío es tanto que dejo pasar la situación. Todos comienzan a contar sus anécdotas de su llegada a la Fortaleza o de sus orígenes, de su familia, de sus amigos y de cómo eran sus tierras hasta el momento en que se vieron obligados a dejarlas atrás.

Príncipe Mehmed. (Gay)Where stories live. Discover now