Capítulo ocho: sonrisas cómplices

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Las miradas en ese pueblo nunca cambiaban, a pesar de ya no ser un extraño, parecía que el ser reconocido solo provocaba disgusto en todos sus habitantes, sin embargo, desde su última visita algo había cambiado. Quizá la hostilidad seguía respirándose en el aire frío de aquel lugar, pero parecía que ahora alguien se había ganado el agrado de algunos habitantes.

Lo descubrió desde el primer instante en el que escuchó repetir tantas veces el nombre junto con aquel distintivo que lo caracterizaba como un hombre de bien, alguien que se convertiría en una figura importante más de lo que era actualmente. Ni bien pidió una habitación en la posada del pueblo, su recibimiento fue estar a una habitación de ese hombre.

El Doctor Jeon Jungkook.

El doctor esto, el doctor aquello. Jungkook hizo, Jungkook dijo, Jungkook... Jungkook... Jungkook.

¿Qué tenía de especial aquel hombre? Su primera impresión respecto a él era que se trataba de un niño caprichoso que se creía la gran cosa solo por tener una profesión distinguida y respetada por todos a diferencia de él.

Los reporteros eran llamados las ratas o carroñeros de la sociedad, enterándose se los rumores más sucios y publicándolos como noticias frescas, se desconfiaban de ellos, se les miraba como la vil basura que entregaban a cualquiera por una buena nota en la columna de los diarios.

Pero nadie se daba cuenta de que los reporteros apenas y subsistían, que debían ser de aquella manera para poder sobrevivir, quizá sí eran ratas que hurtaban hasta la más mínima gota de confianza de cualquiera, pero no lo hacían por satisfacción. No obtenían ganancias de las ventas del periódico, su pago se limitaba a qué tan buena era la información que estaban vendiendo. Yoongi había luchado para entrar al Daily Telegraph como parte del personal de la imprenta, era un trabajo bastante estable del cual nadie podría sacarlo, le llevó mucho tiempo poder acercarse a cumplir su sueño, uno que casi logra.

Primero fue repartidor de diarios, un trabajo denigrante y explotador, pues la paga no era para nada buena, las exigencias de sus patrones eran elevadas, la cantidad de periódicos que debía vender era exagerado y si no llegaba a la meta el pago era menos.

Un periódico no vendido, es chelín, no recibido.

Afortunadamente, uno de los maestros de imprenta reconoció sus capacidades al saber leer y escribir, eso ya era un punto a su favor para no recorrer las calles por horas. Por las noches, después de un día largo de andar fuera, aquel hombre le enseñaba a utilizar las máquinas, también realizaba la mitad del trabajo, cosa que era recompensada por algunas monedas más.

Jamás esperó que su tiempo corriendo por las calles le abriera una pequeña, minúscula oportunidad como reportero, todo gracias a que era rápido y ágil, además que pasaba desapercibido. Los escándalos eran lo mejor para las columnas y él siempre se las arreglaba para obtener la información de las clases altas, sin la necesidad de recurrir a las familias principales.

Fue así como en una de esas tantas noches el jefe del Daily escuchó todos esos rumores jugosos que se estaba perdiendo, disminuyendo sus ganancias, dándole así la oportunidad a Yoongi de mejorar su posición. Sus decisiones tomaron un precio elevado, su nombre fue medianamente reconocido y eso le abría muchas puertas para obtener informaciones importantes por vender.

Las doncellas eran un blanco fácil, jamás jugaba con sus sentimientos y tampoco metía a la cama a esas chicas, que cabía destacar, eran muchas las que buscaban también obtener algo. Unas bonitas palabras, unas pocas gotas de una personalidad cambiante y su ingenio eran la fórmula secreta para que hablaran, pero eso no era así en ese pueblo.

Buenos días, doctor Jeon.

Todos repetían aquel saludo al ver al hombre, quien recorría las calles con una sonrisa brillante, junto con sus buenos modales que no decepcionaban a nadie, Yoongi podía notar las reacciones de todos, muy receptivos ante los modales de aquel caballero, pero sí se trataba de su persona recibiría...

Fruto ProhibidoWhere stories live. Discover now