Capítulo 1

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Bastaba con solo verlo para sentirse intimidado o intimidada, según fuera el caso. Así de potente, intensa, reacia y firme era su presencia; si alguien preguntaba cómo describir a Jeff Satur probablemente no se encontraría la palabra adecuada para definir del todo a ese hombre, de verdad que no existía. Se viera por donde se viera, hablar de Jeff implicaba usar términos como, arrogante, altanero, soberbio, orgulloso, altivo, vanidoso... y quizás ese no era un léxico precisamente positivo, no obstante y pese a tener una descripción de él bastante adversa, nadie se atrevía a faltarle el respeto, nadie. Sin excepción.

Pero quizás, de entre todos los adjetivos calificativos que podían describir a tan peculiar hombre, la palabra rencoroso debía ir al principio de tan larga lista, porque si había algo que Jeff no toleraba bajo ninguna circunstancia y sin ninguna excepción, era el engaño y la traición. Pobre de aquella persona que quisiera tomarle el pelo o que le diera una puñalada por la espalda pues probablemente su vida sería tan miserable que, morir, literalmente, sería el mejor de los alivios.

Pasaban de las nueve de la noche de un viernes cualquiera y él seguía en la oficina. La sede del corporativo del cual era propietario y presidente ejecutivo se encontraba en el edificio de uso mixto más alto de todo Bangkok, tan alto como su ego y su autoestima, el MahaNakhon, un peculiar inmueble con trescientos catorce metros y setenta y siete pisos, que albergaba en sus primeros veinte un hotel de lujo perteneciente a la prestigiosa cadena de hoteles Ritz–Carlton, boutiques de las marcas de ropa más exclusivas tanto nacionales como extranjeras, un gimnasio de alto rendimiento mixto, varios bares con diversas temáticas y en los dos últimos pisos las oficinas centrales de Bangkok Medical Lab, el laboratorio médico más famoso de toda Tailandia, que tenía sus sucursales estratégicamente ubicadas cerca de todos los hospitales del país.

En ese edificio se llevaban a cabo todas las funciones administrativas y financieras del laboratorio, decisión explícita del mismísimo dueño, el reservado y enigmático Jeff Satur, que por comodidad había decidido ubicar las oficinas de su imponente negocio en ese lugar pues él era el dueño del penthouse que se encontraba justo en la cima de la edificación, lugar al cual él llamaba hogar.

Parecía que no tenía nada mejor que hacer que estar hablando de negocios con su mejor amigo y leal empleado, Banky Mondop. Mientras la gente normal salía a divertirse en los múltiples bares de la urbe, él prefería quedarse en casa o en la oficina elaborando estrategias que permitieran que su laboratorio siguiera siendo líder en el mercado. Por nada el mundo debía dejar que la empresa que le había costado tanto levantar se viniera abajo, al menos no hasta acabar y dejar en la completa ruina a la persona que había destruido su familia, el único hombre al que consideraba su peor enemigo y al que debía aniquilar por completo, el reconocido médico epidemiólogo Gap Tinnasit.

- ¿Me puedes explicar cómo es que no estaba enterado de que el doctor Tinnasit tiene un hijo? – preguntó Jeff a su amigo visiblemente molesto. Si bien no podía culpar a Banky por su propia falta de interés de la vida personal de dicho doctor, le fastidiaba que alguien, sin importar de quién se tratase, le hiciera ver que no lo sabía todo como deseaba aparentar.

- Pensé que lo sabías, pero que no querías involucrarlo en tu venganza – respondió Banky con una tranquilidad difícil de creer teniendo enfrente a un Jeff severamente enojado.

- ¿Y cómo es que lo sabes tú? – cuestionó sin quitar su expresión enfurruñada.

- Él me lo dijo – respondió.

- Él te lo dijo... – repitió mientras asentía con su cabeza.

Banky era su mejor amigo desde la escuela secundaria. Un chico al que siempre tenía que cuidar pues sufría de acoso y burlas debido a su estatura y al corte de cabello que usaba, el cual no había cambiado a pesar de los años y por el que había recibido el apodo de "el pequeño honguito". Ese chico era el único que se había quedado en los buenos y malos ratos, principalmente en los peores, como en el declive de su padre como doctor, en la enfermedad que éste tuvo debido a su depresión y en su posterior fallecimiento, del cual el único culpable era el doctor Tinnasit.

Vendetta | JeffBarcode Donde viven las historias. Descúbrelo ahora