16 - 'Los copos de nieve'

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Los copos de nieve

Contemplo a Larissa, Albert y Alexa. Estamos los cuatro sentados en el suelo de la casa en la que encerramos a la primera. En silencio, todos contemplamos el espacio que queda en medio del círculo que formamos. Hay varios símbolos pintados.

Acabo de descubrir que la forma de sentarse en el suelo dice mucho de una persona: yo estoy sobre mis tobillos, ansiosa; Albert ha cruzado las piernas como un buda; Alexa parece que está en una hoguera con unos amigos; Larissa, en cambio, tiene las rodillas pegadas al pecho.

—Esto no es una buena idea —rezonga esta última, de mal humor—. Y lo digo desde la experiencia.

—¿Tu experiencia de tallar runas bajo la alfombra de tu hija? —masculla Albert, a su vez—. Creo que no nos interesa tu experiencia, gracias.

Larissa pone mala cara, mientras que Alexa sonríe con amplitud.

—Bueno —me impaciento—, ¿podemos hacerlo de una vez?

Al menos, eso hace que la hechicera se centre.

—Vale, vamos a hablar con el fantasmita, así que hará falta concentración. Y caerle bien, sobre todo. Pensad que aquí no soy yo quien controla la conexión, sino él. Como alguien le caiga mal, puede desconectarse y no volver a aparecer.

—Es un gran consuelo —ironizo en voz baja. Alexa sigue mirándome fijamente—. ¿Qué?

—Estoy dejando caer que quien debería hablar con el fantasma es alguien simpático. Alguien que caiga bien a los demás. Eso ya descarta a Albert, claro...

El aludido da un respingo, muy ofendido.

—Oye, ¿qué insinúas? ¡Soy muy simpático!

—Yo hablaré —intervengo antes de que alguien le diga a Albert que no lo es en absoluto—. Me haré la simpática y ya está.

Alexa sigue sin parecer muy convencida, pero debe deducir que no le queda más remedio que aceptar que así será, porque se encoge de hombros.

—Veremos qué tal. —Con un movimiento rápido, levanta las manos como si estuviera rezando—. Voy a crear una barrera protectora para que el fantasma no pueda meterse dentro de vosotros.

Yo, que ya estaba inclinada para empezar a mover la hoja, levanto la cabeza de golpe.

—¡¿Eso puede pasar?!

—¿Y yo qué sé? Por algo haré una barrera protectora.

—¿Tenéis claro lo que vais a preguntarle? —interviene Larissa.

—Silencio —exige Albert, y luego me mira de nuevo—. ¿Tienes claro lo que vas a preguntarle?

Asiento con la cabeza, tratando de centrarme, y vuelvo a bajar la mirada al papel que acabo de dejar sobre las runas. Noto las miradas de mis compañeros mientras Alexa murmura algo que se supone que nos protegerá. La hoja de papel —arrancada del cuadernillo de unicornios de Addy— me parece un poco ridícula, aquí plantada en medio de runas ancestrales, pero decido no comentarlo.

No arruinemos el mood.

—Vale —murmuro—, hoja colocada. ¿Ahora qué?

Alexa no responde, sino que toca la hoja con la punta de un dedo y luego vuelve a lo suyo. El efecto es instantáneo, ya que el papel se remueve como si le hubiera dado un soplo de viento, pero sin que llegue a desplazarse de su lugar. Después, su tono se vuelve un poco más amarillento, como el de un pergamino de muchos años. Incluso se crujen algunos de los dibujos de unicornios de las esquinas.

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora