7 - 'La verdadera carta'

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La verdadera carta


Aunque acabamos de llegar a casa de Foster, Albert ya tiene cara de estar de mal humor. Nos espera junto a la puerta con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Alexa pasa por delante de él con una sonrisa encantadora, mientras que yo me limito a suspirar y a cerrar detrás de mí.

—Sí, ya puedes suspirar —asegura él—. No te servirá de nada, jovencita.

No me sorprende mucho entrar en el salón y ver que tiene a Foster sentado en uno de los sillones. Se ha levantado la camisa hasta la línea del ombligo y pasa un dedo por un corte que tiene junto a la línea del cinturón. La herida ya se está cerrando, pero si todavía puede verse es que ha debido ser muy profunda.

En cuanto escucha que Albert cierra la puerta detrás de nosotras, baja de nuevo la prenda y nos mira. O, más concretamente, me mira a mí. Nada más asegurarse de que tengo las heridas cerradas, exhala un suspiro de alivio.

Ya no hay tentación... casi.

—¡Ya estamos todos! —exclama Alexa con alegría. Se deja caer en el sofá y cruza las piernas con despreocupación. En cuanto se da cuenta de que es la única que no permanece seria, se lleva una mano al pecho—. ¿Por qué siento que esto va a ser una intervención?

Me dejo caer junto a ella. Estoy agotada y sigo teniendo la ropa un poco húmeda. Si no estoy tiritando es porque me da miedo hacer un movimiento brusco y que Albert me lance algo punzante a la cabeza.

—Quiero saber qué ha pasado —aclara él, muy serio. Ni siquiera se ha sentado.

—Nada nuevo —murmura la hechicera—. Hemos quedado con unos antiguos compañeros de clase y...

—Déjate de bromas. ¿Habéis salido de la ciudad?

Eso último va por Foster y por mí, y me sorprende ver que lo está mirando específicamente a él. Pensaba que la bronca sería para mí.

Foster, por su parte, no aparta la mirada.

—No pensé que fuéramos a llegar tan lejos.

—¡Pues lo habéis hecho! ¿Qué te dije, Foster?

—¿Qué le dijiste? —pregunto enseguida.

—¡Que lo único que mantiene alejado a nuestros enemigos son las defensas de Braemar! ¡Está claro que van a intentar atacaros en cuanto salgáis!

—¡Te recuerdo que tú nos dijiste que saliéramos hace apenas unas semanas! —salto, indignada—. ¡Y no nos pasó nada!

—Porque las protecciones de Vienna seguían presentes. Y porque, además, entrasteis en una zona protegida por otra hechicera —añade, mirando a Alexa por el rabillo del ojo. Ella sonríe con orgullo—. Pero no es lo mismo ir a ver a una hechicera que cruzar el borde de la ciudad... ¡en plena noche!, ¡y sin armas, ni plan, ni nada!

—¡Yo llevaba una navaja! —protesto.

—¡Y ya ves de lo que te ha servido!

—Ya te he dicho que no pensé que fuéramos a salir de la ciudad —recalca Foster, frustrado.

—¡Es irrelevante! ¿Qué pretendíais? ¿Por qué habéis ido tan lejos? ¿Ha valido la pena, por lo menos?

Es mi turno para intervenir y contarle lo de la leyenda, y lo de que creo que solucionarla podría proporcionarnos un deseo. Le cuento también lo de las señoras cotillas del porche, lo de los pasillos, lo de la cámara inundada...

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora