14 - 'La camisa de sangre'

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La camisa de sangre

—Tenéis exactamente un minuto para explicarme lo que ha pasado

La voz de Albert hace que agache la cabeza. Más que nada, porque suena tan calmada que contrasta bastante con la situación dramática.

Foster corre hacia la mesa del vestíbulo y me deja encima de ella, todavía pálido y con la mandíbula contraída, Alexa rodea la mesa para asomarse y Albert está plantado a un lado con los brazos en jarras.

—No creo que sea el momento de regañinas —comenta Alexa.

—¡Pues cúrala de una vez! —espeta Foster, irritado.

—¡No!

La voz, para mi sorpresa, sale de mí. Alexa, que ya se estaba acercando, se detiene de golpe y me mira con una ceja enarcada. Yo, sin embargo, la contemplo con los labios apretados por la mezcla de dolor, pérdida de sangre y cabreo.

—¿Qué...? —empieza ella.

—¿Por qué no has detenido a Ramson? —le suelto, furiosa y con el cuerpo tembloroso.

Albert, que estaba ocupado dando un tirón a mi jersey para dejar la herida descubierta, se separa mirarme con las cejas disparadas hacia arriba.

—¡¿Rams...?!

—Me ha pillado desprevenida —explica Alexa, ofendida por mi tono.

—Nadie te ha pillado desprevenida en tu puñetera vida —espeto entre dientes—. No me toques.

Por algún motivo, parece dolida, pero no puede darme más igual. Ahora mismo, estoy tan alterada que todo me importa un rábano. Incluida la herida sangrante de mi cuello que no parece que vaya a cerrarse sola.

—¿Vee? ¿Eso es...?

La vocecita de Addy hace que me tense de pies a cabeza. Mi mirada busca la de Foster, y lo encuentro en modo pánico. Se queda muy quieto. Si se da la vuelta hacia las escaleras, Addy verá que él también está cubierto de sangre.

—¡Addy! —exclama Amelia, que sale disparada de la cocina para detenerla—. ¿Por qué no subimos un momento a...?

—¿Eso es sangre? —insiste Addy, y por su voz suena como si estuviera dando tirones para librarse de un agarre—. ¿Vee? ¿Estás bien? ¡¡¡No te acerques a ella!!!

Ese último grito me deja confundida, y más cuando me doy cuenta de que no habla con ninguna de las personas que había identificado dentro del vestíbulo. De pronto, unas manos frías se posan sobre mis hombros y me tumban mejor en la mesa. Foster se mueve para detenerlo, pero Albert lo para con una mano.

—Déjalo —murmura.

—¿Qué...? —intento decir.

Y entonces una cabeza aparece sobre mía. Lo primero que veo es una mata de pelo oscuro, acompañando unos ojos del mismo color. El chico en cuestión tiene la mirada desprovista de cualquier tipo de emoción, pero por algún motivo me inspira confianza al instante.

—No te muevas —dice en voz baja, calmada—. Esto... escocerá un poco.

Y, efectivamente, su mano cubre mi cuello. Los ojos le resplandecen de forma un poco extraña cuando, sin previo aviso, la herida empieza a arderme. Intento apartarlo de forma inconsciente, pero entonces él retira la mano y estira su propio cuello, como si lo tuviera dolorido.

A todo esto, Addy se ha librado de Amelia. No deja de darle golpes con sus puñitos al chico desconocido, hecha una furia.

—¡NO LE HAGAS DAÑO! —exige sin detenerse, aunque él apenas parpadea.

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora