13 - 'El día de Navidad'

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El día de Navidad

—¡Vee! ¡¡¡VEEEEEE!!!

Las sacudidas hacen que abra los ojos, asustada, y me ponga inconscientemente a buscar el peligro. No tardo en darme cuenta de que, en realidad, no hay nada peligroso. Solo una niña sentada sobre mi regazo que me sacude los hombros con la furia de un titán.

—¡¡¡¡¡¡VEE!!!!!! —insiste Addy, histérica.

—¿Q-qué...? ¿Pasa algo...?

—¡Claro que pasa algo! —exclama en voz aguda—. ¡ES NAVIDAD, HAY QUE ABRIR LOS REGALOS!

Ah, así que es eso.

Creo que mi cara deja entrever la ilusión que me hace recibir regalos con la resaca que tengo ahora mismo. Pese a que Addy no se da cuenta, Foster sí que lo hace. Está parado en la puerta con un hombro apoyado en el marco y los brazos cruzados. Ha esbozado una sonrisita satisfecha. Desgraciado. Se lo está pasando genial con la escena.

Yo también.

Aun así, se acerca a nosotras y engancha a Addy por debajo de los hombros para quitármela de encima.

—¿Y si la esperamos abajo para que pueda cambiarse? —propone mientras la levanta con facilidad.

—Bueno... ¡Pero date prisa! —exige Addy agitando las piernas al aire.

Creo que emito un sonido de protesta, pero se queda camuflado en cuanto hundo la cara en la almohada. Dios mío, esto es horrible. Que alguien me mate.

No lo digas muy alto, que hay muchos candidatos.

Estoy a punto de estirarme un poco más, pero entonces un rayo de sol me da directamente en la mejilla. Me encojo sobre sí misma para protegerme, pero de poco sirve. Enseguida abren otra cortina y tengo rayos de sol por ambos lados. Frustrada, me meto bajo las sábanas y me cubro la cabeza.

—Ah, no, de eso nada. —De pronto, la voz alegre de Foster me parece insoportable—. ¡¡¡Buenos días, alcaldesa!!!

Mientras lo dice, le da tal tirón a las mantas que me las quita todas de un solo movimiento. Gimoteo en señal de protesta y me encojo sobre mí misma, hundiendo la cara entre las rodillas.

—Déjame en paz —gimoteo con voz arrastrada.

—Ya te gustaría. Esta preciosa resaca es justo lo que te mereces después de lo de ayer —asegura, y noto que se detiene justo a mi lado—. Están todos esperando abajo para intercambiar regalos.

—Pues que esperen —mascullo.

—Esa no es la actitud, alcaldesa.

—Estás disfrutando de esto, ¿eh?

—Más de lo que debería.

—¿A que no me muevo?

—¿A que voy a por un cubo de agua?

Irritada, me levanto de golpe. Él me observa con una sonrisa mientras salgo de la cama hecha una furia y me encamino a la puerta.

—Te odio —mascullo.

—Lo superaré.

Oigo que me sigue, así que recorro el pasillo rápidamente hasta llegar a mi habitación, donde cierro de golpe. Espero que la puerta le haya dado en la cara. Después, me meto en el cuarto de baño y me miro en el espejo.

Joder, vaya cara. Parezco la novia cadáver.

Podría hacer muchas bromas crueles solo con esa frase, pero me las guardaré.

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora