8. Todavía te odio, Sami

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A pesar de no haber votado por esa temática a inicios del año, Dev tenía que admitir que Noche en Las Vegas no estaba para nada mal

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A pesar de no haber votado por esa temática a inicios del año, Dev tenía que admitir que Noche en Las Vegas no estaba para nada mal.

El salón de fiestas estaba decorado con telones de terciopelo rojo de esquina a esquina, con pequeñas luces que simulaban candelabros de luz tenue pendiendo del techo y dándole una pequeña sensación de penumbra a algunas esquinas del lugar.

Las mesas donde estaban sentados imitaban mesas de póker y los centros de mesa (que desaparecerían al final de la noche), estaban llenos de fichas y dados rojos que combinaban con las rosas blancas que los acompañaban.

Pero la mayoría no estaba prestando atención a la decoración, ya que estaban demasiado borrachos para eso.

Todos estaban concentrados en la pista de baile, moviéndose al ritmo del remix de las fiestas que solían poner después de las doce con tandas de reggaetón viejo que despertaban lindos recuerdos de la infancia y cuyas letras coreaban como si su vida dependiera de ello.

—Me duelen los pies, no aguanto esto... —soltó una voz al mismo tiempo que se dejó caer sobre la silla a un lado y colocaba los pies sobre la mesa—. Quitamelos por favor.

Dev rodó los ojos y empezó a soltar la correa de los altísimos tacones verdes que Rosa le hizo buscar en casi todos los centros comerciales de la capital un par de semanas atrás en medio de la fiebre decembrina.

—Te dije que compraras unos más bajos.

—Pero estos eran más bonitos —chilló ella, con el rostro enrojecido por la gran cantidad de alcohol que había tomado—. No volveremos a tener un baile de graduación, tenía que estar regia y buenona para este.

Terminó de sacar los tacones y los colocó debajo de la mesa, donde estaban otros pares de tacones, carteras y celulares que otras chicas le pidieron guardar porque era la única persona con pinta de responsable que no estaba tomando.

—Y lo estás.

Rosa le sonrió y echó un vistazo a la pista de baile, lugar donde Génesis estaba bailando con su hermano al ritmo de La Botella de Mach & Daddy. A pesar que lo de ser novias en el día deportivo fue medio broma, ambas seguían juntas durante las actividades del mes patrio e incluso fueron a ver sus respectivos desfiles durante noviembre.

—Ey —Le dio unas palmadas en la pierna—. Ve a bailar con tu novia.

Rosa apartó la mirada de Génesis y la centró en su mejor amigo.

—Es que estás aquí soliiiiiiito... —empezó a decir, arrastrando las palabras y empezó a darle toques en el hombro—. Vamos, bailemos un rato más, no seas malo, bebe un poquito aunque sea, apenas son las una de la mañana. Dale que no le digo a nadie...

—Sabes bien que no puedo.

En ese momento Rosa rodó los ojos.

—Ugh, cierto que ahora eres... —dijo ella, empujando la corona de cartón que el chico tenía sobre la cabeza—. Un jugador profesional del Caribe Unido.

Todavía te odio, SamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora