Dev Parekh odia a Sami Farhat.
Lo aborrece, lo detesta y preferiría sentarse desnudo sobre una parrilla caliente antes que pasar cinco minutos en el mismo lugar.
Pero Sami no lo sabe, de hecho ni siquiera lo conoce.
O al menos eso creía Dev hasta q...
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Al estar en grupos distintos, Nuestra Señora de la Pureza y el Colegio Árabe no se habían topado durante la corta temporada de fútbol. Al menos hasta esa tarde, cuando ambos equipos de formaron en fila mientras desde los altavoces se escuchaba una pequeña alocución por parte del director regional de deporte y representantes de la Federación de Fútbol.
De esta forma era fácil ver las diferencias entre ambos equipos.
Los jugadores del Árabe eran más altos y fornidos, con equipamiento de alta gama y la confianza que desbordaba sus rostros luego de estar invictos por tercer año consecutivo.
Mientras tanto los chicos de Nuestra Señora de la Pureza eran un grupo de diversas alturas y contexturas, con las mismas camisetas de su primer encuentro cinco años atrás y ganas de borrar la expresión del rostro de sus contrincantes.
Pero también era fácil ver que algo había pasado entre los dos capitanes de los equipos, después de todo la tensión que los rodeó cuando el árbitro sorteó el saque inicial fue tan intensa que incluso el alcalde que presenciaba el partido se dio cuenta que había algo raro.
Las miradas de los capitanes fueron hacia cualquier lado, menos al rostro del otro. Dev no dejaba de remover la grama del campo con su pie y los labios de Sami estaban apretados en una línea tan dura que estaban blancos.
La moneda voló por los aires y cuando cayó sobre la mano del árbitro, ambos chicos salieron disparados a los extremos de la cancha para acomodarse en sus posiciones.
Dev se situó en su posición habitual, acomodando la banda roja de su brazo y echó un vistazo hacia las gradas.
No tardó en divisar a Rosa con una gran cartulina donde se leía su nombre rodeado de corazones, acompañado de una Génesis que seguía en shock mientras sostenía la mano de su crush. Junto a ambas estaba el resto de chicos de Nuestra Señora de la Pureza y los otros colegios, unidos por su animosidad hacia el Colegio Árabe. También vio a su hermana mayor, Mehr, saludándolo desde una esquina y señalando lo que parecía ser una lonchera que debía contener su comida favorita para celebrar su victoria (o consolar un poco por su derrota).
Todas esas personas estaban esperando lo mejor de él y de su equipo.
Cerró los ojos y se forzó a sí mismo a empujar todo. Las intensas y confusas emociones que lo seguían después de la conversación con Sami, el nerviosismo que había recorrido su cuerpo desde la mañana y los recuerdos de cinco años atrás que lo seguían atormentando.
Los empujó hasta que en su cabeza tuviera en mente el balón que empezó a moverse tras el primer pase de Sami hacia Yasser Bukhari, dando inicio al partido por el título de campeón intercolegial.
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—Esto es pura bullshit —soltó Ahmed Kassem, pateando una porción de la grama cuando el equipo se retiraba de la cancha por el entretiempo—. ¿Qué acaba de pasar?
