—El tercero, de color rojo, es mi preferido —susurró indicando un pedazo de delicado terciopelo. Sus deditos se movieron hasta la muestra indicada—. Es muy suave.

—Marinette, lo que pase entre vosotros es cosa vuestra. —Atrapó su rostro entre las manos con gentileza y bajó el tono—. Sí, es mi hijo y sí, me preocupo por él. Luka no quiere que me meta en sus cosas y yo no pretendo hacerlo, así que tranquila. Sobre lo de chillar, bueno —soltó y rió encogiéndose de hombros—, chillar es una de las cosas que se me dan bien. Podría chillarte por muchas cosas y ninguna de ellas tendría nada que ver con lo que haya ocurrido con Luka.

»Pero no voy a chillarte —continuó viéndola tensa, la soltó y le dio un par de palmaditas en la cabeza tal y como le había visto hacer con Máša cuando se asustaba—. Volvamos a empezar, ¿de acuerdo? Hablemos de estos diseños. —Abrió de nuevo el cuaderno por el marcador amarillo—. La forma es como... no sé... el parquin de un centro comercial. ¿Útil? Sí. ¿Se puede usar? Por supuesto. Pero no tiene personalidad, es plano, hecho con molde.

—Personalidad. Plano. Con molde —murmulló Máša ausente.

—Necesitamos ¡gárgolas!

—¿Gárgolas?

—Algo que destaque.

—Amarillo.

—Exacto, Máša, algo que destaque como el amarillo. —Sacudió las manos en el aire alegre—. Eres una ayudante maravillosa, recuérdame que te suba la asignación semanal.

La pequeña sonrió feliz. Marinette se preguntó si había entendido las palabras de Jagged, si era por poder juguetear con las telas o por haber roto con su rutina. Fuera por lo que fuese se le contagió.

—Vamos a comernos todo esto y trabajemos. Tengo un par de horas antes de que Penny empiece a echarme de menos.

º º º

La madriguera empezaba a ser su segundo hogar. Había tenido que poner un montón de excusas para cancelar planes y eso no le hacía sentir especialmente orgullosa, pero lo que estaba haciendo era importante, así que aprendería a vivir con ello.

Su visita al maestro Fu había abierto todo un nuevo horizonte de inquietudes, algo que cualquier conspiranoico disfrutaría de lindo. Sin embargo, ella no era ese tipo de persona y le hacía sentir nerviosa. Al principio había creído que intentar seguir el hilo del guardián sería sencillo, pero con el paso de los días había descubierto que no lo era en absoluto y había acabado por rendirse, en parte.

No tenía muy claro si los guardianes tenían algún poder especial otorgado por su entrenamiento, pero no le quedaban muchas más opciones.

Con cierto temor se asomó a la ventana temporal que apuntaba al templo de los guardianes. Contuvo la respiración esperando que alguien mirase directamente hacia la ventana temporal desde la que les observaba, pero nada ocurrió. Los hombres continuaron con sus labores inalterables, nada de miradas inquisidoras desviándose hacia ella.

El prodigio emitió el primer aviso.

Tenía que concentrarse en buscar al guardián del callejón, ver qué estaba haciendo e intentar descubrir si tenía cómplices. Seguramente los tendría, si no lo eran todos, tampoco sería descabellado pensarlo. Aún y así, prefería ser optimista y pensar que no todas aquellas personas formaban parte de aquel plan de derrocar a su amiga y la alianza con Hawk Moth.

Se concentró en el recuerdo que tenía de él, dibujó la cara tras sus párpados y la ventana temporal fluyó por el lugar hasta dar con él. Estaba meditando en el centro de un bonito jardín que Alix se preguntó como soportaba las bajas temperaturas de la montaña durante el invierno. Solo. Aislado. De lo más inocente. si no hacía nada no podría averiguar nada.

—Muévete. Haz algo. Ve a hablar con tus amigos. A tomar un té con galletitas. Lo que sea.

El hombre no se movió. Decidió hacer avanzar el tiempo. El segundo aviso sonó al mismo tiempo que el guardián se ponía en pie. Aún tenía tiempo para echarle un vistazo al lugar al que se dirigía. Lugar que deseaba no fuera el lavabo. El guardián regresó al interior del edificio recorrió uno de los largos pasillos repletos de puertas, abrió una y se adentró en la estancia que, definitivamente, no era un lavabo. Le sorprendió encontrarse en lo que parecía ser una biblioteca repleta de estanterías, libros y pergaminos. Le recordó a la que se ocultaba en el sótano del Louvre, aunque bastante más siniestra.

Le observó mientras consultaba algunos pergaminos, no perdió el tiempo tratando de ver qué ponía porque estaba segura de que no entendería ni una sola palabra. Quería que delatase algún comportamiento extraño, pero nada de lo que hacía era raro.

El tercer aviso la sobresaltó.

—Maldición.

No tenía tiempo de buscar la ventana temporal que llevaba a su cuarto. Era una mala idea, pésima en realidad, pero la alternativa era peor. Evocó uno de los pasillos, saltó fuera de la ventana temporal y rodó por el desierto pasillo al tiempo que la transformación caía.

—Qué hambre —se quejó Fluff.

—Ahora no —musitó Alix atrapándolo entre las manos y mirando a su alrededor.

Necesitaba encontrar un lugar en el que esconderse, le valía el cuarto de las escobas si es que en aquel lugar existía algo parecido. Miró a Fluff, había vivido allí, sabría dónde esconderse. No hubo tiempo para preguntas, escuchó un par de voces acercándose, abrió la primera puerta que encontró y se escondió dentro. Se agazapó, asegurándose de quedarse completamente inmóvil, no había tenido tiempo de ver qué había dentro, no quería arriesgarse a moverse y tirar algo que delatase su presencia allí.

—Tengo...

—Silencio, Fluff, por favor, quédate en silencio —bisbiseó.

Las voces se acercaron, rezó para que pasasen de largo, incluso contuvo la respiración temiendo que pudieran oírla en medio de todo aquel silencio. La puerta se abrió. Alix se mordió el labio maldiciendo su suerte. Ante ella se encontraba un guardián, alto, de rostro serio y que parecía estarle lanzando un millón de preguntas con su mirada. El hombre entrecerró la puerta, habló con su acompañante. Alix oyó unos pasos ligeros alejándose antes de que la puerta volviera a abrirse.

—Yo... ya me iba —pronunció agobiada, sacó una zanahoria del bolsillo de su cazadora y Fluff se abalanzó sobre ella—. Esto ha sido un accidente. Desafortunado. Muy desafortunado. Lo siento. No volverá a pasar.

—¿Os ha enviado la guardiana de París? —preguntó en un francés rudimentario con un fuerte acento.

—¿Qué?

—Ladybug.

—No. Sí. No exactamente.

—Al final de este pasillo hay una tabla que... —El guardián frunció el ceño—. Hace ruido, la pared de la izquierda oculta un pasadizo. Espérenme allí.

Cerró la puerta sin darle tiempo a aceptar o negarse.

Era raro. Podría ser peligroso. Podría ser una trampa. Pero estaba atascada y necesitaba respuestas.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! El título de este capítulo es una alusión a la estructura de la historia que imita los cuatro movimientos de una sonata (allegro, lento —adagio—, minuetto o scherzo y rondó), a pesar de que la primera parte sigue la forma sonata (introducción, exposición, reexposición y coda).
Por un lado tenemos a Luka regresando a su rutina en Praga; por la otra a Marinette trabajando con Jagged mucho más relajada. Y a Alix metiéndose en la boca del lobo por voluntad propia, en este capítulo la que importa es ella y su investigación.
Nos leemos en unos días.


Sous le ciel de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora