10.- Praga

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 2808.

10.- Praga

Luka agradeció haber tenido la suerte de no tener que sentarse junto a Cléa, aunque habría preferido a alguien diferente a Ywenn.

Ywenn era una chica discreta y tímida, de aspecto frágil y delicado, además, de su competidora directa por el puesto de primer violín. Intentó entablar conversación con ella, sin embargo, estaba tan nerviosa que le resultó imposible. Así que se puso los auriculares y escuchó la radio durante el resto del vuelo.

Se sentó junto a Emmanuel en el trayecto en autocar hasta la residencia, la conversación fue sencilla y cómoda, como siempre. Aunque Luka se había distanciado del grupo, Emmanuel no dudó en explicarle los entresijos de cómo iba avanzando todo. Siempre se había relacionado más con Marco, pero agradecía la frescura de las charlas con Emmanuel.

Dejaron las maletas apiñadas en el almacén de la residencia a la espera de que les asignasen sus respectivas habitaciones. Luka le pidió permiso a la tutora para hacer una pequeña salida antes del reparto, la mujer aceptó haciéndole prometer que llegaría antes de la hora de comer para asistir al sorteo de lo que tocarían durante las pruebas de nivel.

Luka no tenía intención de demorarse demasiado, sólo quería visitar la tienda de instrumentos artesanales que había descubierto durante su primera estancia en Praga, charlar un poco con el viejo artesano y, sobre todo, distraerse. Tenía que sacarse a Marinette de la cabeza o sus emociones acabarían convirtiéndose en un autosabotaje.

—¿Ese taller es un buen sitio?

Luka se sobresaltó por la pregunta que escapó de debajo de su chaqueta. Sass pocas veces le hablaba si estaban en la calle y existía la posibilidad de que alguien les pillase.

—Sí, es un taller pequeño. Me hace sentir bien estar allí.

—Estaré muy quieto.

—Gracias, Sass.

La tiendecita, en el recodo de una callejuela, tenía una vieja puerta de madera pintada de rojo y los escaparates acristalados dejaban ver el interior iluminado por un par de lámparas de araña añejas. Luka empujó la puerta haciendo que la campanita sobre la puerta tintineara con suavidad, el anciano alzó la mirada para analizarle y, con profesionalidad, acabó de cambiar las cuerdas del banjo de su cliente para afinarlas con delicadeza.

—Bienvenido, Luka.

—Hola, Otik.

—He visto a tu grupo en televisión —declaró con visible orgullo—. Mi nieta tiene un poster gigante tuyo colgado en su habitación.

Luka sonrió nervioso, saber que había una foto suya decorando una habitación le daba un poco de vergüenza, aunque ya debería de empezar a acostumbrarse.

—Voy a estar unos meses aquí, ¿te importaría que viniese por las tardes a ayudarte?

—Claro, hijo, puedes venir siempre que quieras —musitó el hombre abarcando la tienda con sus brazos—. Tengo un Stagg para reparar al que le vendrá bien que le eches un vistazo.

—Entonces vendré mañana, tengo que ir a instalarme en la residencia y hacer las pruebas de nivel.

—¿Nada más llegar?

Luka asintió. Otik, que había sido el reputado primer violín de la Sinfónica de Praga en su juventud, abandonó la parte de atrás del mostrador y caminó encorvado y renqueante hacia el almacén. Cuando regresó lo hizo con un estuche de violín entre las manos.

Sous le ciel de ParisWhere stories live. Discover now