—Espero que tengas hambre, porque invito yo.

—¿A dónde piensas llevarme?

—A una hamburguesería genial que está aquí al lado. Te encantará.

Si le servía para aclimatarse de nuevo le parecía perfecto.

º º º

La trampilla de su cuarto se alzó con suavidad. Marinette apartó la vista del monitor de su ordenador y observó a su padre que tenía aquella mueca preocupada estampada en el rostro desde hacía semanas.

—Hija, tienes visita.

—Dile a Juleka que no tengo ganas de otra charla, estoy trabajando en...

—No es Juleka, es...

—Somos nosotros.

Marinette reconoció la voz y el acento americano antes de que Jagged asomase la cabeza por el estrecho hueco que dejaba su padre. Suspiró, apagó la pantalla.

—Está bien, papá, puede pasar.

—Os traeré algo para comer.

—Gracias, señor Dupain, si tiene algo con miel para mi ayudante se lo agradeceré.

Se preguntó a quién se refería, Penny nunca hacía peticiones especiales, además, era ella quien siempre aceptaba o rechazaba la comida. ¿Sería Katie? Desde el accidente de Penny le acompañaba a veces, pero siempre era por temas laborales. Sin embargo, no tuvo que seguir teorizando durante mucho más tiempo, la cabeza de Máša se asomó con la curiosidad brillando en sus ojos negros. Jagged la alzó en brazos y la dejó en el suelo una vez estuvieron dentro del cuarto.

—Hoy la he llevado yo a la psicóloga, Penny necesita un descanso.

—¿Necesitas una canguro?

—No. Vengo a ver tu trabajo.

—Mi... —Sacudió la cabeza. los diseños, no había trabajado apenas en ello y no estaba orgullosa—. Bu-bueno, claro, pero aún me falta mucho.

Jagged empujó con suavidad a Máša para que avanzase hacia el escritorio en el que Marinette trabajaba. Él se apoyó en el tablero de madera y le sonrió amable. Resignada sacó el cuaderno del fondo del cajón en el que lo había abandonado frustrada. Acarició los marcadores de colores que sobresalían de entre las páginas y, finalmente, lo abrió por el marcador de color amarillo y se lo ofreció.

—Son sólo algunas ideas.

El siseo de las páginas al ser pasadas una a una le crispó los nervios. No era un buen trabajo, lo sabía perfectamente, evitó encogerse sobre sí misma.

—Esto es... —Jagged suspiró ruidosamente—. Decepcionante. Sé que no estás pasando por un buen momento, pero esto está muy lejos del estándar más bajo que pudiera esperar de cualquier otra persona.

—Lo siento.

La trampilla se abrió de nuevo, su padre canturreó alegre, dejó la comida sobre el escritorio y acomodó dos sillas plegables para que Jagged y Máša tuvieran donde sentarse.

—No quiero desanimarte —declaró cuando estuvieron de nuevo los tres a solas—. Creo que tú misma eres consciente de que esto no es digno de ti.

—Lo siento —repitió observando como los dedos largos de Jagged acariciaban la portada del cuaderno tras dejarlo sobre el escritorio—. No estoy muy concentrada, me está costando encontrar...

—¿Es por Luka o porque te preocupa me vuelva loco y te chille por haberle dejado?

Se encogió de hombros, aunque podría haber contestado que ambas cosas, especialmente la segunda. Desvió la mirada hacia la niña que estaba toqueteando los pedazos de tela de un muestrario.

Sous le ciel de ParisWhere stories live. Discover now