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—Deberías invitarlo a salir John, ¿qué podría ocurrir? —mencionó Stuart, y llevó toda una cucharada de su comida a su boca.

Yo lo observé durante unos segundos, y pensé que sería una mala idea. Aquél hombre de cabello azabache y ojos bonitos no había salido de mi cabeza desde que bebimos una cerveza juntos en su casa, y el hecho me asustaba. Lo malo de ser gay, es que podía atraerme cualquier hombre en la tierra, y para mi mala suerte, la mayoría de la población masculina es heterosexual. Ser gay y encontrar a otro hombre gay es casi tan imposible como encontrar una fuente de oro al final del arcoíris.

Bueno, tal vez exageraba, pero es difícil.

—Entonces descarga alguna aplicación de citas, tal vez pueda servirte. —solté un extenso suspiro, y bebí un sorbo de agua de mi botella.

—Si estuviera desesperado, tal vez te haría caso. —mi amigo soltó una risilla.

En ese instante, observamos a un grupo de hombres bien vestidos, pero llevando cascos de color blanco, siendo guiados por nuestros colegas de rango mayor. Ellos pasaron cerca de nosotros, charlando sobre cosas que no pude oír con exactitud, y luego el grupo se dividió, quedando únicamente los hombres con casco en el no muy grande comedor, y nuestros colegas desaparecieron.

—¿Supiste que planean ampliar el edificio? —negué ante las palabras de Stuart, no quitando mi vista de aquellos tipos que se habían sentado ahora frente a una de las mesas.— Son los arquitectos e ingenieros que se encargaran de eso.

Quise prestarle atención a mi amigo, pero me había quedado pasmado como un tonto en cuanto uno de los hombres que me daba la espalda volteó, y sentí mi corazón detenerse por segundos. Aquél corte de cabello y estilo de barba fueron los delatores suficientes para darme cuenta de que se trataba del mismísimo hombre que minutos atrás había sido nuestro tema de conversación. Él permanecía serio, pero entonces su vista chocó contra la mía, y sentí la inmediata necesidad de voltear en otra dirección un poco avergonzado, pero no lo hice.

Paul arqueó suavemente una ceja, como si no estuviera seguro de que se trataba de mí, pero luego sonrió y batió su mano en mi dirección, acto que imité rápidamente para no lucir como un maleducado.

—Dios mío, es Paul. —murmuré, observando la expresión de gracia en el rostro de mi colega.— ¿Crees que sea oportuno ir a saludarlo?

De manera involuntaria comencé a arreglar mi cabello con mis dedos, y también mi traje, mis broches, y cualquier línea que estuviese arrugada.

—No creo que sea necesario. —mencionó, y lo observé curioso.— Viene caminando.

Mi corazón se detuvo nuevamente por segundos, ¿se me había subido la presión? Negué mentalmente, preguntándome por qué demonios me ponía tan nervioso, e intenté tranquilizarme en tiempo récord, pues sentí un suave roce en mi hombro y supe que debía mantener la compostura. Volteé con suavidad, y allí observé a dicho sujeto de cabello azabache sonriéndome con los ojos entrecerrados y su bonita barba.

—Hola John. Espero no haberte interrumpido ni haber sido inoportuno al venir aquí, pero quería saludarte. —rápidamente negué al oír sus palabras.

—Claro que no Paul, me alegra verte. —ambos juntamos nuestras manos para darnos un apretón.

En ese instante Stuart carraspeó, y ambos lo observamos en breves segundos. Mi colega se había levantado de su asiento y saludado con cordialidad a Paul, pero yo no había tardado en descubrir la verdad de sus intenciones.

—Olvidé un pendiente en mi oficina, temo que debo marcharme. —eso era mentira, pues aún ni terminaba de comer y yo sabía perfectamente que no tenía pendientes.— ¿Por qué no te sientas Paul? Así charlan con más comodidad.

we'll work it out ; mclennonWhere stories live. Discover now