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Me levanté con cierta pereza aquél día, pues la lluvia golpeaba directamente en mi ventana, haciéndome resoplar. Estiré mi brazo hacia la mesita de noche junto a mi cama para ponerme las gafas ópticas, y me quedé un par de minutos observando fijamente las gotitas caer por el cristal, hasta que decidí que ya era hora de levantarme de una vez.

Descubrí mi cuerpo de las mantas que me tapaban, y tendí la cama de inmediato porque seguramente luego tendría menos ganas que ahora de hacerlo. Estiré ligeramente mi cuerpo, y rasqué mi pecho con mi diestra mientras bostezaba, caminando directamente al baño para tomar una corta ducha, pero que fue necesaria para despertarme. Regresé a mi habitación en cosa de minutos mientras sacudía mi cabello y comenzaba a vestirme con el uniforme de mi trabajo, debía estar correctamente presentable ya que había tenido recientemente mi ceremonia de ascenso de grado, y no defraudaría por nada del mundo a mis superiores.

Regresé al baño una vez más para secar mi cabello, y una vez listo me dirigí finalmente a la habitación de mi hijo, que continuaba durmiendo a pesar de todo el ruido que había hecho.

—Jules... —llamé su nombre, moviendo suavemente su cuerpo, pero sólo gruñó en respuesta.— Julian, hijo, está lloviendo y te prepararé chocolate.

—¿Uhm...? —murmuró su voz rasposa.— ¿Dijiste chocolate?

Reí por su tono somnoliento y la forma en que arrastraba las palabras.

—Sí Julian, ve a bañarte mientras hago el desayuno. —él se sentó en su lugar, y refregó sus ojos suavemente, asintiendo a mi orden.

Juntos salimos de su habitación, y mientras él se dirigía al baño, yo iba directamente a la cocina para preparar el desayuno. Sólo tuve que encender la cocina y poner el agua hervir, mientras ponía dos tostadas en la máquina, y preparaba hot cakes con la mezcla que había dejado lista la noche anterior, llevando un mandil para no ensuciar mi traje. Mi hijo apareció minutos después vestido con su uniforme del instituto, y tomó asiento frente a la barra, bostezando en grande, pero al menos lucía mucho más despierto.

—Ten, no te ensucies. —pedí, dejando frente a él un plato con una pequeña torre de hot cakes junto a una botellita de miel, y su deseada y humeante taza de chocolate caliente.

Yo, en cambio, sólo bebí una taza de café y comí dos tostadas con mantequilla.

—Te apuesto diez libras a que nadie irá a la escuela. —reí bajito al oírlo, observando con una ligera mueca su boca completamente sucia con chocolate.

—Ten. —le extendí una servilleta, y se limpió de inmediato.— No vas a convencerme Jules. Te recuerdo que estás en el instituto de varones más prestigioso de Liverpool, y no se toleran a los chicos irresponsables allí.

—Bueno, lo intenté. —alzó los hombros, y siguió comiendo sin cuidado.— Pero te apuesto diez libras a que nos dejan salir más temprano.

—¿No te basta con tu mesada? —rió bajito.— Bien, diez libras Julian.

Él festejó de inmediato, ¿cómo podía decirle que no a esa carita quinceañera? Incluso si no hubiese sido una apuesta y me pedía dinero directamente, se lo hubiese prestado, pues a mi dulce chico le gustaba sorprender a su novia constantemente con pequeños obsequios.

Pequeños obsequios que yo financiaba, por supuesto.

Terminamos de comer, y lavé rápidamente las cosas que habíamos ensuciado, para dejarlas en el lavavajillas, y marcharme con cierto apuro al baño para cepillar mis dientes. Una vez completamente listo tomé mi bolso, cruzándolo por sobre mis hombros, y sonreí al ver a Julian correr en mi dirección llevando sus botas de agua y su mochila tras su espalda, listo también.

we'll work it out ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora