Capítulo 39. La reina abeja

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Levanto las cejas, poco convencida.

-A mí me hicieron cosas peores.

-Era invierno, Vi. ¿Tienes idea de cuánto pueda ser fría el agua del lago en invierno?- Daisy me suelta las manos y se muerde las uñas, nerviosa-. De todas formas, no estamos aquí para jugar a quién le hicieron más bullying: tenemos que centrarnos.

-¿Qué piensas hacer?- me aparto un mechón molesto de la cara y llevo todo mi pelo tras mis hombros- ¿Ahora que sabes que Laia ha regresado al equipo, ya no quieres ser porrista?

-Creo que no...- Daisy camina hacia adelante y hacia atrás entre las mesas. Mira el suelo con los ojos fuera de las órbitas y se muerde el interior de las mejillas-. Se me ha pasado lo de ser porrista. Sí. Definitivamente.

Se planta frente a mí tan de repente que doy un respingo hacia atrás.

-Sí, es lo mejor. No voy a ser porrista este año. Además, ando muy ajetreada con las tareas, y no necesito más distracciones.

Daisy voltea y da unos pasos hacia la salida del comedor, pero yo la detengo agarrándola por la manga del suéter. La lana se siente suave y cálida cuando la aprieto entre mis dedos.

-No dejaré que abandones tu sueño solo porque una chava fresa e idiota hace parte del equipo.

-¡Probablemente es la capitana!- la frente de Daisy se arruga, haciéndola parecer a una máscara teatral-. No puedo con esto, Vi, es demasiado.

-Oye- mi voz es extrañamente seria cuando sale de mi boca-. Haré todo lo posible para que entres en ese equipo y animes el partido de Homecoming, a costa de sacar un bate y romperle la rodilla a Laia yo misma.

Lo he dicho con enojo, como si estas palabras fueran un puñetazo directo a la cara de Laia. Para darle mayor énfasis a mi amenaza, aprieto más fuerte la manga de Daisy y tenso la mandíbula. Mis ojos arden mientras intento no pestañear para mantener el contacto visual con mi interlocutora.

Por un breve segundo pienso que, con mi actitud de "chava ruda", la he asustado, porque me mira con los ojos de un cervatillo perdido.

Sin embargo, suelto un suspiro de alivio cuando Daisy reacciona y espeta: -Yo que tú no le rompería una rodilla a Laia. Sería un intento de asesinato. ¿Cómo se vería esto en tu currículum?

Arqueo una ceja.

-Terrible. Todos sabrían que fallé en mi cometido.

Espero sacarle una sonrisa a Daisy, pero está demasiado aterrorizada y nerviosa como para darse cuenta de mi macabro sarcasmo.

Exhalo por las narices y doy un paso hacia ella, intentando retomar mi papel de chica ruda y que no me tiemble la voz.

-Ahora irás a esa mesa, mirarás directamente a los ojos de Laia, y le dirás con la voz más decidida que tienes que te apuntas al equipo.

Mis dedos rodean la muñeca de mi amiga, infundiéndole toda la fuerza y la confianza que me quedan. Sigo sin pestañear.

Asiento ligeramente para tranquilizarla mientras pregunto:-¿Estás lista?

Daisy ondea la cabeza de arriba a abajo, casi hipnotizada. Noto mi reflejo en sus ojos cuando se llenan de lágrimas y se vuelven rojos, y, antes de que pueda darme cuenta, mi amiga ya ha dejado caer su cabeza sobre mi hombro y chilla desconsolada.

-¡Tengo miedo!- admite, sollozando.

Un chavo con gafas cuadradas y mucho pelo nos mira mientras se dirige hacia la zona de las bandejas. La estúpida sonrisa en su cara hace que mi dedo medio despierte de su entumecimiento y se levante como una promesa de guerra.

Simplemente VanesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora