Capítulo 37. Hierba mala

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Si de verdad le gusto a alguien, me tiene que tratar con respeto y mirar cariñosamente, con amor, como hace papá cuando encuentra alguna foto de mamá de jóven. No quiero ser cosificada, o mucho menos reducida a un juguete que los hombres usan a su antojo. Quiero ser elegida por mi personalidad e intelecto, no porque tengo diez mil seguidores en Instagram o porque mis bubis son las más grandes del salón (que no pasará nunca, porque soy más plana que una tabla de planchar, pero me han entendido).

De todas formas, que Laia y Jana sean dos pendejas con los chicos juega totalmente a mi favor, porque por lo menos no se fijarán en mi hoy.

Después de una atenta análisis de mis compañeros, compruebo con alivio que nadie me está mirando. Se han olvidado de lo que pasó el jueves pasado, supongo, y mi Instagram lo confirma: ya nadie está hablando sobre Daisy y yo, y los reels de mi ataque de pánico parecen haberse extinguido de la plataforma.

De repente, me siento feliz de no haberle contado nada a papá sobre el acoso que sufrí. Duró solo pocos días y me permitió conocer a mi nuevo crush, así que hubiera sido contraproducente armar uno escándalo. Ya me las voy a arreglar yo con Laia más adelante.

-¡Vi!

No me da tiempo a levantar la mirada que Daisy ya me ha apretado en un largo abrazo de oso, aplastándome con fuerza contra su suéter de rayas rosas, blancas y naranjas. Su característico olor a campo me embriaga, sacándome casi a la fuerza una sonrisa.

Su piel huele asombrosamente bien cuando me pasa una mano por la mejilla: tiene un aroma humano dulce y tibio que no puedo describir.

-Te he extrañado muchísimo, amiga- lloriquea, y me concientizo de que yo también he extrañado el destello en sus ojos aguamarina- ¿Qué me tenías que contar con tanta urgencia?

El timbre suena, anunciando el comienzo de las clases, y nuestro discurso es automáticamente aplazado a más tarde.

Todos nos ponemos derechos durante el saludo a la bandera. Luego, la voz de Lucas retumba por los altavoces mientras hace los anuncios del día. Como siempre, no les presto atención, porque el mero hecho de escuchar a mi enemigo número uno me provoca urticaria.

Cuando Lucas termina y todos nos volvemos a sentar, sin embargo, Daisy me agarra del brazo y me susurra:-¿Has escuchado lo que acaba de decir?

Sacudo la cabeza. Ella se desplaza un poquito más hacia mí mientras Mr Hitler hace el pase de lista, y me cuenta que ya están abiertas las inscripciones para unirse al equipo de porristas.

-¿Desde cuándo quieres ser porrista?- murmuro, y levanto distraídamente el brazo cuando el profe me llama.

-Desde que Eve entró en el equipo el año pasado- contesta Daisy, emocionada. Sus dedos repiquetean sobre el pupitre mientras admite: -Antes tenía miedo de que me juzgaran, pero creo que ya he tocado el fondo.

Asiento. Yo tampoco creo que nuestros compañeros puedan hacernos mucho más después de la vez pasada.

-Si soy lo suficientemente buena, es posible que anime a los jugadores de fútbol durante la semana de Homecoming. Dios, sería genial...

Daisy parece al máximo de la felicidad, y yo no soy nadie para decirle que no luche por sus sueños. Si a ella no le importa la opinión de los demás, a mí tampoco. Le sonrío ligeramente y ella me aprieta la mano con fuerza.

-Jeff dice que, si quieres algo con todas tus fuerzas y piensas mucho en ello, se hace realidad. Por lo tanto, creo que me pasaré toda la clase pensando en que ya es Homecoming y estoy animando al equipo de fútbol.

-¿Jeff?- frunzo el ceño-. ¿Él entiende de eso?

-Por supuesto. Es fanático de todo lo relacionado con la Ley de Atracción, el horóscopo, los cristales y la manifestación. Hasta trabaja en una tienda esotérica cerca del lago...

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now